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jueves, octubre 10, 2024

La fachada del poder en “La Casa de Bernarda Alba” de Muscari

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Un impresionante fenómeno de público se suscitó la noche del viernes 3 de octubre en el Teatro del Huerto con dos funciones que reventaron la taquilla. Salta 21 asistió a la de las 22 hs. La masiva concurrencia de espectadores revela al menos, tres indicios: un intento por redescubrir una visión moderna de un clásico, una manera de conocer a Lorca con una inquietud por “leer” la obra en el escenario y el tercero, participar en un evento distinguido.

De estas hipótesis indiciales que anoto, podemos concluir que hubo un redescubrimiento de una visión moderna sobre Lorca: la puesta tiene un anclaje en el “presente” a través de la construcción de frases muy muscarianas y el uso de subjetivemas como “yegua”, “cuervo”, “orangután”, “asquerosa”, entre otros, términos usados por Bernarda con valoración negativa hacia sus hijas o los que emplea Martirio hacia su hermana Adela, entre esos, “ramera”. Constituyen formas de expresión más actuales que sintonizan con la forma aporteñada de hablar de Andrea Bonelli, en el rol de La Poncia. La ruptura del lirismo es el giro o vuelta de tuerca de esta propuesta.

El Lorca de Muscari es definitivamente argentino, y además, rioplatense.

La puesta, entre sus considerandos, revela el carácter asfixiante de la tragedia. Muscari como Director y puestista, logra una ambientación justa para el desarrollo de la historia. Y con la feliz confluencia de vestuario, luces y escenografía, Renata Schussheim, Gonzalo Córdova y Jorge Ferrari respectivamente, se arma la atmósfera ideal. Un marco potente. Una poética encuadrada en el realismo.

Otro acierto de José María es el trabajo sobre el entramado femenino mediante la configuración de un campo regido por la rivalidad entre mujeres, la sexualidad reprimida, la traición y los celos, la apariencia, la maldad envilecedora, la falsa moral y la angustiante cotidianeidad; aspectos pronunciados en su versión, con lo cual crea efectos perceptivos.

bernarda.jpgExperto en la conformación de elencos, sobresalen además, los roles, como si cada actriz estuviese hecha para el papel que le asignaron: Andrea Bonelli como La Poncia, Adriana Aizemberg como María Josefa, Mimi Ardú es la criada, Andrea Frigerio es Angustias, Valentina Bassi, Martirio; Mariana Prommel, Magdalena; Lucrecia Blanco, Amelia; Florencia Torrente es Adela; y como Bernarda: María Rosa Fugazot.

En cuanto al segundo indicio, “leer” la obra en el escenario, provocó cierto asombro e incluso el conocimiento de que en una tragedia, el desenlace es terrible. Me refiero a que un sector del público desconocía la historia de la tragedia lorquiana y lanzaba comentarios como “murió Adela?” seguido por interjecciones de sorpresa frente al argumento. En pocas palabras, un público que se desayunaba con la historia. Quizá por ello, la frecuente risa cada vez que aparecía María Josefa. Este público decidió tomarse a broma la “locura” del personaje, que, por otra parte, lejos de ser algo irrisorio, era dramático.

Del tercero quiero hablar poco y subrayar que algunos asisten sólo para no perderse el acontecimiento, que es del orden de la necesidad de estar en un evento social.

Más allá del público feliz con lo infeliz, cómodo con lo incómodo, había un público serio, no conformista y reflexivo, a tono con los momentos hiperbólicos con los que trabajó el Director. En la hipérbole subsistía lo tragicómico como una suerte de oxígeno descontracturante capaz de producir una risa nerviosa, diferente a la carcajada.

Creo, básicamente, que lo hiperbólico se asienta en la necesidad de popularizar una obra y de llevar más público al teatro. Es un efecto que funciona como gancho mediador entre la tragedia de Lorca y la tragedia de Muscari.

La fuerza de Fugazot, la medular interpretación de Bonelli y la frescura de Florencia Torrente, a lo cual se suma las buenas composiciones de las demás actrices, elevan el plus del requerimiento para el éxito de esta obra. Cada una logra lucirse a lo largo de la historia.

En una entrevista que le realizara a José María Muscari, el artista dice “Cristina es muy Bernarda. Pero hay varias anti k que también lo son”. Su declaración me permite realizar una nueva lectura del texto.

Bernarda es la encarnación de un poder dictatorial, cuyas leyes arbitrarias ya no son simplemente las de llevar luto 8 años y permanecer virgen sino que constituyen la subversión de un orden que resulta injusto y causa una revuelta sangrienta. Lo que antes era moral y constitutivo del seno social, se convierte en inmoral por la imposición que genera el sinsentido de la norma que no es sino la ausencia de tal. Bernarda lo que impone es una realidad paralela, inexistente, falsa. La Casa rompe la estructura familiar para pasar a representar la estructura del poder. Bernarda trabaja para un prestigio depositado en el “afuera” y lo superficial termina por ser la razón del hundimiento. Lo único verdaderamente profundo y real, es la muerte como salida a la opresión. Poncia, la asesora, y el resto de sus funcionarias inquisidoras, aceptan la mentira más conveniente para conservar los privilegios. El poder crea la relación de dependencia. Las mujeres de Bernarda son subsidiarias.

La Casa está en orden… Esa es la fachada bernardesca. La revolución es una utopía.

– Fotos tomadas por Salta 21

– Nota relacionada:

El Mundo Muscari… y su Bernarda: “La obra me eligió a mí”
http://www.salta21.com/El-Mundo-Muscari-y-su-Bernarda-La.html

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