El “gospel” tiene indudables influjos occidentales procedentes de la música de los colonizadores. Se asentaron en las iglesias evangelistas del norte de Estados Unidos. Técnicamente tiene particularidades.
Sábado 11 de marzo de 2011. Sala Mayor del Teatro Provincial. Recital del Córdoba Gospel Singers. Canciones del género gospel. Diferentes autores. Aforo 30%.
Hay distintos aunque parecidos géneros musicales en estados Unidos producto de la notoriedad que fue adquiriendo en el tiempo y desde el siglo XVII, la influencia de la música afroamericana. El más conocido, sin duda, es el “negro spiritual” expresión sonora, generalmente vocal a capella que tenían los esclavos del sur norteamericano. Algunos afirman que era el modo en que los patrones de las plantaciones algodoneras, evitaban que esos esclavos hablaran entre sí y acordaran acciones contrarias a sus intereses. Hay muchísimo para hablar de este atractivo modelo sonoro, como también de las “work-songs” (canciones del trabajo). Pero lo que importa ahora es señalar algunos aspectos del posterior canto a capella o con acompañamiento instrumental denominado “gospel” que deviene de “GodSpell” expresión idiomática que significa “anuncio de Dios”. Reconoce primitivos antecedentes en el siglo XVII pero es a fines del siglo XIX cuando su uso y práctica toma verdadero vuelo.
El “gospel” tiene indudables influjos occidentales procedentes de la música de los colonizadores. Se asentaron en las iglesias evangelistas del norte de Estados Unidos. Técnicamente tiene particularidades como la estructura pregunta-respuesta, con un impulsor, generalmente el ministro oficiante a quien responde la congregación. Son cantos sacros, destinados a ensalzar la figura de Dios pero a diferencia de su predecesor, son dichos con alegría, sin la tristeza de la esclavitud, una armonización polifónica de alto relieve y un poderoso sentido rítmico. Por supuesto no carece de pasajes improvisados, pero por lo común hay melodías consideradas tradicionales. Sus letras tienden a resaltar los valores de la vida cristiana. Los conocí en Harlem y luego en Washington, aunque hay grupos musicales esparcidos en muchos lugares del mundo.
El conjunto visitante es realmente de alto rango. Diría casi único en nuestro país y es respetuoso de las características básicas de sus orígenes. Dos sopranos, dos contraltos, dos tenores -uno de los cuales es Gerardo Flores, su director- y un barítono, es la estructura del grupo cordobés. Todos son cantantes avezados. Modulan maravillosamente y tienen un pulso irreprochable. Sus armonías son estupendas y si bien se acompañan con una banda de instrumentos grabados electrónicamente, su elaborado trabajo realza el canto de sus integrantes. La entrega de todos es total y hasta se dan maña para que el público participe en algo que no conoce.
Además de la novedad del género musical, trajeron otra, fueron puntuales. Para que no se repita, no hicieron programas de mano. Las entradas fueron de alto valor y aún así hubo más público que el esperado. Deberían regresar alguna vez.
