Acompañar a Gloria Álvarez en un trayecto de su recorrido por Argentina es lo más cerca que puede estar un periodista de política de vivir lo que es una gira con un músico en ascenso.
Perfil.com acompañó a Gloria Álvarez durante parte de su visita por Argentina. Retrato de la mujer que afirma que el populismo “es un cáncer que mata a la República”.
Jueves 16 de abril de 2015. La mañana no es precisamente el horario favorito de Gloria Álvarez, quien gusta de acostarse tarde. Sin embargo, desde temprano se encuentra recibiendo periodistas en una jornada que promete ser larga y agotadora. En su habitación de un paquete hotel de la Recoleta, esta guatemalteca de tan sólo 30 años no para de contestar mensajes, atender llamados que le pasa Florencia, su asistente en Argentina, mientras me pide que me siente cómodo que ya entablaremos nuestra charla.
La idea era hacerle una entrevista y prendí el grabador. Luego de hacer la tercer pregunta decidí detener la grabación. No quería otra nota que ya se hubiera hecho, no iba a realizarle las mismas preguntas que ya le hicieron y le harían una y otra vez a lo largo de su visita. Teniendo la posibilidad de estar con ella durante casi cuatro días, habría sido un insulto al oficio no intentar conocerla para ver qué hay detrás del fenómeno.
Acompañar a Gloria Álvarez en un trayecto de su recorrido por Argentina es lo más cerca que puede estar un periodista de política de vivir lo que es una gira con un músico en ascenso. Joven, bonita, magnética, un combo atractivo para todas las edades. Incluso para sus detractores, que se multiplican de manera proporcional a los insultos que dedican contra cada argumento que esboza frente a un micrófono. Y es que su discurso enérgico en contra de los populismos y a favor de las libertades llama la atención a varias generaciones. Luego de su exposición en la Sociedad Rural Argentina, no había demasiado tiempo de sobra para llegar corriendo a una entrevista para la televisión. Pocas horas de sueño y nuevamente al ruedo, esta vez para asistir al programa de Jorge Lanata en radio Mitre. Y no cualquier programa, sino el de su vuelta tras el transplante de riñón, con lo cual había garantía de una sobrada audiencia.
Gloria predica en público –y también en privado– que las oportunidades hay que aprovecharlas, pero también generarlas. Y ella lo sabe bien: a fines de 2014, en el evento «Democracia y participación política» celebrado por el parlamento iberoamericano de la Juventud en Zaragoza, España, esta polítóloga y relacionista pública guatemalteca dio un discurso que se viralizó casi instantáneamente. «Más que de izquierdas y derechas, en la actualidad deberíamos hablar de Populismo versus República» dijo una mujer que no había cumplido los treinta, para luego disparar una metralleta de conceptos extraños y molestos para los tiempos que corren, ante la mirada incrédula de los millones que vimos por Internet cómo una joven menuda, rubia y de ojos tan claros como profundos rompía con el discurso que, en varios países de latinoamérica, se cree homogéneo: que la única revolución admirada por la juventud es el romanticismo por la lucha armada contra regímenes conservadores de mediados del siglo pasado.
Viernes 17 de abril, 14.00 horas. Termina el programa de Lanata y se sube a un auto rumbo al interior de la provincia de Buenos Aires. Al igual los músicos en ascenso, Gloria no discrimina lugares ni escatima fuerzas en su repertorio. Su voluntad de crear consciencia en base a lo que ella cree correcto la lleva a presentarse con la misma energía en la Gran Capital como en la ciudad de Azul, donde disertó junto al abogado Alejandro Fargosi sobre su especialidad, o sea, la lucha entre la República y el Populismo.
La ciudad corazón de la actividad agropecuaria de la provincia se revoluciona y el salón en el que se presenta Gloria queda chico ante la concurrencia de personas de todas las edades que vienen de otras ciudades. Si estaba cansada, no se notó: una hora de pie explicando cómo el populismo es un “cáncer que avanza hasta matar la República”, cómo “se vale de las necesidades de los más pobres” para hacerles creer que “lo único importante a la hora de votar es lo material”, cómo la destrucción de la educación “consolida el sistema” y cada uno de los puntos de un manual en el que en uno de los extremos se encuentran Cuba y Venezuela, pero en el que todos los países de América Latina se encuentran comprendidos, aunque sea en unos escalones por debajo.
Finalizada la charla, Gloria no tiene problemas en hablar con todos y cada uno de los que se acercan a saludarla. Ancianos que no pueden creer que alguien que podría ser su nieta los haya tenido tan atrapados con sus ideas, jóvenes que la consideran un ejemplo a seguir porque se animó a levantar la voz y decir lo que nadie esperaba de alguien de su edad. Con todos se saca fotos, a todos les sonríe para luego salir disparada hacia una camioneta con destino a una estancia. Ya en la tranquilidad del vehículo, Gloria se muestra sorprendida por la reacción del público, como si no hubiera audiencias grandes o pequeñas, sino personas que escuchan.
Luego de una suculenta cena y ya en la casa de nuestra anfitriona Cristina en medio del campo –con la luz del día descubriríamos que la casa además es rosada– Gloria está lejos de querer irse a dormir. Un té y ya no habla de populismo ni de república, sino de cosas de jóvenes. Interesada en saber la historia de todos, se cuela de a poco su dura infancia y la sucesión de hechos que la llevó a convertirse en lo que los ingleses denominan una self-made woman. Sí, se hizo a sí misma. Hija de un padre cubano que escapó del comunismo castrista, primero se recibió con honores de Politóloga y Relacionista Pública Internacional en la Universidad Francisco Marroquín de su Guatemala natal. De allí a Estados Unidos, Bélgica e Italia. Trabajó en la actividad pública y privada, y sin quedarse quieta, llegó a la radio, donde a fuerza de romper moldes, ya lleva más de una década en el aire. Podría decirse que odia lo que ella llama “discriminación por género a la inversa”. No le gustan los cupos femeninos en los empleos ni en la política: “A mí me importa lo que hay en la cabeza, no eres mejor ni peor por haber nacido con genitales femeninos”.
Sábado 18 de abril, alguna hora pasada el mediodía. Los anfitriones prepararon un asado para más de cincuenta comensales que quieren conocerla de cerca, charlar con ella, preguntarle sobre el futuro de Argentina. Y si bien es la segunda vez que visita nuestro país, Gloria ya nos sacó la ficha: «El peronismo es tan amplio que ideológicamente puedes ser y hacer cualquier cosa, mientras digas que eres peronista». Y logró mover su primera pieza en una partida de ajedrez ideológico con su improvisado cronista. Una partida que aún no terminó y que promete perpetuarse a la distancia «hasta que logres fundar el peronismo libertario», mientras se ríe a boca de jarro.
Totalmente relajada al sol –«necesito un poco de ‘fotosíntesis’ todos los días»–, se pone seria al recordar cómo empezó esta vorágine internacional. «El discurso de Zaragoza fue casi improvisado. Fui anotando ideas mientras exponían los otros oradores hasta que tomé la palabra», afirma para luego contar que, dentro del Movimiento Cívico Nacional –la ONG guatemalteca que promueve la participación ciudadana responsable, informada y activa en la política, la renovación dirigente y el rescate de las instituciones republicanas– le dijeron que «antes de los treinta diste el discurso más importante de tu vida». Sin embargo, no parece preocuparle y se comporta como si el más importante fuera el que todavía no dio.
Paradójicamente, por culpa de las comunicaciones móviles argentinas, la mujer que tomó a las nuevas tecnologías de comunicación como uno de los pilares para el conocimiento en la nueva era, tuvo que interrumpir su descanso por la necesidad de conectarse al mundo y preparar el terreno para los compromisos por venir. Una incursión al centro de Azul soluciona el asunto y se extiende más de lo previsto: cientos de correos y llamados por responder que se reparte con Florencia, de quien nadie sospecharía que no se conocen hace años. Un llamado de su padre le cambia el semblante y nos recuerda a los testigos que la ciudadana del mundo está lejos de casa. Y si bien ya casi no habla de política, cada tanto no puede evitarlo mientras da vuelta la taba y empieza a entrevistar a este periodista sobre su historia de vida.
Cae la noche en la estancia y las chicas quieren divertirse. Ponen música, toman vino, cantan e improvisan un programa de radio ficticio para que Florencia, correntina, y quien firma esta nota, porteño, monten un diálogo de estereotipos Capital vs. Interior. Todos se divierten pero algo hace sospechar que, entre risas, Gloria aprovecha para estudiar aún más al complejo ser argentino.
Ya es nuevamente de madrugada y sólo quedamos en pie Gloria, Florencia y yo. Sabe que a su regreso la esperan más entrevistas, un evento de jóvenes en el Teatro Maipo, un viaje a Tucumán…y luego Chile, Bolivia, Venezuela –«sólo si me dejan entrar»– y luego Colombia. De allí una escala en su tierra natal y continuar su evangelización de libertades en México. Sin embargo, hay tiempo para una última charla antropológica social donde se muere de risa aprendiendo los equivalentes argentinos a las expresiones guatemaltecas. Inevitablemente, todo termina nuevamente en la política, en este caso, en los años setentas argentinos. Cuando uno, como buen argentino, cree que el nuestro es un caso único, ella recuerda que Guatemala tuvo cuatro décadas en guerra civil o «conflicto armado interno» como se la denomina tras los acuerdos de paz de mediados de los años noventas. Y al preguntarle cómo contextualizan los guerrilleros sobrevivientes a lo ocurrido en aquellos eternos años, la respuesta es tan conocida que, si no fuerea por la tonada, sería argentina: «dicen que es un caso muy complejo».
Domingo 19 de abril, 14.30 horas. Con cuatro horas de sueño y otras tantas de un viaje musicalizado por Kings of Leon y The Black Keys en el que las anécdotas sobre el Carnaval de Corrientes se mezclaban con anécdotas familares interamericanas, me despido en Buenos Aires de las chicas. Y ahí entendí la relación de Gloria con su asistente argentina: es tal la confianza que brinda que uno cree conocerla hace tiempo.
Y mientras quien redacta estas líneas se dirigía agotado hacia su redacción, Gloria ya estaba preparada para salir nuevamente al ruedo, rumbo a un nuevo evento, como si realmente funcionara a energía solar. Definitivamente es lo más cerca que puede estar un periodista de política de vivir lo que es una gira con un músico en ascenso. Pero con una a favor: dificilmente tus padres te prohiban juntarte con ella, escucharla o seguir su ejemplo.
– Por Nicolás Lucca (*)
(*) Editor en Perfil.com