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domingo, noviembre 24, 2024

Izcaray estrenó una obra del salteño Altube

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Su conducción fue de primera, plena de indicaciones precisas, transmitiendo el mensaje sonoro. Su vinculación con los músicos irreprochable.

Salta, sábado 16 de julio de 2011. Teatro Provincial. Solista; Mara Szachniuk (mezzo.soprano). Orquesta Sinfónica de Salta. Danzón Cubano nº 2 de Arturo Marquez (1950). Pi tete Úeru de Fernando Altube (1960). Suite Sinfónica Caraqueña de Gonzalo Castellanos Yumar (1926). Popurrí de Dámaso Pérez Prado (1916-1989). Director Honorario Maestro Felipe Izcaray. Aforo 90%.

El mexicano Márquez es un compositor que domina además varios instrumentos (piano, violín, trombón). Escribió hasta ahora ocho danzones que en conjunto representan sones tradicionales de Cuba. El nº 2 es una de las obras emblemáticas de este tipo de música que la orquesta domina absolutamente gracias a sus numerosas interpretaciones. Recuerdo cuando se presentó extraoficialmente la agrupación que este año cumple diez de existencia. La primera página fue precisamente ésta e hizo vibrar a los asistentes, autoridades, críticos, e invitados especiales. Su carácter arrollador y vital volvió esta noche.

También se escuchó la premiada obra de Castellanos Yumar que debemos agradecer al conductor su conocimiento. Es breve, apenas doce minutos pero bastan para reconocer un buen trabajo compositivo. Un ritmo de merengue caraqueño para una luminosa mañana, luego la pacífica noche para cerrar con el ritmo tradicional venezolano: el joropo. Sorpresivamente, el repertorio incluía cuatro páginas del estupendo Dámaso Pérez Prado, compositor cubano que se hizo famoso con sus “mambos”, ritmo que deviene del danzón de igual nacionalidad. Las cuatro páginas escuchadas estuvieron arregladas por el compositor y pianista de jazz Eugenio Toussaint (1954-2011) y movieron a la masiva y entusiasta participación de los oyentes con sus marcaciones de los compases fuertes.

hi_6-224.jpgDeliberadamente he dejado para el final el estreno en Salta de la también premiada obra del comprovinciano Fernando Altube, desde hace años intérprete y pedagogo en Portugal. Fue la segunda obra del repertorio y significó la primera vez que oía a la mezzo Mara Schazniuk y al estupendo solista en quena, Federico Camardelli. Altube se recibió en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú y su examen final para el título de “Maestro de Composición” fue obtenido con esta obra que luego mereciera el premio Juan Carlos Paz. Fue escrita durante el brutal invierno ruso de 1995 y se inspiró en una canción de cuna de los pueblos originarios del norte salteño. El texto es de una enorme ternura cantado, en idioma original, al estilo bagualero. Su inicio es un fenomenal solo de corno a cargo de Pablo Ahumada apoyado por el obstinato de la cuerda grave del piano. Luego viene un desarrollo de armonías atrapantes en sus disonancias y a su fin aparece Szachniuk. Conmovedora, afinada, elegante, suave, ideal, canta con la profundidad de sus sentimientos y produce arrobamiento en quienes la escuchan. Estuvo acompañada por una cuerda que derramaba sentidas melodías. Luego hay una marcha casi procesional en ritmo de huayno para cerrar con la canción de cuna que da el nombre a la obra en el hermoso timbre y los “glisandi” de Szachniuk. Con el respeto por los compositores anteriores, fue la obra central de la noche.

El retorno de Izcaray tuvo alto vuelo. Recibido con un cálido y reconocido aplauso, condujo y produjo el sonido orquestal de siempre. Su conducción fue de primera, plena de indicaciones precisas, transmitiendo el mensaje sonoro. Su vinculación con los músicos irreprochable. Cuidó al máximo el volumen permitiendo el lucimiento de la cantante. Ardiente, expresivo, vital, de poderosa personalidad hizo batir palmas al teatro entero que merecidamente lo despidió de pié.

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