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sábado, noviembre 23, 2024

La Argentina no puede con sus karmas

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Si eran fenómenos anteayer, y lo eran, no son muertos ayer, y no lo son. Si el camino elegido para llegar a la definición era el indicado, siempre que implicó una continuidad evolutiva de lo vivido hace poco menos de un año, no puede ser ahora un callejón sin salida, y no lo es.

Lo cierto, objetivamente, es que esta generación brillante de futbolistas argentinos, ha agregado un kilo más a la mochila que significa no coronar con un título una gestión. Jugaban en el estadio Nacional de Santiago los fantasmas de la historia entera de Chile, que jamás había logrado levantar una Copa, contra los fantasmas de la historia reciente de la Argentina, que hace 22 años no festeja.

Y lo cierto, también, es que los de Sampaoli lograron domarlos mejor, siendo fieles a sí mismos y, cuando no lo fueron, resultaron diferentes ante todos los karmas que los marcaron por siempre.

En cambio los karmas de la Argentina, más presentes, estuvieron aquí.

– 1) El karma de Higuaín. La sorprendente lesión de Di María apuró un proceso de descomposición en el esquema previsto por Martino, que lo llevó a tropezar con los cambios. Lavezzi fue el elegido y a los 35 minutos del segundo tiempo ya había hecho los tres. El último, Banega. El del medio, el del desgraciado Higuaín. El mismo que tuvo el triunfo mundial en sus pies, tuvo también la Copa América en los suyos, en la última jugada del último minuto del último tiempo regular. Y remató su noche con un penal tirado ya no al cielo, sino al infierno. Que el partido, un partido así, haya terminado sin Carlos Tevez en la cancha, aunque sea para patear un penal, es algo que le va a costar asimilar y explicar al Tata Martino.

– 2) El karma de Messi. Una vez más, como en Brasil, la instancia decisiva pasó más por la épica de Mascherano que por su magia. A diferencia de todo lo que sucedió durante el resto de la Copa, Nunca tuvo la pelota con seguridad, pero tampoco nunca tuvo opción de pase por delante y recepción de pase por detrás. Se fue del partido, literalmente, más de una vez. Se dice literalmente porque en un momento quedó pendiente de la platea, donde su familia la pasó mal. En aquella última jugada del minuto 90 apareció. Provocó dos amonestaciones. Y ya no más. Tres Mundiales y tres Copas América cargan sobre las espaldas del dueño de la épica, que siempre está, pero puso en duda su futuro, y el dueño de la magia, que a veces no está, como ayer. Decirles perdedores sería una falta de respeto.

– 3) El karma del fútbol argentino. La selección argentina, aún sin el título, sigue siendo una isla en el país del fútbol argentino. Más aún en este momento de descomposición institucional, en el que nadie sabe quién manda. Explicar esta nueva frustración, que eso es no haber logrado el título con eso, sería facilista ahora. Pero no ordenar las estructuras alrededor, sería perder para siempre lo que todavía es posible.

Quien diga, hoy, la Argentina perdió con Chile, ¡con Chile! despectivamente, no conoce a este Chile. Años y años le llevó encontrar y reforzar esta verdadera Generación Dorada. En todo caso, lo que sí se le puede achacar a la selección es que, en la final, Chile fue más Chile de lo que Argentina fue Argentina.

«Pareciéndonos a lo que pretendemos va a ser más fácil que consigamos el objetivo», había dicho Martino, con notable serenidad, unas horas antes. Y la verdad es que, en la final, no se pareció a lo que se pretende. Lo que no quiere decir que lo que se pretende no sea lo correcto.

– Por Daniel Arcucci
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