La parte solista es altamente comprometida y tanto solista como conductor se acomodaron para una buena ejecución. La soprano Rita Corces dio su mejor recital desde que la conozco. Estuvo Gutiérrez, el eficaz clarinete de la orquesta sinfónica.
Salta, sábado 26 de abril de 2014. Catedral Basílica. Sinfonietta Salta. Solistas: Marcelo Gutiérrez (clarinete). Rita Corces (soprano). Director Invitado Agustín Eckhardt. Concierto Grosso nº 4 de Arcángelo Corelli (1653-1713). Concierto para clarinete en mi bemol mayor de Franz Krommer (1759-1831). Aria para la cuerda sol de la Suite nº 3 de Johann Sebastian Bach (1685-1750). Rejoice (Aria de El Mesías) de Georg F. Händel (1685-1759). Zerfliesse, mein Herze (Aria de la Pasión San Juan) de Johann Sebastian Bach. Ave María de Giulio Caccini (1551-1618). Aleluya de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Aforo 70%.
Anterior a Antonio Vivaldi (1678-1741), Corelli fue un príncipe musical de la construcción barroca italiana. Su producción no fue tan abundante como la del sacerdote veneciano, pero si fue tan rica como la de él. Son famosos sus “concerti grossi” y su inventiva temática. De una colección de doce, se escuchó el más atractivo, su número 4. Luego estuvo Gutiérrez, el eficaz clarinete de la orquesta sinfónica, en el concierto para su instrumento del bohemio Krommer, que escribió no pocas obras pero que pasó a la historia con su melodismo y cierta aproximación al pre-romanticismo de esta página que se conoce en Salta desde hacen doce años.
La parte solista es altamente comprometida y salvo un pequeño desliz en el allegro inicial, solista y conductor se acomodaron para una buena ejecución. Terminó la sección instrumental con esa belleza que resulta el segundo movimiento de la Suite nº 3 BWV 1068 donde la solidez de los dos violines primeros Urushadze y Villa por momentos no fue totalmente respondida por la cuerda baja del grupo.
A partir de allí se adueñó de la escena la soprano Rita Corces que -creo- dio su mejor recital desde que la conozco. Händel anuncia el nacimiento de Jesús con un aria de El Mesías, pero luego Bach, con infinita tristeza, cuenta que el Salvador ha muerto. Ambas arias fueron estupendamente dichas por Rita Corces brindando con sus adornos y sus intensidades vocales más una notable afinación, el carácter inconfundible de cada página.
Finalmente una antigua Ave María de Giulio Caccini que durante treinta y siete años fue músico de los Medici en Florencia (Italia) y un breve Aleluya del salzburgués Mozart. Devolvió el sostenido aplauso con la conocida Ave María que sobre un preludio de Bach, compusiera con inspiración, el francés Charles Gounod (1818-1893). El joven Agustín Eckhardt dio un paso más en su labor de conductor del ripieno instrumental.