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domingo, noviembre 24, 2024

«Hombre irracional»: un relato salvaje de Woody Allen

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Quizá el buen cine está compuesto de buenas películas y no de grandes films. Esta, es un ejemplo. Un buen relato con buenas actuaciones y casi a la mitad de una cinta que se proclamaba como historieta romántica, da un giro para convertirse en una suerte de pesquisa policíaca sobre un crimen.

Qué tal si un tipo con prestigio, Abe Lucas, el filósofo encarnado por Joaquin Phoenix, que no tiene ganas de vivir, toma alcohol hasta por las narices, no tiene deseos sexuales y la filosofía le parece no sólo absurda sino errada porque no es práctica, un día despierta con la “sana” intención de librar a la humanidad de un Juez corrupto…Y eso es un estímulo excitante en todos los planos para despertarse sonriendo cada mañana, comer sano, beber agua, hacer el amor, dar clases apasionadamente y escribir sus notas sobre la materia en cuestión.

Pues esto, que podría estar en la fantasía intelectual de cualquier persona o en una loca idea de algún mortal que desee hacer justicia por sus propias manos y convertirse en anti-héroe, es el material que Woody Allen nos trae a la pantalla. El film desafía el racionalismo y se rige por dos principios cortazarianos que bien pueden extrapolarse a “Hombre irracional” : intensidad y tensión, dos condimentos que no faltan ni en la cuentística de Julio ni en el cine de Woody y que nos llevan a no poder abandonar lo que tenemos ahí ¿El efecto o resultado final? Un knockout al espectador.

En una esfera de cotidianeidad como lo es dar clases en una universidad y pasear por el campus con su mejor alumna, Emma Stone como Jill Polard, la irrupción de lo ilógico no nos propone una duda sobre la existencia, sino sobre la moral y la ética. Lo ilógico es que un tipo “pacifista” y “teórico” pretenda hacer justicia a través de un asesinato. Dicho así, suena simplista. Pero el director logra conducirnos por una aparente justificación, que coloca al espectador en la disyuntiva: ¿es tan aberrante?

La duda del dilema que ahora sí es existencial, me recuerda al libro de Ernesto Sábato, “El túnel”. Toda vez que he preguntado, por qué Juan Pablo Castel mató a María Iribarne, mis estudiantes me han respondido “porque ella era infiel”. La respuesta podría ser siempre “porque estaba loco, enfermo, poseído de ira, endemoniado, equivocado, etc.” Sin embargo, el relato de Sábato logra confundir al lector de manera que este se ponga del lado de la justificación del delito y no del rechazo. Sólo un lector crítico puede vaticinar el engaño al que somos expuestos de parte de un asesino que realiza una confesión, y esa confesión, es la novela misma.

Me pasó con la película “El patrón” (http://salta21.com/Esclavitud-laboral-y-violencia.html) basada en un caso real, por la que un pobre hombrecito del interior mata al patrón que lo torturaba psicológicamente, acto que puede encuadrarse como defensa propia y hasta defensa ajena, porque el patrón estaba envenenando a la gente con carne podrida. ¿Se puede justificar un asesinato si mediante él se libra a la humanidad de un mal?

Y en “Relatos salvajes”, (http://www.salta21.com/Relatos-salvajes-el-Bestiario-de.html), la tesis del director propone que ante la falta de operatividad de todo tipo de sistemas (jurídico, gubernamental, burocrático, social, etc.) sería lícito accionar por cuenta propia. Y lo que más divirtió al público fue la manera en que se hacía desaparecer al AFIP o el caso de la novia que tenía sexo con el cocinero tras enterarse de la infidelidad del novio. Ella, puesta al mismo nivel del recién casado, había igualado el sentimiento de engaño y por lo tanto, estaba plenamente justificada. ¿No es la AFIP, una organización pro gobierno kirchnerista que te saca el dinero bien ganado como trabajador? Pues qué mejor que mandarla a volar…

Lo cierto es que son actos irracionales cuya lógica escapa a la del Derecho, a la de la ética, a la de la moral, a toda clase de normas. En cada uno de los casos entran a tallar sutilmente las emociones, las psicopatologías, las circunstancias, etc. La Ley de la selva sólo nos conduce al quiebre del rasgo humano y nos convierte en animales salvajes.

Creo que estos films dejan al descubierto no sólo las falencias de la Justicia y su propia contradicción: la de ser una Justicia injusta; sino también un determinado tipo de constructo cultural regido por la violencia, acto que desconoce todo tipo de parámetros de lo que llamamos “normalidad”. Hay un rasgo enfermo como síntoma de una sociedad descontenta, sin luces, automatizada y regida por deseos contrarios a la vida.

Tratar de justificar por qué no es lícito matar, parece estar de más. Sin embargo, las encrucijadas son múltiples. Hace poco leí en un diario digital que a una madre que mató a su bebé le dieron menos años de cárcel porque era pobre. Entonces, no es para nada disparatado recordar la condición que nos vuelve humanos. ¿No le parece?

Cuando la alumna investiga a su profesor tras la muerte del Juez, descubre en el escritorio de Abe Lucas el libro “La banalidad del mal” de Hanna Arendt, que plantea cómo un hombre vulgar, corriente y mediocre, puede cometer crímenes. La autora, muy cuestionada, demostró a partir de su acercamiento a la figura de Eichmann (responsable de la logística del exterminio de los judíos), que los crímenes más horrendos pueden originarse no sólo en el sadismo y la perversidad, en la marcada intención criminal, en la voluntad expresamente dirigida hacia el mal, sino también en la superficialidad y la frivolidad, en la ausencia de pensamiento y de capacidad reflexiva. “No era un monstruo sino un payaso”, sostuvo la autora porque en realidad “no sabía lo que hacía”.

“Hombre irracional” también juega en el sentido de su opuesto: un hombre pensante, instruido, leído, culto, intelectual y filósofo de época, es un irracional. Nada parece nunca lo que es… Algo con lo que también jugaba, pero de otro modo, mi escritor favorito, Julio Cortázar.

Los espejos en los que se miran los protagonistas en un parque de diversiones, el profesor y su alumna, la bellísima Stone, son símbolos de una realidad distorsionada. Pero él le advierte que ella sigue siendo hermosa aún frente a ese espejo. Es él quien en esa distorsión, se refleja tal y como es. Otra situación que sustenta lo de nada es como se cree. Pero más complejo aún, porque lo distorsionado es lo real.

Y en el medio de la historieta cuasi anti-científica, sobreviene en el guión, un triángulo amoroso del que participa Rita Richards (Parker Posey), una profesora que estaría dispuesta a quedarse con Abe Lucas, aún a sabiendas de que él fuese quien mató al Juez corrupto (Spangler). Díganme si Rita no se parece a muchas mujeres, a la esposa de Puccio, por ejemplo. O sin ir más lejos, a las mujeres de los ladrones más grandes de Argentina que con tal de vivir como ricas, callan el modo en que sus maridos obtuvieron los bienes.

El pacífico Allen ha detonado una bombita que pretende ser ingenua, camuflada en una peliculita poco ostentosa. Mientras más hablo de ella, siento la genialidad del planteo con más asombro que la primera vez. Este Allen, un octogenario casi, en la cúspide de su filmografía, realiza un planteo oportuno para los tiempos que vivimos. Otra sobrada muestra de un cine inteligente, en que se replantea la mera recepción del “mensaje”. Tampoco está pidiendo una revolución. Pero por un botón, como la obra de teatro “Medio Pueblo”, puede desatarse una guerra.

– Dirección y Guión: Woody Allen. Elenco: Joaquin Phoenix, Emma Stone, Meredith Hagner, Parker Posey, Jamie Blackley, Ethan Phillips, Ben Rosenfield, Allie Marshall, Julie Ann Dawson, Tamara Hickey. Producción: Letty Aronson, Stephen Tenenbaum y Edward Walson. Distribuidora: Energía Entusiasta. Duración: 96 minutos.

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