Varias cuestiones son las que acechan en contra de la inteligencia colectiva salteña.
Una de ellas es el lanzamiento intempestivo, ilegal y agresivo de las campañas proselitistas y contaminantes (visuales, auditivas, multimedia) en vista de las próximas elecciones legislativas. Vale decir que estamos dentro de un periodo pre-electoral en el que no está permitido realizar campañas ya que aún no se han realizado siquiera las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, es decir, que aún no sabemos si los publicitados (y fotoshopeados) en fastuosos afiches van a tener el honor de ser o no candidatos.
Lo antedicho corresponde al terreno de un análisis, digamos, más inocente que honesto porque si vamos a la praxis, los plazos pre, en y pos electorales jamás son respetados, excepto para los partidos minoritarios que deben cumplir todo tipo de insulsas normativas para por lo menos figurar. La ley electoral indica que no se puede hacer proselitismo pero no indica cuál es la penalización por hacerlo, que es como decir «no se puede evadir impuestos, pero si lo hacen no le vamos a hacer nada», la ley esta hecha a medida de los poderosos, eso es tan cierto como que los Urtubey ya se consideran un linaje de atildados gobernantes y «luchadores» tal cual versan sus leyendas. Esta cuestión no deja de ser más que una anécdota en el interminable prontuario de estupideces e ineficacias del gobierno de Juan Manuel Urtubey pero confirma una sensación bochornosa, que la clase política, con sus limitaciones políticas, esta muy cómoda en una provincia que paralizada apenas si murmura por lo bajo ante estas bofetadas a la capacidad de reacción colectiva.
Podemos tirar una la linea de lo antedicho y reflexionar sobre la cuestión de la autoproclamación como linaje gobernante que se expresa en la inicial leyenda de campaña de Rodolfo «el hermano» Urtubey, la cual versa «La misma sangre, la misma lucha». Ante tal afirmación la remisión al pasado de la colonia se pone sobre la mesa, por aquellas épocas la trasmisión del poder era vía sanguínea, hereditaria y arbitraria, gobernaba el «hijo de» y no el más apto para la función. A esa época dorada intentan volver estos muchachos que no pasan de misérrimos administradores de gestión gubernamental sin ningún plan de gobierno. Estos muchachos que no hubiesen pasado de ser encargados de alguna oscura oficina virreinal (porque estarían y están del lado de los colonizadores) ¿cómo es posible que sean los máximos dirigentes de esta provincia?
Una provincia que ha sabido ser la vanguardia de la lucha antiimperialista, con su gesta gaucha y patriótica encabezada por su caudillo y luego gobernador Martín Miguel de Güemes hoy sometida a los caprichos de una gavilla de carteristas petulantes e ineficientes.
También podemos pensar que la transmisión de poder por linaje, fundamentada en la hegemonía de un sector en la detentación de los cargos públicos, no es algo extraño a la organización de nuestros días, ya que ha sido y seguirá siendo (dentro de este sistema) la burguesía la que gobierne en sus diversos rostros (más o menos avejentados) pero siempre iguales a la clase a la pertenecen y representan. Por otro lado podemos pensar que la gobernación de Salta a Urtubey le fue cedida por su padre y mentor político Juan Carlos Romero, cometiendo el «hijo» el correspondiente parricidio para detentar su cargo sin estar a la sombra de nadie.
Darse cuenta de lo que sucede es el primer paso para reaccionar conscientemente ante los atropellos a la capacidad de discernir y reflexionar.
– Fuente: El revés de la trama