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domingo, noviembre 24, 2024

La obra teatral “El precio” plantea la deflación de los vínculos familiares

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El jueves 7 de junio se presentó en el Teatro del Huerto una obra de Arthur Miller que obliga a pensar en las “crisis”, a partir de un nuevo dios de la modernidad: el dinero. Cómo influyen los fracasos y los triunfos para posicionarse en ámbitos sociales a un precio muy alto.

La bajada o caída de los afectos es una línea clave dentro de la teatralidad elegida como blanco de esta dramaturgia. En el plano central está el factor económico como eje de un triunfalismo necesario que impone la sociedad. Helena Tritek (directora) destacó lo que Miller vislumbró, antes que apareciera la foto feliz en el Facebook, la presencia de un modelo frívolo a nivel relacional cuyas variables están dadas por la sobrevaloración del éxito social y la conciencia de clase.

La tesis, sin embargo, de la obra, parece rondar en la idea de la tiranía del patriarca, en el sentido de la Ley del padre que gobierna a uno de sus protagonistas, Víctor (Arturo Puig), y por el cual obedece mandatos incorporados en la crianza que le imposibilitan el despegue hacia una nueva vida, quizá, donde lo matriarcal pudo haberle dado mayor empuje. Así, la figura débil y casi desoída de la mujer, no puede más que aparecer como acompañando la crisis de ese patriarcado, ejercido con la fantasmal presencia de un padre ausente físicamente pero cuya influencia se sostiene en el tiempo.

Vemos aparecer con grandes infiltraciones discursivas a Esther (Selva Alemán), la persona que en realidad más claro tiene todo el panorama pero no es considerada ni valorada, además es alcohólica casi de manera justificada ante el abandono afectivo del marido (Víctor), dedicado a sostener la figura de su padre para evitar asumir el fracaso financiero tras la crisis del 29’ en Estados Unidos. Selva Alemán compone con maestría y una fuerza actoral increíble, a una mujer postergada.

La onda picaresca aparece como sustrato en las escenas entre Pepe Novoa y Arturo Puig, el primero interpretando a un tasador (Solomon) muy ágil y rápido, y el segundo, a un policía que necesita vender los objetos de su padre que representan el supuesto pasado feliz de una familia acomodada. Los diálogos son maravillosos y las actuaciones excelentes.

El retrato feriante de un friso que descubre la crítica situación económica es rota de manera abrupta con la entrada de Walter, protagonizado por Antonio Grimau. Las escenas suben el tono, la discusión entre hermanos que no se encontraban desde hacía 16 años, descubre los misterios del pasado y se revelan las intimidades que provocaron la deflación. Grimau impone un nuevo ritmo, un in crescendo que potencia la representación. Se ejercita al máximo el nivel de reflexión y el desenlace se precipita con la confirmación de la rivalidad entre ellos. Walter ha triunfado en la vida, es un médico famoso pero además, se ha desprendido de las nefastas influencias de su padre para hacer su vida y lograr ser feliz. Modelo de éxito asegurado. Por su parte, Víctor descubre que su padre fue egoísta y que no se recibió en la universidad porque aquel quería tenerlo a su lado. Así, soportó la pobreza en el ejercicio de un trabajo mediocre y pasó hambre con su familia. En esta decisión, Víctor se jugó por los afectos y aparece la antítesis entre el éxito material y los valores, aunque estos fuesen consecuencia de falsos sentimientos.

En síntesis, la vida pone un precio, justo o injusto, y cada cual decide el camino a seguir. Las elecciones pueden no haber sido las mejores, por eso se está a tiempo de cambiar lo cambiable. No hay final feliz, pero ya nada está tan oscuro y puede que ir al cine con la mujer amada sea un buen comienzo.

Las ideas de Miller asocian bienestar con dinero y título universitario con prestigio, como bienes de una clase, algo que no escapa a la realidad. Nadie es exitoso en la vida si no es un profesional graduado de la universidad. No viene mal el concepto en épocas donde la educación está devaluada y la salida más fácil es convertirse en policía, que asegura el trabajo sin mayores estudios. Y en el peor de los casos, vivir de los subsidios del estado.

La obra plantea, además, que en cada época hay una crisis, aún cuando se represente una época y un lugar determinados, no pierde la universalidad de los contextos actuales y de las relaciones humanas vigentes.

– Notas relacionadas:

Arturo Puig, protagonista de El precio: “me visto del personaje y salgo a escena”

http://www.salta21.com/Arturo-Puig-protagonista-de-El.html

Selva Alemán: “el teatro es un hecho vivo y eso me parece atractivo”

http://www.salta21.com/Selva-Aleman-el-teatro-es-un-hecho.html

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