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sábado, noviembre 23, 2024

El pájaro canta hasta morir

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Atocha es un pueblo de 200 hectáreas, a 9 kilómetros de la capital de Salta. Allí se levanta un cementerio de pájaros que hace 80 años creó José Solís Pizarro. Una historia de naturaleza y poesía. Debe ser uno de los pocos, sino el único, cementerio de pájaros del que se tenga noticias. Está en la Argentina, en el noroeste, en la provincia de Salta, más precisamente a 9 kilómetros de la capital, en un pueblito del Municipio de San Lorenzo que se llama Atocha.

– Revista Viva de Clarín – Edición 30/10/05 – Página 90 a 95

Investigación y entrevistas: Jesús Rodríguez

– Fotos: Nelson Ruiz.

Ya no es tan frecuente como era hasta hace unos años ver chicos y grandes, en familia, llegando desde cualquier confín de la provincia a traer a su mascota muerta, porque tampoco es tan común la costumbre de tener pajareras en las casas.

Ahora al Cementerio de Pájaros de Atocha llegan alumnos de las escuelas de Salta, en especial de los jardines de infantes. Los docentes les hablan de las aves y les inculcan que hay que protegerlas y que, es ese lugar, cualquier persona en el mundo que lo desee, puede sepultar un pájaro.

No vaya a creerse que el Cementerio en cuestión es un gran espacio. Apenas el fondo de una casa de paredes amarillas que hace 80 años, cuando se fundó el Cementerio, tenía paredes celestes. Está enclavado en el mismo municipio donde se encuentra la renombrada Quebrada de San Lorenzo conocida en el mundo por la zamba que grabaron Los Chalchaleros.

Atocha, es el reino del chalchal, y también del chalchalero o zorzal, y de los jilgueros, los martín pescador; los pájaros carpintero y los picaflores. Atocha es un pueblito perdido en el tiempo que tiene 200 hectáreas, lo suficiente para superar al Principado de Mónaco o al Estado Vaticano. Su fama se debe fundamentalmente a su Cementerio de Pájaros y a las reuniones que allí celebraban poetas de todas las latitudes.

Todos sabían que el Cementerio, como la casa, y casi el pueblo entero giraba en torno de un hombre de mediana estatura, fornido, que usaba bigotes y vestía de gaucho: José Solís Pizarro, un poeta amante de los pájaros que terminó participando activamente en la fundación del pueblo y la demarcación de su territorio.

Había nacido el 9 de febrero de 1909 en ese mismo lugar, cuando Atocha no era Atocha sino un grupo de ranchos en torno de la finca El Prado, que pertenecía a sus padres, don José Solís y doña Facunda Pizarro, y él era el único hijo de ese matrimonio de agricultores.

Dicen que el chico tenía 16 años cuando decidió organizar en el fondo de su casa un cementerio de pájaros, y 10 años después, aún soltero, destinó otro lugar, al costado del cementerio, para fundar El Refugio, un lugar para reunir poetas, artistas y escritores que compartieran el gusto por las artes y la naturaleza.

Él, que escribía desde niño, llegó a conquistar, con su libro Atocha, Tierra Mía (versos nativos), a la Real Academia Hispano Americana de Ciencias y Artes de Cádiz, que lo distinguió nombrándolo Académico el 27 de setiembre de 1939. En Salta no hay otro escritor que haya conseguido ese galardón. Atocha, Tierra Mía reúne 33 poemas de estilo gauchesco y tuvo nueve ediciones, una de las cuales tuvo el prólogo de Juan Carlos Dávalos, su gran amigo. Además de ser distinguido en Colombia y México, el libro se exhibió en el pabellón argentino en la Feria Mundial del Libro en Nueva York, en ese año.

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De todo esto habla ahora la menor de los cincos hijos que tuvo, Atocha del Valle, de 58 años, la única descendiente directa de José Solís Pizarro que conserva habla y memoria: “Mi mamá me contaba que papá se pasaba las tardes caminando por el Cementerio de los Pájaros, que para él era un sitio sagrado, un lugar que respetaba. Y yo tengo aún recuerdos de esa época: cuando una familia venía a sepultar un pajarito, nos pedía una pala. Cavaban la pequeña tumba, y era emocionante porque lo lloraban como si fuera que estaban enterrando a un pariente. Con unas ramas, le hacía una cruz quiquitita, la plantaban y se iban. Eso lo vi –aclara-; no me lo contaron”.

Sobre piedras hay poemas escritos en honor a los pájaros. No tienen firma pero pertenecen a José Solís Pizarro y a otros poetas llegados de todo el país. Como una que dice No se pueden arrancar gorriones del cielo. “Muchas veces los changuitos salen a cazar palomas para que su mamá haga un guiso. Pero matar por matar nada más, eso no puede ser”, añade Karina, de 11 años, caminando a un lado de Atocha del Valle Solís Pizarro de Maruyama.

La mujer no heredó de su padre el amor por la poesía pero sí su pasión por la política, llegando a ser dos veces concejal por Atocha en el Municipio de San Lorenzo. Su hermano Luis, en cambio, salió poeta como su padre, pero nunca publicó sus trabajos. Los tres hijos mayores ya murieron llevándose consigo también el secreto de la muerte de su padre. Porque como si hubiera sido un mito viviente, José Solís Pizarro se mató de un disparo a los 44 años sin que nadie hoy pueda saber el motivo de aquella decisión secreta. Atocha del Valle tenía por entonces sólo cinco años y nunca se atrevió a preguntarle a su madre, que tiene 88 años y está muy enferma, por qué aquel día su papá se mató en el atrio de la iglesia que tanto quiso.

Desde la puerta principal, la Iglesia de Atocha tiene once pasos hasta el atrio, distancia que caminó José Solís Pizarro aquel viernes 15 de mayo de 1953 antes de pegarse un tiro a los pies de la Virgen de Atocha. “La escuela está del otro lado de la calle (hoy avenida José Solís Pizarro). Aquel día la maestra y los chicos lo vieron a mi papá que iba y venía por el frente de la Iglesia –agrega su hija-. Luego él abrió la puerta de par en par e ingresó. Después se escuchó el disparo”.

– ¿Por qué se mató?

Era un hombre que no le convenía al peronismo de entonces. No se callaba nada… Cuentan que cuando él escuchaba que un auto venía por la picada (porque no había calles), decía Ahí me vienen a buscar… Pero cuando el vehículo seguía de largo, él se tranquilizaba. Lo habían amenazado con matar a mi mamá y a nosotros, sus hijos, y tal vez ante eso prefirió morir por nosotros”.

La muerte de José Solís Pizarro, fue comentada por los diarios de la época sin mencionar el suicidio. “Dolor de Pueblo”, tituló un diario, y en el primer párrafo afirmó: “Mujeres humildes, hombres del campo, criollos de ley, todos estuvieron ayer convocados por un mismo dolor, llevando el féretro del amigo muerto, del camarada caído, del poeta silenciado para siempre”.

Y fue Hernán Figueroa Reyes (el desaparecido folclorista salteño), quien grabó con dolor la zamba Solís Pizarro, de Solá y Patterson: “Lunita gris / llorando está / quien te cantaba / se fue lejos / ya no volverá. / / Quien te cantaba / se fue lejos / no regresará…”

La Virgen a los pies de la cual se quitó la vida había sido encontrada por su padre casi tres décadas atrás y dio lugar a la fundación del pueblo.

El 9 de diciembre de 1925 cambió la historia del poblado. Para esa época Atocha no era Atocha sino un grupo de casas alrededor de la Finca El Prado, a la que se llegaba a caballo y en carruajes desde Salta por un sendero polvoriento.

La finca había sido comprada tres décadas antes por su padre, un agricultor y ganadero que luego se casaría con Facunda Pizarro. Aquel 9 de siembre el padre de José andaba desmontando un potrero a pala y hacha a unos 600 metros de su casa cuando vio que entre las raíces del árbol que acababa de talar, algo brillaba. Era un trozo de concha marina que tenía tallada una virgen con el niño Jesús en los brazos, una estatuilla de no más 15 centímetros de largo con la inscripción Nuestra Señora de Atocha. El hombre no supo bien que virgen era esa, pero algo tuvo claro: “Si aquí ha aparecido, aquí debe estar eternamente para velar por el bien de todos”, cuentan que dijo, y para empezar le cambió el nombre a su finca.

La Virgen de Atocha

Mucho tiempo después se supo que el culto a la Virgen de Atocha surgió en España, en plena expulsión de los moros, cuando éstos incendiaron una plantación de atocha (una planta muy parecida al trigo) y también una capilla que había allí. Por milagro, dicen, el fuego consumió todo salvo la estatuilla de la virgen, que a medio quemar fue bautizada Virgen de Atocha, patrona de la realeza española.

Nadie sabía cómo llegó la virgen a la finca de José Solís, aunque se supone que como la zona era lugar de paso de los conquistadores españoles, alguien la perdió o – ¿por que no?- la enterró para que fuese encontrada.

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Lo cierto es que la noticia del hallazgo llegó a oídos del Obispo de Salta y Jujuy, monseñor Campero y Aráoz, y poco a poco la fe comenzó a movilizar a los gauchos de las fincas vecinas que llegaban a rezar. Un año después, monseñor Campero y Aráoz bendijo la imagen de la Virgen de Atocha y bajo un toldo de campaña del Regimiento V de Caballería Güemes, celebró la primera misa ante diez campesinos. Fue así como José Solís, el padre de José Solís Pizarro, tomo la decisión de que en sus tierras se fundara Atocha.

Planificó la iglesia, la plaza y la escuela que exigían las ordenanzas para la fundación de un pueblo, y dos años después se estaba colocando la piedra fundamental de la Iglesia donada por Benito Sembinelli. Por decisión de José Solís, la Virgen fue instalada en un plato de plata, en un cuadro con un fondo de terciopelo rojo, en el atrio en el cual, casi treinta años después, habría de matarse su único hijo.

Unos años después de que su padre hallara la Virgen, José Solís Pizarro decidió fundar la República Lírica de Atocha que con 200 hectáreas de territorio, debía ser la “Patria espiritual de los Poetas del Norte”.

Fueron años de deliberaciones, hasta que el 7 de agosto de 1948 fue autorizada la demarcación de los terrenos.

Es que mientras transcurría la vida rural, José Solís Pizarro distribuía su tiempo entre la poesía, la política y su actividad periodística, ya que editaba el censuario La Voz de Atocha. “Mi papá era un loco soñador –dice Atocha del Valle-. Un enamorado de su pueblo que hacía respetar la vida del gaucho”.

En su homenaje a Pizarro, las diez calles del pueblo llevan el nombre de poetas como José Ríos, Hugo Alarcón, Julio Espinosa, Estanislao del Campo, José Hernández, Manuel J. Castilla, Gustavo “Cuchi” Leguizamón, Jaime Dávalos, Bartolomé Hidalgo y Juan Carlos Dávalos.

Un refugio para el amor por las aves

EN EL CEMENTERIO HAY CENTENARES DE PÁJAROS SEPULTADOS Y LOS CHICOS CUIDAN LA ESPECIE.

La sala amarilla tiene puertas verdes. Sobre el marco de la entrada un cartel llama la atención: Cementerio de Los Pájaros. Y le sigue una frase: “Recuérdenme por mi canto y no por mi silencio”.

José Solís Pizarro tenía 16 años cuando creó este inusual
camposanto
en el patio de su casa bajo una arboleda de frondosos laureles. No podía ver un ave muerta tirada en el campo… él la levantaba y le daba sepultura.

La entrada al cementerio, que limita con un corral donde se amansan caballos, tenía una tranquera flanqueada por dos anchos pilares que están pintados a la cal. Ya no tiene la tranquera, y el hueco está protegido por una alambrada.

Debajo de la arboleda, hay un sendero a la par de una acequia que en verano baja con agua cristalina. Con durmientes de quebracho se hizo un pequeño puente que comunica al cementerio con El Refugio, el patio donde se juntaba Solís Pizarro con sus amigos.

En 1975 la Asociación de Cananicultores y Ornitólogos de Salta puso una plaqueta recordatoria cuando el cementerio cumplió cincuenta años. “Todavía hay gente que viene desde la ciudad y de provincias vecinas a enterrar a sus pájaros. Los traen envueltos en una mortaja y así los sepultan”, explica Analía Pintos de Maruyama, nuera de Atocha del Valle.

En el suelo hay lápidas con versos:

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un amoroso jilguero

hasta que cayó en la jaula

donde quedó prisionero.

Y otra que dice:

Canta el coplero

canta el vidalero

pero el que mejor canta

es el chalchalero.

Nunca se dejó constancia escrita de las aves que fueron sepultadas aquídice Analía-. Son centenares, de eso estamos seguros. Aquí vienen los chicos de Atocha todas las semanas a enterrar un pajarito. Y eso tiene de bueno: que los chicos aquí no andan hondeando las aves. Al contrario, ellos las protegen. Pero de ahora en más, vamos a llevar un registro de las sepulturas”.

Atocha del Valle Solís Pizarro de Maruyama está segura: “Los versos que hay pintados en las piedras del Cementerio son de mi padre y de los poetas que venían al lugar. Es una lástima que no los hayan firmado”.

Camino a Atocha, pasando el Barrio Santa Lucía, hay un barrio muy populoso que lleva el nombre de Don José Solís Pizarro. Sus calles tienen nombres de pájaros, en honor al Cementerio que creó el poeta.

Paso obligado de músicos y poetas

EL REFUGIO DE ATOCHA FUE VISITADO POR DISTINTOS PERSONAJES DE LA CULTURA ARGENTINA

¿Cuántos de sus poemas se inspiraron en sus tardes en el Cementerio de los Pájaros? No se sabe, pero José Solís Pizarro escribió varios libros. El más famoso es Atocha Tierra Mía (versos nativos), por el que le valió un lugar en la Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Cádiz. Con ocho ediciones, el libro logró hacer realidad el proyecto de convertir a Atocha en una República Lírica, Patria Espiritual de los Poetas del Norte.

La distinción codeó al poeta salteño con los grandes de la cultura argentina. Por aquellos tiempos, Atocha tenía unas cuantas casas, la Iglesia, la plaza, la escuela, la sala que era de color celeste, donde José Solís Pizarro vivía con su mujer y sus cinco hijos, y el Cementerio de Los Pájaros. Pero Solís Pizarro destacaba con su pluma las visitas de sus amigos y personajes ligados a la cultura y a la política.

Allí se congregaban los poetas, escritores y políticos locales más importantes de la época, como Juan Carlos Dávalos, Manuel J. Castilla, Carlos Serrey, Agustín Usandivaras (del Partido Nueva Provincia al que pertenecía José Solís Pizarro), y el poeta Souza Raili, que fue quien bautizó el patio que colinda con el Cementerio de Los Pájaros con el nombre de El Refugio. Y cuentan que hasta monseñor Tavella iba a dar misas allí.

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Pero además de los salteños, por Atocha pasaron otros grandes de la cultura argentina. Héctor Bernarbé Carybé (dibujante de Caras y Caretas ), Alfredo De Angelis y Julio de Caro. Samuel Eichelbaum (autor de obras de teatro como Un guapo del 900) viajó a Salta y se llegó hasta Atocha después de presentar en Buenos Aires su obra Señoritas. De puño y letra, en las memorias del lugar dejó una dedicatoria: “Platón excluyó de su República a los poetas, por considerarlos perjudiciales para las instituciones republicanas. El amigo Solís Pizarro fundó la República Lírica de Atocha, de la que es monarca absoluto y en la que no pueden vivir nada más que los poetas”.

Hasta Carlos Gardel estuvo con Solís Pizarro, a quién el salteño le regaló una quema. El retribuyó, cantándole: “Guitarra, guitarra mía, / por los caminos del viento / vuelan en tus armonías / coraje, amor, lamento. / Lanzas criollas de antaño / a tu conjuro pelearon / ¡Guitarra, guitarra criolla / dice que es mío ese llanto!”

También Libertad Lamarque paseó por el Cementerio de Los Pájaros y dejó una dedicatoria en las actas de El Refugio. De una cartera sacó una foto suya y la dedicó: “A mi amigo e inspirado poeta José Solís Pizarro”. Y Atahualpa Yupanqui escribió en diciembre de 1940: “siempre en mi vida recordaré a Atocha, y que Dios quiera que siempre me encuentre en sus fiestas regionales que hacen honor a nuestro tradicionalismo”.

Y como si fuera poco, José Solís Pizarro, allá por la década del 30, fue el precursor de los desfiles de gauchos de a caballos en las fiestas patronales, cuando acompañó con su Fortín Atocha, una procesión de la Virgen del Perpetuo Socorro, patrona de los gauchos, que desde entonces se mantiene como una tradición.

NdR:

Material exclusivo del archivo del periodista salteño Jesús Rodríguez.

– Apenas ayer, 15 de mayo, se cumplía otro aniversario de la muerte de Solís Pizarro, acaecida en 1953. Así, lo recordamos.

Fotos: en portada José Solís Pizarro, la segunda es Atocha del Valle, su hija; la 3era. foto exhibe la Iglesia donde se encuentra la Virgen de Atocha; la 4ta. foto muestra el Cementerio de los Pájaros y la última, corresponde a los nietos del poeta.

3 COMENTARIOS

  1. El pájaro canta hasta morir
    felicito por el sitio , la veradad me alegra mucho que se difunda parte de la traaaaadicion salteña

  2. El pájaro canta hasta morir
    CONOZCO Y QUIERO MUCHO A MI COLEGA, COMPAÑERA DE TRABAJO Y GRAN AMIGA , LA DOCENTE “ATOCHA DEL VALLE SOLIS DE MARUYAMA”, Y LA ALIENTO DESDE AQUI A SEGUIR DIFUNDIENDO LA OBRA DE SU PADRE , A MANTENER VIVA LA TRADICION SALTAEÑA Y DEL PUEBLO DE ATOCHA Y SERIA BUENO REEDITAR «ATOCHA TIERRA MIA » PARA QUE LA CONOZCAN NUESTROS ALUMNOS . UNBESO PARA MI AMIGA Y SUS HIJOS ,

    NOEMIWILLIAMS

  3. El pájaro canta hasta morir
    HACE UNOS AÑOS ATRAS, POR PRIMERA VEZ, VISITE ATOCHA CON MI HIJITO DE 4 AÑOS, FUE MUY EMOCIONANTE RECORRER ESE LUGAR, CEMENTERIO DE PAJAROS, UN ENTORNO NATURAL, CON GRANDES Y ROBUSTAS ARBOLEDAS, IDEAL PARA QUE ALLI DESCANSEN AQUELLOS SERES QUE CON SU VUELO Y SU CANTO NOS ENSEÑAN EL SENTIDO DE LA LIBERTAD. SIEMPRE QUE PUEDO RETORNO A ESE LUGAR, ALLI ENCUENTRO ,LA PAZ Y EL SOSIEGO A LA AJETREADA VIDA DE LA CIUDAD, DESDE CORDOBA, VIAJO A SALTA VARIAS VECES AL AÑO Y SI NO VISITO A ATOCHA, SU CEMENTERIO DE LOS PAJAROS, LA QUEBRADA DE SAN LORENZO, ES COMO QUE JAMAS HICE ESE VIAJE. LA HISTORIA, LA TRADICION Y LA ESMERADA ATENCION DE LOS SALTEÑOS SON UNA INVITACION A VOLVER. ALLI ESTARE, BAJO LA GENEROSA SOMBRA DE ESOS FRONDOSOS ARBOLES, BUSCANDO LA PAZ INTERIOR Y DESCUBRIENDO LOS SENTIRES DE PROFUNDA HUMANIDAD QUE INSPIRARON A SOLIS PIZARRO A ERIGIR EL LUGAR PARA QUE DESCANSEN NUESTROS AMIGOS, AMADOS Y RESPETADOS PAJAROS. HASTA PRONTO.

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