«En un sol amarillo», la obra de teatro del grupo Teatro de los Andes, es una historia de sobrevivientes. Después de «Otra vez Marcelo» y «¿Te duele?», el teatro boliviano propone una especie de desenmascaramiento de la corrupción, vicio que se instala no sólo a nivel de los poderosos sino de la misma sociedad. Otra alternativa dramatúrgica.
El poeta Daniel Aráoz Tapia, quien presentó en Tucumán en diversas oportunidades el espectáculo Dicha sin culpa, un recital poético junto a Matías Manzur, ha escrito para El siglo una crítica sobre la obra En un sol amarillo, memorias de un temblor y también ha sido enviada a Salta 21. Nuestro sitio, realiza sistemáticamente crítica de teatro. En esta oportunidad, se ofrece a los lectores la posibilidad de conectarse con este teatro porque además es conocido por los salteños. Su referente es Bolivia.
El grupo Teatro de los Andes, dejó en Salta con su obra Otra vez Marcelo, una huella profunda y delicada de un teatro de la identidad trasbasado por la historia y la congoja de un pueblo. Los recursos escénicos y las actuaciones del grupo fueron dignas de elogio tanto como su dramaturgia.
El FITSA 2006 (Festival Internacional de Teatro Salta 2006), realizó una propuesta con obras de diversos países en las que a mi entender, Bolivia fue una de las perlas. Las presentaciones de obras argentinas tambièn maravillaron, recuerdo entre tantas, la de Neuquén con «La niña invisible» por el grupo Atacados por el arte o la genial presentación de Rubén Orsini con sus marionetas en la obra «Esto no es vida».
Dice Daniel Aráoz Tapia sobre el texto de César Brie (director y actor): «En un Sol Amarillo, Memorias de un Temblor, a cargo del grupo Teatro de los Andes, de Bolivia, se presentó el domingo último en el teatro San Martín.
Dicen que la muerte nos iguala. Pero las catástrofes, cuando ocurren en sociedades hondamente agrietadas, hacen que algunos sean “más iguales que otros”. Valga el dicho tanto para los muertos como para los sobrevivientes.
En un sol amarillo es, en todo caso, una historia de sobrevivientes. A casi diez años del terremoto de Aiquile que la inspiró, la obra – concebida en 2004 – estremece auditorios a uno y otro lado del océano, con su trama situada en un país sin mar y su poética que funde escuelas y tradiciones teatrales diversas.
Lejos de las etiquetas genéricas, el Teatro de los Andes y su potente dramaturgia han sabido nutrirse de las raíces locales y entregar al público una propuesta estética tan genuina como vigorosa.
A diferencia de la estructura “dialogal” de Otra vez Marcelo (presentada en Tucumán hace exactamente dos años) y de ¿Te duele? (que se mostró en la sala Caviglia el sábado último), En un sol amarillo juega con cuatro actores en escena, lo que le permite alternancias y transfiguraciones muy efectivas, como también momentos más “corales” de dura y sobria belleza, realzados por la música de fanfarria fúnebre.
Los personajes son múltiples y técnicamente bien compuestos, con importante compromiso físico, cuidada emisión y sólido trabajo de campo apuntalando el texto. Los objetos escénicos, el vestuario y la escenografía participan – con una precisión casi de sismógrafo – de la puesta que a menudo discurre entre la amargura del grotesco y el vértigo de la parodia.
El proclamado interés del grupo dirigido por César Brie, el de construirse a sí mismos en el perfil de “actor-poeta” al mismo tiempo que construyen un nuevo público para tal propuesta, se sostiene y se potencia en el impecable ritmo narrativo que hasta ofrece a los espectadores una catártica participación física hacia el final.
A propósito, si bien la acción de “apedrear” a los políticos descomprime la tensión derivada del arduo pathos de la obra, toda la segunda mitad de la trama, con su registro de manipulaciones, vejaciones y complicidades, nos propone descubrir a los corruptos no sólo entre los “poderosos” sino también entre los diversos pliegues y hendiduras de la sociedad civil».
– Título de la nota: original de Aráoz Tapia : «alude-en palabras del poeta- a que En un sol amarillo echa luz sobre las desigualdades de una sociedad clasista, donde los pobres y particularmente los niños de los hogares de trabajadores pusieron la mayoría de los alrededor de 80 muertos que dejó el terremoto. Y por otro, se trata de una intertextualidad referida a «El sol sobre las cosas perdidas», uno de los libros de poemas de Pablo Dumit, viejo amigo tucumano que vive en Buenos Aires y es el autor de «Viajero», un poema de Dicha sin Culpa«.
– Foto de portada, obra «Otra vez Marcelo»