“Entré caminando”, dice parodiándose a sí mismo anoche en el Teatro del Huerto. Todo a partir de un tropezón que tuvo hace un tiempo previo a la grabación de un musical por el que aclara -frente a tanta exageración mediática- que no estuvo inconsciente como dicen y que en todo caso “estoy inconsciente desde que nací”. Con este marco hace todo un rosario de anécdotas desopilantes. Su monólogo de una hora y media sigue la línea de su trabajo de hace 50 años y desafía la memoria histórica de los argentinos: “¿Cuándo estuvimos unidos?”
Su reciente viaje a Grecia es un motivo dentro de su espectáculo sobre todo para afirmar contundentemente que “no estamos tan mal”. Pinti abre una ventanita a la esperanza y por supuesto que critica lo que pasa en el país y en el mundo: las siete guerras, el ébola y el perpetuo estar en un año electoral… El ADN de los argentinos es un tema: la cara de culo que nos caracteriza, la queja permanente, los que solucionan todo en una mesa de café…los socorristas del momento pero después que Dios te ayude, el sensacionalismo de la prensa, el lenguaje talibán y el discurso político “yo o el caos”.
Con lo de la grieta se mete de lleno en pequeñas historias de artistas que entre los años 50 y 60 terminaron exiliados o sin laburo, o porque eras peronista o porque no lo eras, si lo eras y venían los milicos terminabas fuera del país y si no lo eras y no podías fingir, te quedabas sin trabajar por años. Critica la falta de memoria que es imperdonable en gente de más de 40 años. “Qué me van a venir a hablar a mí de la grieta, por favor…!”
Critica la división sinsentido con una anécdota interesante: la unión del menemismo con la UCD cuando era impensable y sucedió… El poder se da la mano y los que terminan mal siempre somos nosotros, “miren si después viene la alianza Cristina-Macri”…
El turno de los puteadores y no puteadores. El humor hablado lo heredó quizá, de su tía Matilde o de alguna otra tía tremenda. En su familia estaban los peronistas y antiperonistas. También los puteadores y los no puteadores. Se dio cuenta que para putear había que tener gracia. Y pasea por su recorrido artístico en los teatros independientes, por los libros que leyó y con los autores que se identificó: “Soy Aristófanes y no me di cuenta”– exclama. Incursiona por la tragedia con «Edipo Rey» y por la comedia, primero con Aristófanes, de la Grecia Clásica, y después con Molière. Cuenta la historia de “Lisístrata”, del comediógrafo griego que planteó la huelga sexual de las mujeres.
No es casual su identificación con Aristófanes, quien pudo obtener de su propio contexto el material suficiente para realizar sus comedias políticas, tal y como lo hace Pinti: el experto monologuista extrae sus anécdotas y humoradas del país en que vive, del mundo actual.
El artista imagina lo que en realidad “dicen” los funcionarios al momento del juramento sobre los Santos Evangelios, un texto que no tiene desperdicios y que en uno de sus fragmentos dice: “planté un hijo, escribí un árbol y tuve un libro…” Realmente una genialidad de su parte para demostrar cómo les importa un comino jurar por Dios y la Patria, y blá blá blá.
Me pareció fantástica la mención de Aristófanes. Porque veo en Pinti un actor con altos ideales. A través de su hablar se puede conocer la vida cotidiana de los argentinos, sin eufemismos. No por nada a la hora de entrevistarse con él, esperan que pinte la realidad del país, porque es elocuente, porque su humor es inteligente y su osadía está en la cúspide. Su palabra tiene valor justamente porque no tiene pelos en la lengua para decir cómo va la brújula política. Es un actor que se anima, pero sin violencia, con su frecuente puteada, a decir lo que hay que decir. No está casado con ninguna línea, es un humorista virgen y hay pocos humoristas vírgenes. Critica a los unos y a los otros por igual, y tiene un sentido común que se expresa en sus monólogos. Por eso produce encantamiento.
Como además rompe barreras, y a los 75 años es tan fresco como siempre, con aires de juventud reposada en sus experiencias de vida, no esperaba otro cierre que no sea típico de la polémica que instala en su unipersonal. Pinti es Pinti. Hiperreflexivo, mordaz, picaresco, atrevido, singular, alegre, cáustico. Realizó un homenaje a Francisco de Quevedo por su “Soneto al culo” que muchos estudiosos pretenden esquivar y hasta desconocer del gran poeta. Sus gracias y desgracias (las del ojo de atrás), son retratadas por Pinti en una suerte de tirada de versos.
Como remate Pinti canta. Bueno, si se atreve a putear como no se va a atrever a cantar. Ya lo dijimos, atrevido es. Y mejor no les cuento cómo sorteaba el bullying cuando era estudiante, tema del que también habló, como lo hizo del corralito -a cuyos culpables les dedica la puteada más larga del mundo- del dólar (afición setentista) y de su profesora de historia en el 3º de secundaria.
Una verdadera sátira contra la neurosis.
– Anteriores:
Enrique Pinti es un artista ingenioso, puteador y crítico
http://www.salta21.com/Enrique-Pinti-es-un-artista.html
Cambalache con Enrique Pinti en «Pingo Argentino»
http://www.salta21.com/Cambalache-con-Enrique-Pinti-en.html