Esta no es una entrevista común, es una conversación con un gran artista, un cultor del teatro, director y actor, psicólogo “retirado”, gerente de ventas, amante del amor, un criterioso, una personalidad de Salta.
Hace tiempo, desde su intervención actoral en “Limpieza”, le dije a Carlos Armatta (alias Armatta Black, rebautizado por Toty Ceballos) que iba a entrevistarlo, que quería que hablemos sobre su vida. Así de simple. Desde su habitación, en su casa de calle Zabala, abordamos ese tren plateado y movedizo para arrancarle sueños al pasado, al presente y al futuro. Con una rica comida de Aldo Acosta, pasamos una noche de viernes (2 de julio) diferente. Es un diálogo íntimo y abierto, sin tapujos. Un Negro con espalda de ángel, un tipazo. Este es el producto de horas de charla sin retaceos.
Un paseo por la vida y la ideología armattiana
Sólo los giles mueren de amor
– La obra me encantaba, hablaba de mí, desde los 20 hasta los 60 años: sobre el sexo, la política… Yo creía que los montoneros y el ERP eran honestos… Nosotros queríamos cambiar el mundo. Por aquellos días, me mamaba vivir en Finca Independencia para alfabetizar; tuve una relación muy linda con una chica… La obra me hacía vivir esta situación, me salió el dolor sobre qué se hicieron mis sueños. Quiero sabe en qué momento de mi vida cambió todo… Dice Eladia Blázquez: “Llegó la hora de archivar el corazón… De hacer con la ilusión, que no me va a servir un lindo paquetito con una cinta azul, guardarlo en el baúl y no volverlo a abrir… Es hora de matar los sueños,
es hora de inventar coraje…”
¿En qué momento dejamos de soñar? No quería ser millonario pero quería darme algunos gustos, tener un lugar calentito, no ser un picherito…, soy un burguesito de mierda…
Yo les explicaba a Gustavo (García) y a Omar (Pizzorno) qué quería del personaje: es el alma la que habla con el muerto. Para mí tenía que ser una obra desnuda, con un cajón en el centro en el que hablarse con tanta verdad haga que la gente llore: es la historia de miles de argentinos que hoy estamos vivos. Hablaba, para mí, de una época en que nos falló todo, lo único que nos quedaba era el sueño del amor… Hubo un desacuerdo con Gustavo y Omar, entonces me abrí del proyecto- aunque no me cuestionaron por qué- pero no de mi amistad con ellos.
La psicología, ¿para qué?
– Nací en Salta, el 25 de setiembre de 1942. Voy a cumplir 68 años. Quería ser maestro, terminé en la Escuela de Comercio… me recibí de Psicólogo en la Católica por el 73’. Ejercí un año. La psicología me hizo cuestionarme cosas, me preguntaba de qué sirve si esto es para uno solo, no había psicología social – sólo era para seleccionar personal- entonces la psicología era para una élite, ¿qué pasaba con el resto de la sociedad?
Me toca hacer una práctica en el Hospital de niños, me asignan un día y tenía mis pacientes. Me toca una mujer embarazada que me dice que su hijito de 8 años se hacía la pis en la cama, en total eran cuatro hermanos y venía el quinto. El chiquito dormía con los hermanos en la misma cama y mojaba al hermanito… Ante esto le digo que le faltaba amor y dedicación, de acuerdo a la teoría. Consulto nuevamente con el profesor y con la teoría, era eso efectivamente: le faltaba amor… le digo esto a esa mujercita gorda, mal vestida y de alpargatas: «¿por qué no le dedica más tiempo a su hijo? Le falta calidad de tiempo…” La señora no entendió qué significaba calidad y me dijo: “¿qué es calidad? No le entiendo, Ud. habla bonito, pero yo le digo ¿Ud. prefiere que le dé calidad de tiempo o que salga a trabajar para darle de comer a la noche, que es la única comida que tienen al día?” Ahí me di cuenta que la psicología no te sirve para solucionar un drama social. Así era en esos años… ahora cambió un poco.
Llevé a un amigo a Betania y me explicaron que “en el tratamiento antidroga en la calle no va a salir y tiene que tener voluntad para curarse…”. No sale nadie, de mil chicos uno sale por un tiempo. Si Armatta no dice “no fumo más”, eso no sucede.
Lo que ya no hay que hacer
– Fumo desde los 14 años. Gary Cooper y varios actores de esa época eran el ejemplo del Macho Hermoso. Humphrey Bogart fumaba como loco en Casablanca, si no fumabas eras puto, entonces todos los chicos de esa edad fumábamos. Ahora me vienen a decir, a los 67 años, que es malo. Rodolfo Walsh decía “la moral es la ciencia de las costumbres” y cada vez lo veo más. Cosas que antes eran inmorales ahora son conversables, son aceptables…Lo que antes estaba bien, ya no lo está… Mi sobrina se casó con un tipo simpático, pintudito, él quería una cosa, ella otra; él tenía un puestito y ahí terminaba la vida. Hoy, ya no es así. Y si no te gusta, te abrís…
Los Armatta que se quedaron
– Somos 6 hermanos, los tres negros somos de mi mamá y los tres rubios de un ex novio de mi mamá. Mi mamá se casó a los 22 años con mi papá de 60 y pico, ella no tenía dinero, él sí. Se enamoraron. Mi mamá enviudó, soy el mayor, después viene un hermano y una hermana. El ex novio enviudó también y se los trajo a sus tres hijos a mi mamá, dos mujeres y un varón. Le dijo que se iba a buscar trabajo y no volvió más. Apareció un día, después de muchísimos años, cuando mi hermana se había ido y no sabíamos dónde estaba, era que en realidad se había casado en Cerrillos… Todavía están juntos y se aman. Entonces el viudo quiso llevárselos a mis hermanos pero era muy tarde, no lo conocían. Ahora somos cuatro viejos, dos varones murieron, somos tres mujeres y yo. La excusa que dio fue que no había podido volver antes…
El Teatro era para los indeseables
– Empecé a hacer teatro entre los 16 y 17 años. Iba al «Jockey Bar», frente a la plaza 9 de julio, al lado del ex Cine Victoria, donde está ahora el Mac. Iba a la escuela por la noche, al bar íbamos a hablar pavadas con el que ahora es mi cuñado. Había un tipo que me miraba, y como mi cuñado era medio malevito le dijo “qué mirás vos…” “Lo miro al señor… ¿hizo radio alguna vez?” –me preguntó. “¿Le interesaría hacer radio?” Me dijo que vaya a la LV9 Radio Salta, donde hoy es la Dirección de Cultura, estaba lleno de yuyos, había como un campito en la parte de adelante, y al fondo, estaba la radio. ¿Quiénes hacían radioteatro? Magdalena Sirolli de Wayar y Arturo Wayar Tedín. Falto a la escuela y voy a las 21, 30 hs. a la radio. Llego y uno me dice “vení Negro, tenés que entrar corriendo y llorando y decir la mamá se ha muerto”. Yo no sabía nada, nunca había visto teatro, nunca. Me paro ahí con el texto y lloro. Quedé en el grupo para siempre. Era muy divertido. Pasaron los años, yo tenía 21, trabajaba en el comercio y hacía radioteatro. En el almacén Vidal que estaba frente a la 9 de julio, leo en el diario un aviso que decía: “el Teatro Estudio Phersu inscribe jóvenes interesados en el teatro, tal día, tal hora…” Llego, había una cola importante, no conocía a nadie. Después supe quiénes eran: Juan Pablo Lo Giudice, Toty Ceballos (que ingresó tres años después), Claudio García Bes, Puri Cantarero… Nos daban Historia del Teatro, Esgrima, Fonoaudiología, Arte Dramático, y otras materias más. Yo hacía todo, estaba chocho. Un día, la directora del Grupo, Perla Chacón, nos dice: “el que apruebe el examen va a formar parte del próximo espectáculo”. Teníamos que caminar, decir los textos con la intención que nos marcaban, colocar el cuerpo de determinada manera, todas esas cosas… Pasaron tres días y dijeron «los que quedan son: Armatta, Pirucha Dakal, Delia Vargas, Claudio García Bes, Andrada, Santangelo, Rubén Pacho Cabello, Purita…» Esto fue en el 63’ más o menos.
Hacer teatro era de cholos, era de gente distinguida pero indeseable, porque en la fantasía de la gente estaba eso de lo “raro”. Imagináte que mi mamá murió y nunca se enteró que yo hacía teatro porque me hacía recagar (risas). Como no leía ni los diarios, jamás supo nada. Estaba embaladísimo con el teatro. Sale un aviso que se creaba la Universidad Católica de Salta y me olvido del teatro. A los 3 años me proponen hacer teatro y yo era el director. Cuando estaba por recibirme, hablo con el Padre Jimeno, el rector del Colegio más cheto de Salta, – que no era poco decir- el Belgrano, y recibo su total apoyo. La primera obra es «El Médico a Palos» de Molière, que fue un éxito a nivel colegial. La segunda fue “Los de la mesa 10” de Osvaldo Dragún. A Claudio García Bes no lo veía hace años porque se había ido a estudiar a Tucumán con profesores muy caros que obviamente para mí hubiese sido imposible pagar. Lo encuentro y le digo que venga a ver la obra, me dice “me encantó pero ta ta ta…” En aquellos años, yo era muy joven, la pesqué al vuelo, cambié la escena, era un miércoles y se estrenaba un viernes. El Tribuno sacó una crítica de la san puta, hablaba sobre lo difícil que era en esos años hablar de un tema tan difícil.
Del Fondo Nacional de las Artes se crea una beca para gente que quería estudiar teatro. Lleno los papeles, los mando y me olvido. Al años siguiente me llega la beca: un año para estudiar en Buenos Aires con estadía y pasaje, todo pago. Yo, feliz de la vida. Me voy por la mañana a tomar el Cinta de Plata, un tren plateado. Por Salta, yo había ganado la beca y por Tucumán, Claudio García Bes. Ahí nos hicimos amigos. Tenía una facha increíble. Me voy con mi bolsito a la estación, digo “chau” en mi casa, ya mi mamá no vivía… me toca el vagón E con camarote y me dicen “la cama de abajo ya está ocupada, le toca la de arriba…” Me instalo y veo por la ventana una multitud de gente afuera del E y salgo a mirar. Eran todos parientes de Claudio que se habían ido a despedirlo como si se fuera de Safari al África. Llevaba una frutera de plata con frutas para el viaje, un cubrecama, un visillo para la ventana… Empecé a reírme, me dio gracia eso, él se lo creía porque él había vivido así. Era así. Llegamos a Buenos Aires, al hotel y dicen «los de Jujuy, Salta y Mendoza, habitación 4». Entonces Claudio me dice “Vamos Negro”. Con esa voz de mando era imposible decir no, no te permitía discusión, yo no entendía nada pero salí detrás de él. “No vamos a dormir en esa pocilga”– me dijo. En todo era así. Fuimos a un hotel chetísimo, comíamos comida distinta, teníamos entradas para ver teatro, era muy ventajoso estar cerca de él. El curso duró de marzo a noviembre.
Me vine a Salta pero con todo lo que aprendí me entró un pánico mortal y nunca más volví al teatro. Pasó no sé cuánto tiempo y dije “bueno, vuelvo a hacer teatro…”
Taxi compartido
– Fue un éxito. Me dicen que había venido alguien de Buenos Aires. Era el Mago Roger (Juan Ángel Plaitano), un porteño con ínfulas, te hacía firmar un contrato y te descontaban si llegabas tarde. Yo firmé. No decía cuánto te iba a pagar pero sí cuánto era la multa. Faltaba una semana para el estreno, todos sabíamos la letra a la perfección y nada más. (Raúl) Costaguta sabía que yo había estudiado teatro y él tenía una relación directa con el Mago. Cada uno decía su texto y era una comedia de puertas, la cosa así no andaba. Entonces Costaguta le dijo al Mago: “me parece que esto no va, nadie sabe por dónde va a entrar, propongo al Negro para que nos dé una mano”. El Mago aceptó. Yo no soportaba la obra, hasta hoy no entiendo cómo tuvo tanto éxito. Costaguta llamó a conferencia de prensa a los periodistas, con cena incluída. Les dije que teníamos poco tiempo para ensayar porque nadie sabía nada y que encima perdíamos un día por esta conferencia, entonces él me contestó “estamos jugados”. Estuvimos desde las 20 hs. hasta las 16 hs. del otro día, antes del estreno, ensayando. Entre tanto, había otro problema de amores con dos actores y el Mago había descubierto la infidelidad de su pareja, andaba armado y quería matar a uno de ellos… Se larga la obra: carcajadas y carcajadas, la gente no paraba de reír. Termina la tercera función y la gente rompía los vidrios de la Fundación para conseguir entradas.
Eleonora Ferrer, Directora por entonces del Teatro Alberdi ve el éxito de “Taxi compartido” y dice: “chicos, les doy el Teatro de la Ciudad gratis por 10 funciones”. Roger le dice 25 y Eleonora acepta. Se hacen las funciones viernes, sábados y domingos pero dos semanas antes, ya no había entradas para el espectáculo siguiente. La Negra Cristina Idiarte estaba para comérsela a besos, María Laura Malap era hermosa. Eso tenía mucho gancho. Ahí fue cuando volví al teatro definitivamente (1996). Yo sabía que hice la obra en dos días y eso me dio una seguridad terrible.
Trabajé con Omar Pizzorno en “Confesiones en el barrio chino” (2001) de Nicolás Dorr, me gustaba Omar porque no se frenaba ante nada, en cambio yo decía no voy a poder, esto no lo voy a hacer… Hice otras obras como “Arsénico y encaje antiguo” (1993) y “Los intereses creados”. Ayudé en la asistencia de dirección de “Dos viejos pánicos” de Virgilio Piñera, a Claudio García Bes (1999). Se me iban las lágrimas con esta obra… Claudia Bonini me pregunta qué es lo que me conmovía tanto, yo le dije que esto lo planteaba Borges: “no nos une el amor sino el espanto”, por qué tener un amor así, me preguntaba. Yo creo que ni Rodolfo (Fenoglio) ni Claudia (Bonini) sabían bien lo que era la obra. Descubrí por qué Claudio me quería en la ayudantía: Claudia era difícil, comienzo a marcarle cosas y me dice “vos no sos el director”. Entonces Claudio le pidió que me hiciera caso.
Desde las entrañas
– Para mí “toda obra de teatro para que tenga valor artístico, el artista tiene que estar comprometido desde las entrañas”.
Entonces me preguntaba ¿qué diferencia hay entre el Teatro y el Psicodrama entonces? Yo lo hice pero había un psicólogo que nos paraba. Sigo sin saber dónde está la diferencia. Se me ocurre pensar que el Psicodrama está pensado para solucionar un problema personal tomando el Teatro como herramienta, en cambio el Teatro sirve para mostrarle al público algo que por obvio no lo ve. No estoy seguro de eso. En el Teatro quiero hacer un espectáculo, con el Psicodrama no, es algo que comienza y termina ahí.
Y yo por ejemplo, hace años que no veo una actriz como con la que quisiera trabajar desde las entrañas, creérselas.
Estoy orgulloso del papel que hice en “Limpieza” (2009-2010) y no me interesa si salió bien o mal. Me tomé el trabajo de ir a comer empanadas bajo el puente con los linyeras, de ponerme en un pedo baboso con ellos. Descubrí que el linyera no llora, no sufre. Si yo te pido que mueras en escena, quizá me hagás la muerte perfecta pero el linyera va a mirar el muerto y va a decir “la vida es así”. Está acostumbrado a sufrir, a ser discriminado, se divierte de sus desgracias, se toma el pelo, el linyera se conmueve cuando le tocás algo que le duele mucho, se niega a lo que sea afecto. Otro personaje que me gustó fue el arquitecto de “Techos rojos para zapatitos blancos”. Me gustó porque me sentía gordo para ese personaje pero la obra me llegó. Si supe transmitirla no sé… No estaba conforme conmigo mismo. Un gordo que era un fracaso en pinta tenía una mujer hermosa y rubia enamorada de él.
Detrás del escenario
– Dirigí “Crónica de un secuestro” (2003) y “Eva y la muerte” (2005). La dirección de teatro no me entusiasma tanto, los actores son muy histéricos, hacer un trabajo desde atrás no te permite mostrarte y uno quiere mostrase. Tenés que ver que el movimiento, el color, la música… que todo encaje, me cuesta concentrarme. Tengo la idea de lo que quiero pero no sé cómo transmitirlo. Si le digo “paráte ahí y sentí amor por el dueño de esa gorra”, quiero que lo haga pero nunca falta uno que te diga que no puede. No entienden. La Parodi, por ejemplo, te cuestiona y pide fundamentos y cuando entiende, te hace maravillas…
Hago teatro porque creo en el cambio social. Sirve para que la gente tome consciencia que la vida es una sola. No hay más. El teatro es un fenómeno ya. No es de mañana. Las 100 veces salen distintas, por eso los actores son cabuleros, un cordón de zapatos que se desata, cualquier cosa que pase te cambia todo y te sale bien si estás comprometido desde las entrañas.
Lo social no cambió. No sé si porque no lo supe hacer… Sí, creo que con las dos obras que yo más quiero como director que son “Crónica de un secuestro” y “Eva y la muerte”, algo cambió. Se modificó aunque sea la conciencia de mucha gente. La concepción de Eva se modificó. ¿Cómo eran Güemes y San Martín? Transpiraban, no se bañaban, tenían hambre… luchaban por un ideal pero eran seres humanos. Yo estaba harto de la Eva mártir, de la puta pobre que llegó a primera dama. Siento un amor especial por Eva Duarte pero para mí no tuvo nada claro, sí sabía lo que quería pero no cómo hacerlo, entonces lo hizo de otra manera. Disfrazarse de primera dama no era la salida. A Cristina (Fernández) le creo porque está preparada, la otra era a lo bruto. Cristina comete errores con los que no estoy de acuerdo, ideológicamente estoy de acuerdo con ella. En los casi 68 años que tengo vi cómo el 100 % de los que nos gobernaron nos robaron pero Cristina me permite vivir con una ilusión, pensar que todavía algo puede cambiar. No sé si es pretender mucho pero me conformaría que todos tengamos igualdad de oportunidades.
Los que no volvieron nunca más
– Sí, estuve en la política pero eso es algo de lo que no quiero hablar. Muchos compañeros no han vuelto, están desaparecidos. Algunos han matado por un ideal y ahora son romeristas con cargos altos y un sueldazo y miran a los negros desde arriba. Me dijeron “siempre viviste en un termo” pero prefiero seguir viviendo en un termo que ser como ellos, dos o tres se fueron a Sudáfrica a ver el Mundial. Puedo vender todo de mí pero hay cosas que no están en venta. Si alguien me dice que hagamos una función para Ricardo Fort la hago pero si me dicen que es para engañar a la gente no la hago.
En la dictadura lo pasé muy mal, fue muy feo. Si no me pasó nada fue porque mi hermana era la maestra del hijo del Comisario, imagináte que con 4º grado eras comisario así que la Señorita del hijo era como Madame Curie… (risas) Me metían en cana, iba mi hermana y me sacaba. Estar preso era una norma. La Psicología era mal vista ideológicamente hablando. Por aquella época, una parejita de psicólogos hizo volar una lancha donde iba el capo máximo de la Policía Federal, entonces todos éramos la misma mierda. Insisto y quizá te suene muy facho: no creo en una revolución sin sangre…
Yo no sé si Cristina Fernández terminará su mandato sin sangre. Creo que tendría que seguir o que tendría que ganar Néstor Kirchner porque si no, no vamos a conseguir nada. Vamos a volver con todo lo que ella logró sacar, se darán maña para que todo desaparezca…
El amor
– Es lo más lindo de la vida, es por lo único que vale la pena vivir. No creo en el amor eterno pero en el amor creo. Hay que aprovecharlo mientras dura, es un «arte efímero” por el que llorás muchísimo. Es el sufrimiento más grande pero también es la felicidad más grande. Si tuviera que llorar mil veces más lo haría. Ya no es tan importante que te amen, lo importante es que vos amés, si amás a esa persona. Si esa persona siente algo por vos nunca lo vas a saber. Me conformo con tener a quien amar, no que me amen. Si me aman, mejor. Dónde poner el amor es lo que importa, esto te tiene que dar toda la felicidad del mundo. El amor no se entiende sin sexo, la cama es más linda con amor, una cosa va implícita en la otra. Está en que nos demos cuenta cuándo es realmente amor y cuándo es sólo sexo.
Me enamoré del último papel, del de “Limpieza”. También del arquitecto de “Techos rojos…” Lo quise al viejito de “Arsénico…” Casi todos los papeles me gustaron, menos el de las comedias, sé que es bueno hacer comedias, que tiene valor, pero conmigo no va. Recibí críticas favorables por hacer comedias pero me daba vergüenza de lo que estaba haciendo.
Creo que el éxito de “Taxi compartido” no se repitió porque no apareció una obra buena. Pero “Arsénico y encaje antiguo” también fue un éxito grande. Eran dos viejitas simpáticas y dulces que para ayudar a los pobres los mataban y los metían en un sótano. Era un cago de risa. Tuvo una puesta brillante de Claudio García Bes con una escenografía de dos pisos. Yo era el viejito que cerraba la obra, al momento que va a firmar el contrato la viejita le dice “¿una copita de anís?”. Las viejitas eran Alcira y Ana María Bertuche, que estaban muy bien en sus papeles. Fenoglio tenía una actuación importante, Chacón estaba muy bien… No me gustaban ni Bonini ni Cejas. Nunca me gustó Claudia aunque tenía una gran técnica, una excelente voz y un gran manejo del cuerpo en el espacio.
Los recuerdos
– Fui compañero de la primaria de Alberto Noé. Yo vivía en Balcarce y España, mi papá tenía la sastrería más importante del norte. Alberto vivía en 20 de febrero y Caseros, su papá tenía una tienda de cortes de telas. Los Noé eran cuatro hermanos, dos mujeres y dos varones. Una de ellas era tan bella pero tan bella… que lo sigue siendo hoy… Con mi amigo nos encontramos todavía y nos reímos de la vida…
Nuestra barrita de amigos estaba formada por cuatro chicos y yo, todos mis amigos eran judíos. Tengo los mejores recuerdos de ellos en esa época.
Un día, en la Universidad Católica, gané un concurso de cuentos sobre una experiencia en el bajo. El recuerdo más lindo que tengo de la Universidad es de Luisa Miller que me enseñó a amar la historia. Los curas jesuitas eran maravillosos, eran zurdos y se los tragó la dictadura, nos llevaban a trabajar a las villas, íbamos a “conscientizar” para que no los exploten, para que peleen. Desaparecieron todos. Leí Marx con ellos y me enseñaron que nuestro trabajo es que nos castiguemos menos entre nosotros porque no es cierto que Dios castigue. La hija del Cnel. Sánchez, todavía canta por los barrios y ayuda a la gente a abrir los ojos.
Siempre traté de olvidarme de las cosas fuleras, me acuerdo de las cosas lindas, preferí negarlas para que no me jodan…
Cuando la Católica hacía furor, teníamos el berretín de juntarnos los viernes en el Victoria Plaza, la confitería más paqueta de Salta. Con Trini Alonso, Rosa Nanni y Gloria López íbamos siempre. Habíamos comenzado a bocetear el ensayo de una obra que yo había escrito, se llamaba algo así como “La chica del bar”. Después se unió al grupo Toty Ceballos que tenía un laburito lindo y un auto. Fue quien nos cambió un poco la rutina de los viernes. Me acuerdo que las chicas de Psicología eran las más lindas de Salta. En un sector estaban los changos y en otro las chicas, y las miraditas iban y venían… algunas parejas se armaron.
El teatro independiente
– Sí. Va a subsistir eternamente como es ahora. Aunque no tenemos consciencia de clase, de lo que somos y para qué estamos. No hay un criterio para decir si es bueno o es malo, sí para decir me gustó o no me gustó (una obra). ¿Alguien te preguntó alguna vez qué quisiste decir con tu obra? Lo ideal sería que conversemos: “te doy mi opinión sin mala leche y yo contesto sin mala leche”. Todos somos grupitos que estamos por aquí y por allá, nadie sabe lo que hace el otro, somos egoístas, narcisistas… Tendríamos que preguntar cómo se haría más sencilla la obra al público pero no lo hacemos porque desconfiamos, porque es posible que el otro te arruine tu duda. Tenemos que tener menos vergüenza de lo que hacemos.
Cuando estaba el viejo Cine Arte, yo aprendí mucho de Ricardo Castro porque se hacía un debate. Yo salía con la sensación de “qué vi yo” y entonces iba de nuevo a ver la película…
Antes del estreno de “Eva y la muerte”, invité a siete personas a ver la obra para que me den su opinión. Algunas cosas le sirvieron mucho a Ana María Parodi y al actor (Varela Ramos) que hacía de la muerte, le dio mucha seguridad. A mi me dio felicidad porque sentí que logré lo que quise. Claro, tenés que encontrar gente que no esté envidiosa y que no te sientás inspeccionado… No esa gente que piensa “vamos a ir a ver en dónde metió la pata”. El que va tiene que ir a disfrutar.
Entonces el Teatro Independiente siempre va a ser una cosa de loquitos que sueñan.
Yo tengo confianza en la gente joven, vi a los chicos del elenco de “Limpieza” que tienen una actitud positiva, se animan a preguntar, la Carballo, Gauna, Bernabé… Espero que no los hagan creer que lo pueden todo, que no se suban al caballo, como vos decís… Porque eso hace que a uno le dejen de gustar.
Me parece muy mal que un actor deje de buscar… Si alguien tiene que hacer un borracho o un ciego, buscá tu borracho, buscá tu ciego… porque no hay esquemas. Lo difícil es la búsqueda pero se la encuentra haciéndolo. Yo me doy cuenta cuál es mi límite, entonces busco, pruebo, mejoro… y me va empujando a crear otras cosas. El trabajo del actor no se logra de sentado…
(Gracias Negrito!)
El Negro Carlos Armatta “Black”: «¿en qué momento dejamos de soñar?»
¡ Que linda nota Salta 21!
Despues de haber leido esto me he sentido un alumno frente a un gran maestro.
Los felicito a todos los de produccion y en especial a vos Romina por trasmitir informacion relevante de grandes personajes de la cultura de Salta.
El Negro Carlos Armatta “Black”: «¿en qué momento dejamos de soñar?»
Negro que linda nota me emociono mucho y la disfrute recuerdo los momentos de eva y fueron los mejores momento s que pase en mi vida fue un placer tenerte com director y a ana como compañera un gran pribilejio aprendi mucho a tu lado y te lo agrasco de todo corazon.
El Negro Carlos Armatta “Black”: «¿en qué momento dejamos de soñar?»
Disfruté mucho leyendo esta nota, el Negro Armatta es una personalidad muy querida, riquísima, discreta, con una mirada sabia no sólo desde el conocimiento, sino también, y principalmente, desde el instinto infalible. Y la nota lo capta en su esencia. Además… Qué lindos recuerdos…! Buena entrevista, Romina… y gracias, Negro, por compartir tanta vida.
El Negro Carlos Armatta “Black”: «¿en qué momento dejamos de soñar?»
Negro querido, sos un maestro. Tuve la suerte de trabajar con él y la calidez que emana, la generosidad con la que se ofrece y sobre todo la entrega que pone, hacen que sea el artista que es.
No todo está perdido, Negro, le seguimos dando pelea.Te quiero mucho.