Sería poco realista desmentir que la cotidianidad hierve, a favor y en contra, del actual gobierno y su absoluta irresonancia para escuchar las necesidades de los trabajadores activos y pasivos.
Sufren de una sordera y ceguera corporal ante el clamor del sufrimiento popular y se aíslan en sus funciones burocráticas, en donde gozan de hermético placer (sadismo); en tanto las masas populares se toman el tiempo necesario para instalar organizaciones de protesta, cada vez más recurrentes, que aprendimos a nombrar como “empoderamiento” (adquisición de poder e independencia por parte de un grupo social desfavorecido para mejorar su situación.). El empoderamiento o apoderamiento (del empowerment en inglés) se refiere al proceso por el cual se aumenta la fortaleza espiritual en temas de política- social o económica de los individuos y las comunidades para impulsar cambios beneficiosos para el grupo en las incomodidades en que viven.
Generalmente implica, en el beneficiario, el desarrollo de una confianza en sus propias capacidades y acciones. El concepto de empoderamiento es muy utilizado hoy en día, fundamentalmente cuando se habla de cooperación al desarrollo y/o de género. También se utiliza desde algunas teorías relacionadas con el poder, como por ejemplo la teoría de las competencias, la teoría de la resilencia, etc.
El concepto de empoderamiento tiene su origen en la educación popular de Paulo Freire y su desarrollo teórico está unido al análisis de género. El término se aplica a todos los grupos vulnerables, pero donde ha encontrado más eco ha sido en relación con las mujeres. Su aplicación fue propuesta por primera vez a mediados de los 80 por una red de grupos de mujeres e investigadoras del Sur y del Norte, DAWN, para referirse al proceso por el cual las mujeres acceden al control de los recursos (materiales y simbólicos) y refuerzan sus capacidades y protagonismo en todos los ámbitos.
EL ASADO
EL ASADO, es un excelente (aunque patético) cortometraje filmado en Salta, con protagonistas salteños con resolución inconsciente, lo que se conoce freudianamente «como pase al acto». En psicoanálisis y en psicología clínica, paso al acto (Acting Out) es un curso de acción que toma un individuo fuera de la situación terapéutica, realizado en lugar de la concientización, de tal manera que, aun no reconociendo el cariz real de su deseo, realiza un acto que, sin embargo, expresa el deseo de forma simbólica distorsionada.
En el cortometraje un político «tradicional» (refunfuñando su bronca por el calor) llega a un pueblo marginado del interior profundo en misión de campaña, en tanto los lugareños le preparan (como se acostumbra) la tarima para el discurso estándar (de memoria/lo que siempre repiten guionado=les prometo salud-trabajo-bienestar). El calor era agobiante y el obeso candidato lo sufre en carne propia con una transpiración exasperante. Mientras el postulante desarrolla su guisado discursivo, las miradas incrédulas del improvisado auditorio lugareño, se cruzan con enojo y pesimismo, y no disimulan su enfado que va subiendo de temperatura, acorde a la canícula. En el momento culminante de las palabras del «obeso» disertante, sufre un infarto fulminante. Los contados miembros del pueblo se miran indecisos por lo que pretenden cometer y sin dudar, ante la hambruna acumulada (de siglos de postergación), sacrifican al infausto en un antropofágico almuerzo.
Estamos ante un caso irreal, pero a cuanto votantes no los sulfura la acumulación de mentiras y decepciones a que los someten la publicidad política. No me voy tan lejos con las promesas «canallescas» del actual Presidente.
LA BRONCA SOCIAL
Abrochado en dos guerras mundiales, S. Freud en 1930, desarrolla el tema donde plantea que la insatisfacción del hombre por la cultura se debe a que esta controla sus impulsos eróticos y agresivos, especialmente estos últimos, ya que el hombre tiene una agresividad innata que puede desintegrar la sociedad. La cultura controlará esta agresividad internalizándola bajo la forma de Superyó y dirigiéndola contra el Yo, el que entonces puede tornarse masoquista (como ahora) o autodestructivo (como en el 2001).
Quizá, desde la militancia activa, la de Freud sea una mirada algo reaccionaria, enmascarada en el sesgo científico, pero sus intereses eran una comprensión dialéctica y situacional del individuo y sus relaciones objetales, por algo su pensamiento sigue vigente en los siglos. Continúa reflexionando: “Cultura es la suma de producciones que nos diferencian de los animales, y que sirve a dos fines: proteger al hombre de la naturaleza, y regular sus mutuas relaciones sociales». Para esto último el hombre debió pasar del poderío de una sola voluntad tirana al poder de todos, al poder de la comunidad, es decir que todos debieron sacrificar algo de sus instintos: la cultura los restringió.
El malestar social sube en decibeles a pesar de la esforzada contención de la Burocracia en todos sus niveles. El circo parlamentario protege sus privilegios en esta cultura de las imágenes, en donde los más beneficiados es la izquierda connivente, que se regocija de ser estrella en los Medios de comunicación. Están tomando revancha de la abstinencia pasada, cuando el pueblo tronaba de felicidad con su auténtica Líder. En lugar de la tristeza mortuoria, brotaba la alegría fulgurante del pueblo, expresando su satisfacción inocultable. Se había recuperado la mesa familiar y los chicos (y también los mayores) no necesitaban recurrir, como hoy a los comedores vecinales. También las escuelas y maestras, podían cumplir sus funciones naturales pedagógicas y no estar de «moza de turno» para calmar el hambre de su comunidad.
Lo novedoso de la agresividad social de la época, contrario a las deducciones freudianas, es que esta sociedad del poder dominante enraizado, no siente el menor atisbo de culpa. Es un tiempo en que los valores universales conseguidos (solidaridad-piedad-caridad, etc.) dieron paso a la preeminencia de un individualismo consumista, que como dice Z. Bauman termina en el reverso de la moneda es que, al ir a las tiendas para comprar felicidad, nos olvidamos de otras formas de ser felices como trabajar juntos, meditar o estudiar (la ferocidad de los viajes de compra a Iquique).
El otro está borrado y los lazos sociales son superficiales. Al capitalismo salvaje no le interesa la vida (del otro), sino que asienta sus focos en la destrucción, que otra cosa son estos gobiernos reduccionista.
Por eso hay que volver, inexorablemente, (a la brevedad) a una Democracia más incluyente en donde la mayoría le encuentre sentido a su vida en comunidad.