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martes, octubre 8, 2024

Entrevista en 13 preguntas a Darío Sztajnszrajber

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Mañana soleada y calurosa del viernes 7 de septiembre en Salta. Su libro “Filosofía en 11 Frases” que más tarde será autografiado y dedicado para esta periodista, ya está en mis manos. Es la sexta edición y lleva ya más de 50.000 ejemplares vendidos. La noche anterior vi “Salir de la caverna”, su último espectáculo que explotó de público en el Teatro del Huerto. Un “hola cómo te va” de toda la vida inicia la conversación con Darío, pensador, docente, ensayista y conferencista. Sin desperdicios. Un andar en busca de pensamientos. Pensamientos en busca de un andar…

“Salirnos de nosotros mismos” (sin darnos cuenta)

¿La angustia existencial te ayudó a escribir este libro?

– El libro es un resultado de la angustia existencial que es la que también me llevó a hacer filosofía. Lo que pasa es que es circular el sistema de causa y efecto – digamos. La angustia existencial te lleva a hacer filosofía, pero al mismo tiempo hacer filosofía va provocando que esa angustia esté todo el tiempo presente porque la tendencia que tenemos todos los seres humanos en general, es tratar de aplacar las angustias, de disuadirla, ¿no? de huir de ella… Y la manera que tenemos, como dice por ejemplo Kierkegaard… es “huyendo hacia la cotidianeidad”. La vida cotidiana con sus prácticas y con sus sistemas de normalización nos aleja de estar conscientes de todas esas preguntas existenciales que provocan angustia, que son las preguntas acerca del origen, acerca de la trascendencia del sentido… así en términos más absolutos. Entonces no se puede hacer filosofía si no es -para mí- alineada con el tema de la angustia.

Y qué sería o cómo podríamos explicarle a la gente qué es la angustia existencial…

– La angustia existencial surge a partir de aquellas preguntas que van hacia el umbral del sentido y entonces no tienen una respuesta inmediata porque son un tipo de pregunta que, a lo largo de la Historia de la Cultura, nunca pudieron ser respondidas y que entonces, nos ponen de frente contra el sinsentido. Por ejemplo: la pregunta acerca de “por qué me tengo que morir”, es una pregunta que, aunque la ciencia pueda contestar desde la biología qué opera en el ciclo de la vida para que la vida termine, lo que nunca puede terminar de cerrarnos es que hayamos venido a este mundo de este modo; o sea, podemos entender por qué nos tenemos que morir, en términos científicos. Pero no podemos entender por qué nos tocó de este modo… y por qué me tocó a mí… ¿no? Entonces esa es una pregunta existencial, porque es una pregunta que no tiene respuesta en ninguna disciplina científica. Ninguna te va a poder contestar por qué la vida se dio de este modo y no de otro, digo “de otro”, porque se pudo haber dado eterna, o con otros condicionamientos. Entonces cuando uno va tomando conciencia de que acá hay preguntas que no tienen respuesta, eso genera angustia existencial, que es esa sensación de que en el fondo-fondo los grandes interrogantes no se responden. Ahí es donde aparece más la angustia existencial: para qué estoy, de dónde vengo… no tienen una respuesta última.

Las 11 frases que vos elegiste para tu libro “Filosofía en 11 Frases”… ¿eran tus cadenas invisibles?

– Eran sí, algunas sí más que otras. Pero hice como un mix entre frases que estaban ahí presentes y que condicionaban mi manera de pensar – condicionan en realidad- y después otras que son como que todo el mundo las conoce y que me pareció importante también trabajar frases con alta popularidad para ver también qué cosas se piensan sobre ellas y qué cosas se pueden mover de lo que uno previamente pensaba, como “Pienso luego existo” de Descartes, como “Solo sé que no sé nada” de Sócrates; frases que todo el mundo repite y que la idea es aprovecharse de esa masividad de la frase para después entrar y hacer filosofía de una manera más problemática. Pero bueno sí, hay frases que a mí me tocan de frente como “Ama y haz lo que quieras” de San Agustín, que es una frase que hace pensar acerca de los límites del amor, o si el amor no tiene límites. O la frase que se le atribuye a Aristóteles que dice “Oh amigos, no hay amigos” donde Aristóteles les dice a sus amigos que la amistad no existe y entonces genera esa paradoja de cómo les va a decir a sus amigos que la amistad no existe… si son sus amigos… Y te hace pensar todo el tiempo qué es la amistad… O la frase “Dios ha muerto” de Nietzsche que me parece clave para entender por dónde pasa lo religioso hoy; o la frase de Foucault “Donde hay poder hay resistencia”, nos hace pensar hasta qué punto el poder siempre gana o que no se puede generar ningún tipo de confrontación contra el poder que sea.

¿Y qué es la amistad, Darío?

– La amistad básicamente es un encuentro con el otro porque es la posibilidad que tenemos de salirnos de nosotros mismos en función de un otro, con el cual podemos construir algo y donde se pone siempre en juego si en esa construcción con el otro estamos más pendientes de asimilar al otro a lo que nosotros queremos, o de abrirnos a que el otro nos cachetee, ¿no?, nos provoque, nos saque de nuestros lugares seguros. Pero creo – como dice Aristóteles– que la amistad es una cuestión ética –digamos- y yo te agregaría… una cuestión política. Política porque supone aprender a convivir con la diferencia. Y el riesgo es que en general solemos hacer de la amistad algo medio egoísta, o sea, pensamos en los amigos como seres que nos vienen a ayudar a que nosotros seamos más felices y en realidad, tanto la amistad como el amor -entiendo yo- que tienen más que ver con el otro que con uno. Entonces a veces son sentimientos que por eso duelen, ¿no?, porque si es más importante el otro que yo, me obliga a cierta perturbación conmigo mismo que en general uno le huye. Por eso es hasta enseñanza en el sentido de que nos posibilita aprender por fuera de nuestros propios dogmas.

¿El amor es imposible?

– Depende cómo lo definás. Hay una idealización del amor que es el amor romántico que no sé si es imposible, al final cada uno vive esclavo de sus propias ilusiones… Pero yo creo que hay una idealización romántica del amor que no está buena porque ponemos tan arriba, tan alta la idea de alcanzar un tipo de enamoramiento que haga que estemos todo el tiempo digamos así como imbuidos por la pasión y por un otro que nos viene a completar de manera definitiva, que después, en la vida real – por decir así- estamos todo el tiempo chocando, confrontando contra una realidad mucho más amorfa, mucho más contradictoria, mucho más ambigua. Yo creo que para que el amor entre seres humanos realmente funcione lo que tenemos que hacer al revés es desidealizarlo al amor. Por eso digo que en algún punto “es imposible” o si querés jugar con la dualidad del concepto de imposibilidad, que sea imposible no lo hace irreal, lo hace de algún modo por ahí, como todo imposible, un horizonte a partir del cual repensar cómo encaramos las relaciones afectivas.

Yo lo decía también en el sentido de que vos hablás de búsqueda, que esa búsqueda como que no se termina, entonces desde ese punto, siempre estamos tratando de alcanzar lo inalcanzable.

– Sí, tal cual. Lo dijiste perfecto. El amor supone esa estructura paradójica donde estamos yendo en busca de un objetivo absoluto que suponemos que nos va a completar esta idea del amor como la búsqueda de lo que me falta; y esa búsqueda es una búsqueda en realidad abierta, porque nunca vas a encontrar algo que te termine de cerrar: primero porque no necesitás que nada te cierre; segundo porque el otro nunca va a encajar en lo que uno pretende que el otro sea. Entonces siempre termina siendo una búsqueda infructuosa que ncluso sabiendo que es así no podemos dejar de hacer, ¿no? Eso hace también a la estructura paradójica del amor que creo que se la puede vivir si la vivimos a esta paradoja de una manera mucho más humana de lo que se vive al amor cuando se lo pone de un modo tan ideal.

¿Estás de acuerdo con Nietzsche de que “Dios ha muerto” o cómo tendríamos que leer a Nietzsche?

– Creo que a todos los autores hay que releerlos permanentemente, no tomarse a nadie en términos literales, pero me pasa lo mismo cuando veo mucho en la televisión hablar a los distintos actores que hacen televisión, a los protagonistas del mundo televisivo. Creo que el conocimiento es metafórico en general. No por eso, falso. Todo lo contrario. Creo que vamos construyendo sentido a partir de ciertas ideas que nos hacen –digamos- repensar todo lo que hacemos. Cuando Nietzsche dice “Dios ha muerto” lo define en su obra, lo está escribiendo en el siglo XIX, en un contexto particular, se está peleando con la Iglesia de esa época… también se está peleando contra sus propias convicciones o creencias. Nietzsche no es un ateo en un sentido tradicional, nadie que sea ateo va a afirmar que Dios ha muerto; está claro que lo que hace Nietzsche es jugar con una metáfora provocativa, irreverente, demostrando que la clave de la metáfora de Dios es que Dios no puede morir. Entonces al decir “Dios ha muerto” está en un modo evidenciando el carácter metafórico o ficcional en algún punto de esa metáfora, pero que sea ficcional no lo hace algo negativo sino es como que nos hace pensar hasta qué punto nos manejamos todo el tiempo con metáforas necesarias para que la cosa tenga sentido.

Yo creo que hay una idea de Dios muy dogmática que es la que viene inscripta en las tradiciones religiosas institucionales contra la que sí está bueno como pelearse un poco, pero lejos está eso de afirmar con contundencia luego que no hay algo más. Yo separaría la crítica que uno puede hacer a las religiones institucionales de lo que es después la afirmación propositiva acerca de si hay algo más, de que si hay un Dios o lo que sea, me parece que son instancias diferentes. Me parece que uno puede ser ateo frente a la Iglesia, a la Iglesia de cualquier religión, ¿no? pero después cuando uno se pregunta a sí mismo si cree en algo me parece que – por lo menos a mí no me cierra- el hacerlo de modo tan afirmativo o tan contundente. Yo en eso soy más un agnóstico y no sé si algo más y no hago otra cosa que preguntármelo, pero nunca me inclinaría a una postura ni ultra creyente ni ultra atea. Creo que Nietzsche tampoco, creo que si uno lee el texto donde Nietzsche dice “Dios ha muerto” se va a llevar muchas sorpresas y que en general en esta grieta religiosa entre ateos y creyentes siempre es más fácil pensar que Nietzsche es como el paladín antidios y en realidad uno puede releer esa frase como dos puntos “Si esa idea de Dios ya no tiene pregnancia, ya no explica, ya no nos deja tranquilos, qué otra metáfora tenemos que utilizar hoy para para pensar nuestra relación con lo que nos trasciende”. A mí me gusta leerlo más por ahí, más como una invitación a que la religión se renueve y no a su negación.

Yo siento como que la sociedad tiene una necesidad de matar a Dios…no sé si los ves de esa manera…

– Yo creo que las sociedades son muy conflictivas, fragmentarias, hay de todo. Creo que como bien dice Nietzsche el problema no es Dios sino la idea idolátrica de que tiene que haber un centro que ordene y rija nuestra realidad y que todos estemos de algún modo así adorando ese ídolo central. En “Así habló Zaratustra”, un libro que escribió Nietzsche, sobre el final hay una escena muy paradigmática cuando Zaratustra, el profeta, se encuentra con el Papa jubilado, porque el Papa se enteró que Dios murió y se quedó sin trabajo. Entonces lo encuentra mirando para abajo y le dice “qué estás haciendo” y el Papa responde: “es que sé que Dios murió, pero no puedo dejar de buscar un centro”. Necesitaba aferrarse a algo, por ahí la pregunta es si la metáfora de Dios ya no rige, sin embargo, qué otros objetos hemos idolatrado y hemos puesto en su lugar. Entonces si Dios ya no rige, durante muchos siglos el ser humano creyó que podía poner en su lugar al Hombre con mayúsculas, que en ese sentido incurre en las mismas contradicciones. Tal vez lo nuevo y lo difícil es poder pensar sin centro, es asumirnos en la contingencia, en la precariedad de la existencia. Eso es lo que más nos cuesta.

Vos siempre cuestionás los binarismos y yo me preguntaba si no hay binarismos, qué hay…

– Al no haber binarismos se provocan dos situaciones: primero como vinimos inscriptos y codificados en una cultura binaria, hay una primera tarea que es desidentificarse de los binarios, que no es fácil, ¿no? que es empezar a pelearse contra esa sujeción binaria; y entonces queda una cosa mucho más plural. Creo que el pluralismo democrático tiene que exceder abiertamente el binarismo. Ese pluralismo hace que al no haber binarios, todo se mixture, todo se contamine. Entonces que esa fragmentación de algún modo habite en cada uno de nosotros, en algún punto la ruptura del binarismo sexual… o del binarismo ideológico… hace que uno entienda que de algún modo -como decían los viejos griegos- que “todo está en todos lados”. Había un griego que se llamaba Anaxágoras que decía que “en cada uno de nosotros, está presente el mundo entero…”, como totalidad, ¿no? Me parece más interesante pensarnos desde ese otro lugar, pero creo que el trabajo hoy es salirnos del binario. No sé qué puede llegar a haber; lo que sí entiendo es que el binario para mí es carcelario: nos aprisiona a un tipo de lógica donde están los buenos y los malos, los libres y los esclavos … y bueno… eso implica una injusticia importante para el que queda siempre del lado de afuera.

¿Sos una persona normal?

– Mirá, me peleo contra la idea binaria de que existe lo normal y lo anormal y creo que me dediqué a la filosofía porque de algún modo me inspira eso: cuestionar sobre todo cómo algunas categorías se presentan como categorías sobre la verdad, que hay cosas normales o no, responden siempre a intereses de poder. Entonces evidenciar e carácter político de toda verdad me parece clave para la filosofía.

Anoche (En Salir de la caverna) dijiste “yo no soy filósofo, yo estudio la filosofía” pero antes habías dicho que todo aquel que piense o que se haga preguntas es un filósofo. ¿Seguís pensando que nos sos un filósofo?

– No… anoche en el show le pregunté al público si conocían gente que hiciera filosofía y alguno me nombró, entonces lo que yo decía era que en realidad para ser filósofo se supone históricamente que hay que crear conceptos nuevos y que a mí, más que crear conceptos nuevos lo que me gusta es recrearlos a los conceptos, tomar conceptos de otros, recortarlos, pegarlos y armar con ellos como dispositivos de pensamiento para encarar la realidad. Es una gran discusión filosófica entender qué es ser filósofo. Por un lado, parecería que solo pueden haber cuatro tipo Platón, Nietzsche, Marx y Foucault; y por otro lado, también está bueno tal vez pensar que cualquiera es filósofo en la medida en que se anima a esta pelea contra nuestro propio sentido común. Entonces depende desde el lugar en que uno encare la pregunta podemos decir: o que no hay filósofos porque todo ya ha sido creado, o cualquiera de nosotros que hace preguntas existenciales, hace filosofía.

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¿Salir de la caverna podría tener alguna relación con salir del closet?

– Mucho. No es el único sentido, pero lo que permite la alegoría de la caverna es que cada uno la lleve para donde quiera. Entonces la podemos pensar como una manera de salirse del closet en el sentido -entiendo que lo decís vos- más bien sexual, pero también lo podemos entender como una manera de liberarnos de aquellos condicionamientos que hacen a nuestra cotidianeidad laboral, vocacional, vincular, hasta institucional. Me parece que el valor agregado de la alegoría de la caverna es que más allá de para qué la usó Platón, podemos usar ese relato para pensar cualquier cosa y eso es lo que sería el show: como que cada uno – viste- lo llevaba para su lugar, ¿no? Y eso me parece que es lo más atractivo del relato.

Y te hago una última pregunta: vos hablaste en “Salir de la caverna” de que por suerte hay una resistencia al poder, pero que ese poder es quien crea una resistencia. La filosofía, ¿resiste al poder?

– Depende cuál. Hay de todo en filosofía, como hay de todo en todos lados. Digo… haber… tomemos un ejemplo paralelo: ¿La religión resiste al poder? Uno está tentado a decir que “no”. Porque dice bueno, son parte de las Instituciones dominantes. Y sin embargo, cualquier cura que está trabajando en el llano con la gente necesitada y brindándoles no solo cuestiones espirituales sino transformaciones materiales concretas, me parece mucho más resistente de lo que uno en general piensa que hace la Iglesia y ellos también hacen a la Iglesia. Tal vez no sean los que definan las grandes normativas. Toda la teología de la liberación en Latinoamérica tiene una traición de lucha, de resistencia… Pero con la filosofía pasa los mismos. Hay filosofías que están hermanadas con el poder de turno y hay filosofías que están al revés: cuestionándolo todo. O sea, me parece que hay una vocación de la filosofía por su existencia en el cuestionamiento que debería estar más cerca de la resistencia que del poder. Pero también es cierto que –digamos- muchas de las instituciones del poder siempre han tenido grandes filosofías que las sostengan. Así que también hay alguna ambigüedad.

– Fotos tomadas por Ramiro Rearte

– Nota relacionada:

“Salir de la caverna” arrasó en Salta
http://salta21.com/Salir-de-la-caverna-arraso-en-Salta.html

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