“Hijos del alma”, versión libre de Nena Córdoba de la obra «Yerma» de Federico García Lorca, se estrenó el 15 de julio en La Fundación y se repone esta noche y mañana a las 22 hs. Estamos en presencia de una lectura pos-moderna de la obra que dio origen a esta tragedia.
En mi opinión, con “Hijos del alma” , estamos en lo albores de un tipo de teatro deconstructivista, basado en la intertextualidad palimpséstica. Digo en lo inicios en tanto persisten en esta representación teatral, la máxima referencialidad del signo con su referente, donde se presenta una actitud existencial y tremendista de la condición humana. La tragedia lo justifica plenamente. Sin embargo, cuando Nena Córdoba (directora) realiza una reescritura, usa el palimpsesto y en ello radica la riqueza y la novedad del espectáculo, pero también, su complejidad.
Para Angenot, (1979) el palimpsesto es un “manuscrito que puede ser descifrado debajo del texto sobreimpuesto”. Las ideas de Nena Córdoba son de base intertextual y coadyuva a repensar un clásico español de otra época, visto con ojos posmodernos. Dota de sentido a la tematicidad de la obra lorquiana y produce una resemantización excelente que se trasluce en su puesta.
La disolución genérica es otro aspecto del teatro posmoderno y que aparece en esta obra teatral, que se presenta fusionada con otras prácticas artísticas como la danza y el canto, y sale de las estéticas fosilizadas por la historia. El discurso que surge de la obra es a favor de las mujeres, de allí la tragedia: Yerma debe matar o morir para ser escuchada. Sus ansias, sus pasiones, sus deseos, sus problemas, sus necesidades, fueron por los siglos de los siglos desoídas. Y no es que entre en pugna de manera feminista contra los hombres, entra en conflicto consigo misma como un grito desgarrador que parte de sus entrañas… y desaparece. Jamás hallará consuelo. Lo importante es que la articulación del discurso pone una voz femenina a hablar, por fin! e históricamente necesario, para proponer un reino antipatriarcal en medio de la Doxa enraizada fuertemente, en un tipo de sociedad decimonónica que aún no ha vislumbrado ni siquiera el pensamiento moderno.
Desde ese punto de vista estamos ante un acontecimiento digno de subrayar por el cual la representación de la otredad es el cuestionamiento de esa representación, ligado fuertemente a lo cultural. Por ello deconstructivista y sobre todo, antimoralista.
Para la puesta, la directora del Grupo NN, utiliza diversos lenguajes y ensambla con la temática del aborto, los hijos de la calle, la infidelidad, la militancia de la mujer, el matrimonio y los deberes conyugales, la maternidad y el trabajo. Desde la rebeldía, Córdoba (quien protagonizó «Medea» en el 2007) hace la diferencia. La música cumple un papel impresionista en la obra, sobre todo cuando escuchamos a la Negra Sosa acompañando el nivel de la historia.
Como en el teatro isabelino, hay variedad de tiempos y lugares, ausencia de separación de géneros puesto que se mezcla lo trágico y lo cómico además de la prosa con el verso y lo sublime con lo popular; y tampoco hay decorados.
Por el recurso latino Deus ex machina, el espacio escénico se vuelve simbólico y todo es un constructo mental de parte del espectador. El significado depende de las asociaciones del espectador. A mi modo de ver, representa el lugar de los anti-héroes.
Del teatro tradicional en esta puesta, queda la idea aristotélica de asistir a la representación para realizar una catarsis. ¿Por qué nos quedamos, como espectadores, compenetrados con la acción trágica? Se trata nada más y nada menos que de la catarsis, es decir, la obra de arte provoca emociones que permiten la purificación de las pasiones del espíritu.
Para explicar qué es la tragedia en el sentido moderno del término, recurrro a Arthur Miller quien la define como “documentación perfectamente equilibrada de los momentos de la lucha del hombre por conseguir su felicidad; la tragedia surge y llega a ser inteligible cuando en esa lucha el hombre es vencido y deshecho”.
Me pareció una idea potable y rica el hecho de representar en forma triádica a Yerma, también desde tres espacios simultáneos y tres tiempos diferentes: la primeridad interpretada por Belén Carballo (Yerma joven e ilusionada quiere tener un hijo con Juan), la secundidad, por Rossy Toledo (Yerma se rebela contra Juan, quiere adoptar un niño pero su marido no quiere, piensa en Víctor); y la terceridad, interpretada por Mariqué Muñiz (Yerma se quiebra, ruega a Víctor que no la abandone, enloquece, mata a Juan, no puede cumplir su deseo de tener un hijo, muere).
A su vez, cada una de las mujeres representa una cualidad: Belén la ingenuidad y lo poético, Toledo la desolación y la angustia, y Mariqué la sensualidad y lo absurdo. Logran transmitir y evocar, estetizan el dolor y se vuelven marginales. Se destacan en el escenario y exhiben muy buenas actuaciones. Gran papel de Mariqué Muñiz, con una escena sublime hacia el final, reveladora de una fragancia exquisita, de un talento impregnante, la actriz que te lleva al clímax de la obra. Destacada actuación de Esteban Trejo como Víctor (amigo de Juan), a quien le toca el difícil arte de besar a las Yerma de esta puesta. En cuanto a Enrique Marini, Juan, acompaña bien en la escena del tango a Muñiz. Un excelente trabajo ha realizado Pablo Aguierre como coreógrafo. El resto del elenco, que suman voces y cambios de personajes secundarios, son: Gabriela Ojeda, Esteban Chilo, Samanta Marín y Celeste Guaymás.
En el quiebre de Yerma, se utiliza el procedimiento de la anagnórisis (como en la tragedia de Sófocles). A partir de allí, se desata la tragedia final ante la hamartía de Yerma. El parlamento que lo marca, es el siguiente:
– Vieja (Esteban Chilo): «Lo que ya no se puede callar. Lo que está puesto encima del tejado. La culpa es de tu marido, ¿lo oyes? Me dejaría cortar las manos. Ni su padre, ni su abuelo, ni su bisabuelo se portaron como hombres de casta. Para tener hijo ha sido necesario que se junte el cielo con la tierra. Están hechos con saliva. En cambio, tu gente, no. Tienes hermanos y primos a cien leguas a la redonda. ¡Mira qué maldición ha venido a caer sobre tu hermosura!»
“Aniceto” de Leonardo Favio y esta obra, “Hijas del alma” tienen mucho en común, sobre todo desde el punto de vista de la poética. En ambas hay una transgresión de géneros.
“Hijos del alma” pone el énfasis en la teatralidad a través de un lenguaje propio. Así, el teatro local deja una huella en el representamen.
– Foto de portada: afiche de la obra
– Foto 2 tomada por Salta 21
– Notas relacionadas:
“Hijos del alma”
http://www.salta21.com/Hijos-del-alma.html
Aniceto, esa obsesión de Leonardo Favio
http://www.salta21.com/Aniceto-esa-obsesion-de-Leonardo.html
Medea, implacable e inmortal
http://www.salta21.com/Medea-implacable-e-inmortal.html