La película – que se proyectó anoche en el Cine Arte Ricardo Castro- se basa en dos hechos principales sobre la vida siempre “política” de Hannah, filósofa alemana y posteriormente estadounidense de origen judío: su romance con Heidegger cuando ella era estudiante y la cobertura del juicio al nazi Eichmann.
Arendt vivió en Norteamérica. El régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad en 1937, por lo que fue apátrida hasta que consiguió la nacionalidad estadounidense en 1951.
Una buena parte del film dirigido por Margarethe von Trotta, quien parece haber convivido con Hannah al darle una particular y comprensiva visión de su situación frente a la verdad que la llevó a alejarse de su círculo de amigos intelectuales judíos con los que pasaba horas de debates. Ni el moralista Hans Jonas, ni el nacionalista Gershom Scholem, ni el más querido amigo de Hannah, su mentor en Israel, Kurt Blumenfeld, pudieron ni quisieron entenderla. Sólo contaba con la inquebrantable amistad de la escritora Mary McCarthy, quien la apoyó en los momentos más polémicos tras haber escrito sus artículos para la revista The New Yorker sobre el proceso contra Adolf Eichmann en Jerusalén. Mary McCarthy es mostrada un poco frívola en la película, sólo cuando sus parlamentos son en defensa de la postura de su amiga, parece recuperar el plano de la profundidad.
Y en los inicios de la cinta, se ve a una filósofa que parece “pensar” alrededor no de un fuego hogareño, sino del cigarrillo que no se apaga nunca salvo de manera “conceptual” al momento de darles la explicación que esperaban sus estudiantes acerca de lo que quiso decir con la “banalidad del mal”.
La actriz Barbara Sukowa interpreta a una mujer que tuvo la valentía de decir la verdad al precio de lo que sea. Una, de lo banal que era la figura de Adolf Eichmann, de quien no hizo una defensa que justificara sus crímenes a los que ella llamó “contra la humanidad” sino que aportó una mirada comprensiva de los crímenes que el asesino había cometido guiado por la ley. Esta “falta de pensamiento” es lo que llevó al criminal nazi a obrar en contra de los judíos, visión que le valió a la reportera el rechazo de la colectividad judía, sumado a que Arendt reveló el papel de los consejos de judíos que actuaron en “cooperación” con la SS. Dos cuestiones imperdonables para una mujer que privilegió la relación poder y política, poder y violencia, y escribió sobre una perspectiva filosófica.
Sukowa no se parece fisonómicamente a la filósofa, pero el hallazgo interpretativo consistió en la mostración de su solidez de carácter y en su dilatada serenidad para abarcar tanto valor. A Arendt le hubiese sido más fácil callarse y no ejercitar la moral de decir la verdad.
Por aquel entonces, se relacionó su pensamiento al de Martin Heidegger, condenándola a defensora de los nazis por su visión sobre el juicio a Eichmann: “Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann] resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes”.
Klaus Pohl interpreta a Heidegger, el filósofo que enseñó a pensar a Arendt en su juventud y cuya admiración duraría toda su vida. Sin embargo, los tres pasajes que nos trasladan a su romance no dan cuenta más que de su acercamiento filosófico y no de una defensa de la escritora sobre la ideología política (nazi) de su maestro quien por otra parte se declara ajeno a eso (a la política). El marco es cuestionable, pero al menos en el film, el tema aparece muy bien tratado y la vinculación es poco arriesgada.
Se pondera la relación amorosa entre Heinrich Blücher (Axel Milberg) y Hannah, como un hombre que sí la entendió y acompañó siempre, un amor que ella declaró como “verdadero” ante los ojos del mundo.
El film deja la puerta abierta para indagar más sobre el tema que desató una polémica internacional y que actualmente, sigue siendo importante y controversial. Esto se liga a las famosas “obediencia debida” y «ley del punto final» con que fueron tratados diversos genocidas argentinos, por ejemplo. Quizá la escritora hubiese preferido no tratar el tema como un genocidio sino como “un asesinato en masa administrativo”.
La cuestión no se agota, por supuesto. Y es mucho más profundo que lo que nos acerca la película. Muy buena en remover un tema tan delicado con buenos diálogos y una ambientación lograda.
El criminal nazi fue a la horca – hecho que se da a conocer en el film de von Trotta. La Historia registra que antes de morir dijo: “Viva Alemania, viva Argentina, viva Austria, jamás las olvidaré”. Esta casi espeluznante declaración tiene que ver con los «agradables» ratos que parece haber pasado este ser irreflexivo en nuestro país. Heinrich, en la película, le dice a su esposa que el verdadero castigo sería que viva. Otro punto más para debatir filosóficamente ante un criterio existencialista.
– Hannah Arendt, Alemania-Francia-Luxemburgo/2012) / Dirección: Margarethe Von Trotta / Guión: Pam Katz y Margharette Von Trotta / Fotografía: Caroline Champetier / Edición: Bettina Böhler / Música: André Mergenthaler / Elenco: Barbara Sukowa, Janet McTeer, Axel Milberg, Julia Jentsch, Ulrich Noethen, Michael Degenl, Klaus Pohl / Distribuidora: Alfa Films / Duración: 113 minutos / Calificación: apta para todo público.