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jueves, octubre 10, 2024

I Pagliacci, una historia de vida

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Se abre el telón y la escena revela el centro de un poblado de campesinos que ante la proximidad de una itinerante compañía artística con saltimbanquis, actores y payasos, muestran su alegría por la obra de teatro que verán y entonan “Son quá”.

Salta, jueves 16 de octubre de 2014. Teatro Provincial. Ópera en dos actos: I Pagliacci (Los payasos) de Ruggero Leoncavallo.(1857-1919). Mónica Ferracani (Nedda-soprano). Juan Carlos Vasallo (Canio-tenor). Luciano Garay (Tonio-barítono). Sebastian Sorarrain (Silvio-barítono). César Agostini (Beppe-tenor). Carlos Palacios (regisseur-escenógrafo). Estudio Coral del Instituto de Música y Danza – Director Luciano Garay. Coro Infantil – Directora Gabriela Del Cid. Orquesta Sinfónica de Salta – Director Maestro Jorge Lhez. Stella María Muller (vestuario). Eduardo Sívori (luces). Técnicos, Músicos y Artistas Circenses Varios. Miguel Dallacaminá (coordinación general). Producción del Plan Federal de Ópera y Danza.

“¿Si puó? ¿Si puó? Signore, Signori, Scusatemi, se da sol mi presento: ¡Io sono il prólogo!” A telón cerrado, como en la antigua usanza shakesperiana, Tonio (barítono), es la primera voz que se oye en la ópera que pertenece al llamado “verismo italiano”. Enfrenta al público y a su modo intenta anticipar el contenido de la obra que no es otra cosa que una tragedia humana. Ruggero Leoncavallo, de treinta y cuatro años, ideó el argumento, escribió la letra y la música mientras atravesaba una serie de sinsabores en su vida. Se trata de una comedia trágica que no sólo se vive en la ficción de las historias operísticas sino que al mismo tiempo, los avatares los sufrían los actores en su vida real. Por esos tiempos Pietro Mascagni ya había estrenado su Cavallería Rusticana que tuvo éxito singular y que Leoncavallo repitió con I Pagliacci (Los Payasos), ópera que cuenta hechos dramáticos con una temática que de vez en cuando se reitera hasta hoy.

La música es arrasadora pues el autor tenía un talento extraordinario para la pieza corta aunque con un melodismo realmente inspirado. El prólogo aludido antes es precedido por una breve obertura en la cual la cuerda grave y el clarinete bajo van anticipando el drama que va a desarrollarse y en el cual el tema de los payasos deviene majestuosamente antes de la aparición de Tonio.

Se abre el telón y la escena revela el centro de un poblado de campesinos que ante la proximidad de una itinerante compañía artística con saltimbanquis, actores y payasos, muestran su alegría por la obra de teatro que verán y entonan “Son quá”. Se ha levantado un teatro de feria y los saltimbanquis, encabezados por Beppe, el “Arlequín” es seguido por Nedda, la bella “Colombina” y su marido Canio, el “Payaso”. Nedda se bajará del carro y el deforme Tonio trata de ayudarla mientras Canio, molesto, lo hace a un lado. Comienzan los malditos celos exacerbados por los demás ante lo cual Canio aclara que la comedia no es la vida, aunque todavía no sabe que en este caso, sí lo es.

No es el lugar para contar el argumento, lineal, directo, de fácil comprensión. Sólo que en verdad Nedda está enamorada de un campesino que no es su marido el que a su vez piensa que el enamorado de su mujer es uno de los actores de la compañía de teatro. El final, previsible, es el asesinato de Nedda y la muerte de su amante que al momento de ocurrir genera la sombría frase de Canio cuando, mirando al público, dice “la commedia e finita” (La comedia ha terminado) y la alegría del poblado se transforma en horror con el que finaliza la ópera.

En el medio ocurren momentos de gran atractivo. La romanza de Nedda que usa el vuelo de las aves para expresar su deseo de libertad. La unión de Nedda con su amante, ese campesino que en el instante final es apenas visto por Canio, el marido engañado, que no alcanza a descubrir quién es el amante de su mujer. La famosa aria “Vesti la giubba” (Ponte el vestido y la cara enharina…) donde dice que el payaso debe hacer reír a la gente que paga por ello aunque en su interior esté sufriendo el escarnio de la traición y muera de celos. Algún diálogo, un par de arias, los campesinos asombrados por el realismo de los actores sin saber que estos están viviendo la realidad de lo que debía ser una ficción. Hasta que llega el final cuando Canio mata a Nedda y sorprendido descubre a su amante, que no era quien imaginaba, y lo acuchilla en su corazón. En ese momento, el asesino Canio dice “La commedia e finita” y cae el telón de una ópera que brutalmente muestra las miserias humanas.

En verdad, como ya lo dije otras veces, montar una ópera con un elevado grado de dignidad en nuestra ciudad, es un milagro. Y cada vez que ocurre me regocijo por esta contribución a la cultura salteña. Canio es un tenor irreprochable; Nedda una soprano más que interesante; el jorobado Tonio un estupendo pretendiente de la bella Nedda; Silvio y Beppe son logrados personajes. Los aldeanos, habitantes del pequeño pueblo, saltimbanquis, coros y comprimarios conformaron un conjunto que a partir de un eficiente regisseur, la ductilidad de la orquesta local y la atentísima conducción musical de Lhez, brindaron una de las óperas cortas pero de bien ganada fama. Disfrutó Salta con ellos.

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