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domingo, noviembre 24, 2024

El poder de las palabras de amor

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A veces el poder del habla es mayor que el de algunos actos. Cuando nos prometemos amor, el mundo se detiene. El vínculo que se crea con la palabra es uno de los más fuertes.

En danés se dice “Jeg elsker dig!”; en hawaiiano, “Aloha wau ia ‘oe!”; en japonés, “Kimi o ai shiteru!”, y en alemán, “Ich liebe dich!”. Otras formas de expresarlo son “Ti amo!” (italiano), “I love you!” (inglés), “Mi amas vin!” (esperanto), “Je t’aime!” (francés), “S’ayapo!” (griego), “Ya tyebya lyublyu!” (ruso) o “ Seni seviyorum!” (turco). Todas son diferentes maneras de indicar un mismo sentimiento: el amor.

Único y potente, el amor atrae y vincula a los seres humanos con una fuerza a menudo irresistible y vertiginosa, que disipa las sombras de la soledad, los traslada a cimas insospechadas de felicidad y plenitud, los inunda de confianza y les hace sentir que su vida “ahora sí que tiene sentido”.

Curiosamente, a pesar de la apasionada verborrea de los enamorados, de la infinidad de poemas, obras literarias, piezas musicales y estudios científicos que se han escrito sobre el tema, y de la omnipresencia de este sentimiento en la vida y la comunicación cotidianas de las personas, “el amor, el enamoramiento, es un sentimiento que cuesta expresar en palabras”, señala la doctora en Ginecología, Obstetricia y Pediatría y profesora de Sexología en la Universidad de Salamanca (centro de España), Carmen López Sosa.

Para esta experta, nadie mejor para expresarlo que “los poetas, perpetuos enamorados de la palabra y la metáfora que son capaces, a veces, de plasmar esos estados de amor en unas frases que muestran esos estados de arrebatamiento y también de dolor”.

“Si el enamoramiento es correspondido, llena la vida de color y le quita su poso amargo, hace captar las cosas con más gusto, modifica la valoración de lo bueno y de lo malo, pinta una sonrisa en el rostro y la sonrisa del otro te hace sentir mariposas en el estómago”, señala López Sosa, autora del libro “Sexo y sólo sexo” .

LA VOZ DEL ENAMORADO: UNA CARICIA

Según esta doctora, durante el enamoramiento la mirada del otro “te envuelve, te embriaga y te da calor, te cubre y te arropa. Perderse en el olor del amado es confort. Trae ensoñaciones, evoca el movimiento de los pliegues de una falda, una corbata, una mano. Es como estar en casa, es un refugio, es calma”.

“El amor es besar y que te besen. En el beso, hay un reconocimiento de pasión. Besar no es fácil. La boca es una parte íntima que cuesta compartir”, señala la experta.

Y además de besos, la boca del ser amado nos regala palabras de amor. “Su voz es una caricia. Cuando te llama, oír tu nombre en su boca es especial. ‘Paula’ ya no es sólo Paula. Ese imperceptible matiz te hace única, te individualiza, te llena de gozo el alma. Ese ‘Jaime’ es sólo de ella y él. Oímos tantas veces nuestro nombre que apenas recapacitamos en cómo suena, pero el amado lo hace tan dulce como la brisa”, señala López Sosa.

Precisamente, “una de las características de las etapas iniciales de toda relación son las largas conversaciones de los enamorados, que dejan de lado otras ocupaciones y aumentan sus facturas telefónicas”, señala la psicóloga Majendri Marqués, que dirige el Centro de Crecimiento Personal en la localidad de Arroyomolinos, en Madrid (España).

Según esta experta, la denominada ‘verborrea amorosa’ es una expresión más del profundo estado de alteración de la mente y las emociones que produce el enamoramiento, comparado por algunos expertos con un la enajenación transitoria: “un estado emocional tan intenso que la persona se siente presa de un torbellino incontrolable y de la irresistible atracción por el otro”, comenta.

“Las palabras durante el enamoramiento, dichas desde el corazón y la emoción más que desde la razón y la reflexión, expresadas con pasión y dulzura por uno y escuchadas con avidez y deleite por el otro, adquieren un poder inusitado, porque son amplificadas por la exaltación de los sentidos y las percepciones, por la atención sostenida y, a menudo exclusiva, que se prestan mutuamente los enamorados”, señala Majendri.

Según la experta, “las promesas de amor eterno, de estar juntos para siempre, de no dejar al otro por nada ni por nadie, expresadas en un tiempo tan especial como el San Valentín, adquieren durante la etapa del enamoramiento la categoría de mandamiento religioso, de compromiso sagrado, casi de un pacto de sangre”.

“Las promesas amorosas tienen una gran fuerza psicológica: son como el cemento mágico destinado a pegar los cuerpos y las almas. Los enamorados están plenamente convencidos de que se ajustarán a ellas durante toda su vida”, señala la psicóloga que advierte que “con el correr de los meses, y a medida que el estado físico y anímico de él y ella antes revolucionado por el amor se va sosegando, las cosas suelen cambiar”.

Según Majendri, “el torrente inicial de palabras puede llevárselo el viento, como bien afirma la sabiduría popular, que también señala que las promesas suelen quedarse sólo en eso: en promesas que finalmente decaen o no se cumplen. Para que la relación se asiente y consolide, se debe cultivar una buena comunicación, uno de los pilares de toda pareja que funciona”.

Según los expertos, estamos programados para desapasionarnos después de 18 a 30 meses de relación de pareja. En ese momento, los sentimientos pueden terminarse, pero también transformarse en una unión consolidada controlada por el corazón y la cabeza.

DESPUÉS DE LA PASIÓN, LA COMUNICACIÓN

“Si se saben encauzar los sentimientos después del primer impacto visceral, se puede conseguir que el amor llegue a buen puerto y que se transforme en una relación más profunda y duradera”, explica la psicóloga Isabel Menéndez, psicoanalista, escritora y colaboradora de la revista Mujer Hoy.

Para la experta, “la transformación de una pasión repentina en un amor duradero requiere profundos cambios internos. Mientras el que vive la pasión niega sus defectos y carencias, creyéndose indestructible, los protagonistas de un amor verdadero reconocen los puntos débiles del otro y los aceptan”.

Según Menéndez, “la pasión nos hace altivos, y el amor humildes. La primera es rápida y el segundo se consigue día a día. Además, el arrebato excluye lo que no guarda relación con éste, mientras que el cariño incluye aquello que enriquece a los miembros de la pareja”.

Uno de los ingredientes clave para consolidar la relación, transcurrida la apasionada e inicial verborrea del enamoramiento, consiste en aprender a comunicarse de manera sincera y eficaz.

Para Majendri Marqués “es casi imposible que una pareja funcione bien, resuelva los problemas que surgen o que sus integrantes se sientan a gusto con la relación, si no se comunican entre ellos, si no se expresan el uno al otro sus sentimientos, inquietudes y proyectos. El objetivo nos es que hablen sin parar, sino que ambos se expresen y escuchen, para entenderse”.

“Antes de juzgar una situación o una actitud, hay que intentar ponerse en el lugar del otro, intentar conocer qué siente, cómo piensa, por qué ha obrado de ese modo: en resumen, intentar comprenderle”, explica la experta para quien “nadie es dueño de la verdad ni puede esperar que los demás se comporten ni piensen igual que él. Hay que ser tolerante con la pareja siempre que sea honesta y no nos cause un daño físico o emocional”.

Para comunicarse bien es fundamental mantener el respeto, asegura la psicóloga que aconseja que “cuando no se está de acuerdo o se discute, hay que evitar los insultos o levantar el tono de voz. Es preferible posponer una conversación hasta que las emociones desagradables u hostiles hayan bajado de intensidad, para poder hablar con serenidad”.

– Por Omar R. Goncebat / EFE REPORTAJES

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