Como cualquier músculo del cuerpo, nuestro cerebro debe ser entrenado para evitar que pierda elasticidad. Sólo cinco o diez minutos de ejercicio diario – desde leer novelas, algún libro, hasta memorizar números de teléfonos- son suficientes para poner la mente en forma y aumentar nuestra inteligencia.
Si aspiramos a vivir muchos años, parece lógico que nos planteemos disfrutarlos a pleno. Para cumplir este objetivo es imprescindible conservar la mente en las mejores condiciones y durante el mayor tiempo posible.
A partir de los treinta años empezamos a perder neuronas – las células del cerebro- a un ritmo de 100.000 por día. Parece una barbaridad, pero no hay que asustarse, tenemos catorce mil millones. Sin embargo células más o menos se hacen notar. El cerebro es una máquina extraordinaria que puede reponer pérdidas poniendo en funcionamiento otras neuronas no utilizadas antes. La única condición necesaria es que la “activemos”. No está en nuestras manos impedir el envejecimiento cerebral. Pero sí podemos movilizar todas nuestras reservas para retrasar, de forma efectiva, las manifestaciones de ese desgaste.
Recuperar facultades
¿Por qué muchas veces olvidamos el nombre de la persona que nos acaban de presentar? Quizá la televisión, la publicidad y, en general, el enorme flujo de estímulos – principalmente visuales – que la sociedad moderna impone a nuestro cerebro han variado su manera de reaccionar. Nos hemos vuelto inquietos y nuestra mente se ha adaptado a una comprensión más acelerada pero menos profunda: el tiempo empleado para decidir si algo nos interesa o no se ha reducido en forma alarmante, al igual que el tiempo disponible para retener conocimientos y sensaciones. Y así como el cuerpo reacciona formando desagradables “rollos” cuando combinamos una alimentación rica en grasa con la ausencia de ejercicio, el cerebro también engorda, se cansa y se vuelve perezoso.
La doctora francesa Monique Le Pocin, fundadora del Instituto Nacional Francés sobre investigaciones cerebrales, ha publicado un estudio en el que afirma que los 14.000 millones de neuronas de nuestro cerebro pueden almacenar más información que todas las bibliotecas del mundo. No solo eso, también cita, por ejemplo, que solo utilizamos un 20% de nuestro capital mental.
Repetir, repetir, repetir
Según Marlyn vos Savant– incluida en el Libro Guinnes de los Récord por tener el más alto cociente intelectual conocido, “la gente es más inteligente de lo que se cree y puede serlo aún más con algo de esfuerzo”. De hecho, la velocidad de procesamiento de la información y la capacidad para memorizar son cualidades que pueden entrenarse. “Una persona que realice de 5 a 10 minutos diarios de ejercicio durante dos semanas puede incrementar su cociente intelectual en un 15%», dice.
Muchos caminos conducen al buen estado cerebral. Aparte de los interesantes juegos, la literatura de calidad , también lo hacen las conversaciones interesantes con amigos. Pero no hay que olvidar que todo entrenamiento implica cierta dosis de concentración e interés. Sólo aprendemos aquello que voluntariamente queremos aprender.
Uno de los indicadores esenciales de la inteligencia es la memoria. Ejercitándola podemos ampliar notablemente nuestra capacidad de comprensión. La memoria es un proceso que consta de tres etapas. En la primera recibimos la nueva información; en la segunda, la organizamos mentalmente; en la tercera, la recuperamos cuando nos resulta necesaria.
La atención es fundamental en los tres momentos. A veces tendemos a creer que ya sabemos las cosas, lo cual nos impide poner la atención necesaria en los datos nuevos. Para Marlyn vos Savant, “lo mejor para ampliar la memoria son las tres erres, repetición, repetición, repetición.”
Cuestión de hábito
Existen ciertos hábitos cotidianos notablemente efectivos para la mente, que se pueden practicar sin dificultades. Por ejemplo:
– Retenga los números telefónicos que más utilice.
– Preste atención, durante toda la semana, a los grandes acontecimientos de la actualidad, o al menos los más destacados, y el domingo trate de recordar el mayor número posible de ellos.
– Cuando camine por la calle fíjese en los anuncios de los carteles publicitarios e intente memorizarlos.
– Observe cualquier objeto y pregúntese ¿por qué es así?, ¿por qué funciona de esa manera? ¿por qué tiene esa forma o ese color? La comprensión del porqué depende, en parte, de la habilidad para razonar. Esta habilidad no es innata, sino que se incrementa con la práctica. Por eso cuando más se ejercitemos la mente, más aumenta nuestra capacidad intelectual.
– Intente, todas las semanas si le es posible, hacer algo que no sea habitual: por ejemplo, ir a un museo, visitar una exposición o un monumento, ir a una conferencia.
– Practicar algún deporte suave también estimula el rendimiento de la mente, favorece la concentración y facilita la absorción de informaciones.
– Un ejercicio muy provechoso es el “juego del diccionario” para poner en práctica con un grupo de amigos o con su pareja o hijos. Una persona debe seleccionar en el diccionario una palabra que los demás no conozcan y escribir su definición en un papel. El que más se asemeje a esa definición gana un punto.
– Cualquier actividad realizada con interés, de manera repetida y organizada, incrementará la inteligencia. Lo más importante es la motivación.
Para estimular el cerebro de un niño
– Llevarlo a estudiar idiomas lo antes posible.
– Hacerle escuchar música desde el nacimiento, incluso antes. cuando más joven es el chico, más zonas del cerebro dedicará a interpretar la música, y esto influirá luego en su razonamiento matemático.
– Dejarle experimentar muchas emociones. Un niño repleto de emociones está más capacitado cerebralmente.
– Estimularlo para que practique deporte. El ejercicio es bueno para el corazón y ayuda al cerebro a consumir los nutrientes en forma de glucosa, incrementando las conexiones nerviosas.
– Asegúrese de que esté bien alimentado. Para que alcance su pleno desarrollo, el cerebro de un joven necesita consumir un elevado índice de potasio y magnesio. Pero sobre todo, para que su cerebro sea más activo, necesita el doble de glucosa que un adulto.
– Fuente: RBC profesionales