I.- Introducción. Etiología del trauma histórico y del estado frágil
Para poder entender los fenómenos traumáticos que se padecieron en la década del 70 y la incidencia que tuvieron en la fragilidad de los estados periféricos, debemos ponerlo en un contexto histórico, en su relación con la crisis de identidad, y en su vinculación con la geografía, el calendario y la lengua de la memoria.
La fragilidad del estado no es ajena a los traumas histórico-políticos, como las guerras, las conquistas, las invasiones, la violencia separatista, las revoluciones, los golpes de estado, las dictaduras, los exilios, los magnicidios, los suicidios, los movimientismos, las crisis de identidad (social, racial, o religiosa), la corrupción burocrática, o los extremos en los ciclos de auge o euforia y de depresión o decadencia.
Por lo tanto, la fragilidad del estado debe ser estudiada en combinación con los traumas históricos y no se los puede escindir. Para Cathy Caruth, Shoshana Felman y Dori Laub, el trauma clásico trastorno de estrés post-traumático (TEPT) es individual o personal, de corto plazo y de orden etno-lingüístico (holocausto, pogroms), aplicable sólo a la civilización occidental (Europa y los Estados Unidos). Por el contrario, para Michael Rothberg, Stef Craps y Sonya Andermahr, el trauma histórico (TH) es algo colectivo, endémico, acumulativo, trans-generacional y de larga duración como el colonialismo (desposesión, dislocación), aplicable a la historia de América Latina, que desde la conquista (1492) ha sido víctima del reparto europeo del mundo, y también aplicable a la historia de África, que fue víctima de ese mismo reparto pero desde la Conferencia de Berlín en 1884, y a la de Asia Menor que fue víctima del último reparto europeo desde los Acuerdos Sykes-Picot en plena primera Guerra Mundial (1914-1922). Pero así como el colonialismo, el esclavismo y el particionismo han sido para América, África y Asia traumas colectivos acumulados, el pretorianismo ha sido para América Latina y África un trauma puntual y cronológicamente repetitivo; y el movimientismo y el patrimonialismo traumas continuos pero de una muy larga duración.
Asimismo, intentaremos operar los fenómenos históricos traumáticos, en función de las teorías cíclicas, y de la teoría post-colonial del trauma. La presión por fugar de estados dictatoriales, bárbaros, esclavistas o populistas crecía a medida que aumentaba la traumaticidad del régimen combatido (esclavismo, feudalismo, colonialismo, elitismo, pretorianismo, populismo, patrimonialismo), y la posibilidad de migrar a estados o tierras prometidas donde imperara la libertad, o a retornar al país de origen una vez restaurados los derechos humanos, y merced a la ayuda de organismos internacionales (e.g.: ACNUR).
Más aún, las motivaciones a las que obedeció el colectivo traumatizado las debemos analizar mediante disciplinas diversas, por ser campos dinámicos que fluctúan permanentemente en su contenido y en sus límites (Steinmetz, 2009): a) los estados de euforia y depresión con la psicología del trauma; b) el ciclo de auge o decadencia con la sociología y la demografía de los fenómenos traumáticos; y c) la mayor o menor extensión temporal, poblacional y espacial de eventos trágicos que fundados en la teoría del trauma clásico o trastorno de estrés post-traumático (TEPT) debe ser confrontada con la teoría pos-colonial del trauma histórico (TH), y con las teorías sobre la crisis del estado-nación (Bavaresco, 2003) y sobre los estados frágiles y fallidos (Olivier Nay, 2013).
En ese sentido, nos hemos propuesto encarar en este trabajo media docena de módulos temáticos, llevando para ello una secuencia histórica y un tratamiento interdisciplinario del trauma (sociológico, antropológico, geopolítico, psicológico, lingüístico, demográfico, psicoanalítico, etc.), que comenzando con la reincidencia acumulada de traumas histórico-políticos (conquistas, guerras, golpes de estado, destierros, violencias separatistas) y retornos democráticos (salidas electorales condicionadas); se agravaron con los movimientismos históricos fundados en liderazgos carismáticos y míticos; y culminaron con deformaciones, tales como el patrimonialismo, que provocaron en las responsabilidades estratégicas y operativas la endogamia fraudulenta, la obscenidad indemnizatoria y el corporativismo burocrático.