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sábado, noviembre 23, 2024

“La historia oficial” 30 años después de su estreno: la misma emoción, el mismo deseo

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El arrollador film escrito por Luis Puenzo y Aída Bortnik se estrenó en la Semana Santa de 1985. Por aquel entonces la película no tuvo mucha repercusión hasta que comenzó a hablarse de ella en Cannes, se llevó el Premio, además de otros y el elogio de la crítica extranjera; y más tarde recibió el Oscar a Mejor Película Extranjera, el 24 de marzo de 1986. Fue la primera película Argentina en obtener un Oscar. Posteriormente, en 2010, «El secreto de sus ojos», nos traería el segundo. “La historia oficial”, multipremiada película, es una joya del cine nacional argentino.

Se reestrenó en copia remasterizada el 24 de Marzo de este año, Día de la Memoria. Su magnífico relato aborda la apropiación de una niña, hija de desaparecidos, por parte de un matrimonio de clase acomodada de Buenos Aires, encarnado por Norma Aleandro y Héctor Alterio, dos actores que se lucen completamente en pantalla y sus protagónicos no dejan dudas de la excelencia interpretativa.

La primera vez que vi este film no tenía la conciencia de la historia. Los adolescentes de aquella época veníamos del silencio y la gente tenía miedo; en nuestras casas se hablaba en secreto. Mi madre había perdido su trabajo durante la dictadura por ser militante peronista. Más de una persona conocida había huido al exilio o ya no estaba en este mundo. Toda la educación era militar. No se podía opinar ni había oportunidad para el debate. Tal y como se muestra en “La historia oficial”. Norma Aleandro interpreta a una profesora de Historia del Colegio Nacional. Alicia impartía clases sobre la “versión oficial” de la Historia y negaba que Moreno, por ejemplo, haya sido envenenado. Pero sus alumnos consiguen otro tipo de bibliografía, y logran desafiarla en varias oportunidades. Ibáñez es una docente que vivió toda su vida con los ojos vendados. Abrirlos le costó enterarse de que su hija fue robada a una pareja de desaparecidos en La Plata. El amor por la pequeña Gaby, papel que le cupo a Analía Castro, también la lleva a preguntarse quién es ella.

El marido, Roberto, no es un burgués cualquiera. Fue cómplice de los genocidas. Pero el film además muestra la complicidad de la Iglesia, en la figura del cura confesor de la profesora. Este sabe de qué manera ha llegado Gaby a esta familia.

Hay dos relatos conmovedores en el film: uno es de Chunchuña Villafañe, como Ana, amiga de Alicia; y otro es de Chela Ruiz, como Sara, una Abuela de Plaza de Mayo que busca desesperadamente a su nieta. Esos monólogos conmueven hasta las lágrimas. Ana le cuenta a Alicia cómo fue torturada y violada, en momentos en que celebraban el encuentro “después del exilio” y morían de risas con las anécdotas. Alicia la interroga: “¿pero qué hiciste?” Tremendo! En tanto Rosa, testimonia la vida de la joven pareja desaparecida mientras exhibe las fotos que prueban el parecido de Gaby con su madre. Ambos (relatos), son desgarradores, y en ellos cae el peso de la historia no oficial acerca de los desaparecidos de la Dictadura Cívico-Militar-Eclesiástica, lo que se denominó terrorismo de estado.

Los actores y el director, Luis Puenzo, deciden reestrenar la película para “despertar conciencias”.

Hoy nos enteramos por diversos medios sobre cómo lograron terminarla y lo que les costó hacerlo. Norma Aleandro tenía miedo por aquel entonces. Y rechazó varias veces el papel hasta que Puenzo la convenció. Mientras filmaban, la madre de Analía Castro, recibió amenazas para que la nena no continuara participando del rodaje. Frente a esto, anunciaron a la prensa que la película no seguiría pero siguieron rodando en secreto, en el departamento de Puenzo.

La clandestinidad de su realización habla a las claras del valor de la película. Con la cantidad de premios que recibió, las tristezas cambiaron por una oportuna felicidad, muy merecida.. Pero creo que el premio mayor es llegar a miles de argentinos no sólo con la calidad de un trabajo cinematográfico hecho en casa con realizadores y actores celebérrimos, sino por su trascendencia a nivel del significado.

El film en ningún momento se explica a sí mismo, es sutil; el guión propone sobreentendidos y silencios que son una advertencia. En el contexto en que fue filmado, lejos de los actuales gobiernos, responde a una necesidad de gritar verdades al pueblo argentino. Sobre todo, a aquellos que pensaban que “los otros” eran la basura y que había que exterminarlos. Cuando Alicia comienza a buscar la verdad, su esposo le dice “era mejor que esté con nosotros y no con ellos”, al referirse a Gaby, la pequeña de 5 años. Ese nosotros y ese ellos que dividió a los argentinos, está muy marcado en el film.

Las charlas entre ex compañeras de secundaria muestran también la ideología de algunas, la ignorancia de otras, la conveniencia de ciertas clases, y los perfiles de a quiénes les conviene la verdad y a quiénes, el ocultamiento.

En un encuentro entre los padres de Roberto (Alterio), el hermano, un grandioso Hugo Arana, el matrimonio burgués y los niños de la familia, ocurren situaciones muy significativas. El padre de Roberto es un inmigrante español y este le reprocha a su hijo, cómo es que logró estar bien, si sólo los corruptos y los cómplices pudieron hacerlo. Roberto contesta “ustedes los anarquistas”, y todo se desmorona a partir de esa conversación. Los padres y el hermano de este oscuro personaje atraviesan por situaciones de pobreza porque no se enredaron en negocios turbios como aquel. Esta verdad sale a la luz en la discusión, lo que evidencia las rupturas dentro del seno de una familia, en las que los propios integrantes son antagonistas por ideologías contrarias.

El cumpleaños de Gaby representa un momento crucial en el film. La nena se va a su cuarto a jugar con su bebé de juguete y de manera sorpresiva ingresan los niños con rifles y escopetas de juguetes. El juego logra convertirse en una imagen simbólica sobre la represión sufrida en esos tiempos, cuando los militares irrumpían en las casas para secuestrar a las personas. Posteriormente, la reflexión de Alicia acerca de que ese día que celebran es el día en que trajeron a la pequeña, pero no es el día en que nació, materializa la toma de conciencia; y las preguntas comienzan a convertirse en interrogantes acerca de su identidad.

El contenido está plagado de frases y escenas simbólicas, que proponen una doble lectura sobre esta tragedia que sacudió al país.

El final abierto se desprende de una escena violenta entre Roberto y la profesora. El sobreentendido nos permite construir otra Historia. Es la caída de la máscara, la antesala de la Verdad y la Justicia.

Una gran película para revivir si no por la temática, por la virtud de los que la hicieron. Excelente cine argentino para volver a ver.

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