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jueves, octubre 10, 2024

La psicoanalista de Dios

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“Dios mío”, la obra teatral en la que Él va al diván, de Anat Gov, en versión de Jorge Schussheim y bajo la dirección de Lía Jelín, subió a escena anoche en el Teatro del Huerto (Salta).

Descartando las muy buenas actuaciones de los reconocidos actores Thelma Biral y Juan Leyrado, me resultó absolutamente conmovedora la interpretación de Ignacio Monná como el hijo autista de la psicóloga.

La obra puede leerse de diversas maneras y bajo diferentes enfoques. Sencillamente, Dios es humanizado y decide felizmente, hacerle un regalo hermoso a su analista.

El discurso en sí mismo recorre varios lugares, desde el catecismo más primitivo hasta las ideas más sueltas y progresistas. Hay como una especie de mezcla que no termina de definirse cuando después de que Dios declara no tener religión, se cosechan un rosario de alusiones bíblicas con referencias al judaísmo y al cristianismo.

La aparatología ideológica se disuelve en el humor buscado. Así, Dios es uno más de nosotros, un ser que está solo en el universo y que necesita ser amado. Hay una especie de reproche a los seres humanos: buscar a Dios para criticarlo o en momentos de necesidad. Los juegos del lenguaje en la sesión terapéutica permiten el análisis del Mandamiento número 1: si Dios no tiene padres, entonces hay que trabajar sobre sus decretos.

dios_mio1.jpgSi hay un abogado del diablo por qué no puede haber una psicóloga de Dios. Los trabajos actorales de Leyrado y Biral crean un ambiente creíble en un contexto absurdo en el que la creencia termina por ser un prodigio. Las invenciones de Dios y su terapeuta son miradas ingeniosas: ambos interpretan sus mejores papeles en la vida. Hacer de Dios no es fácil, tampoco hacer de su psicóloga. La idea de recrear un papel abre la posibilidad de ponerse en la piel del otro, aún en el de la divinidad, para entender que en ese doblaje (actuar en la vida y en el teatro) está la esencia del ser. La concepción de Dios como un artista permite además, de alguna manera, pensar que su obra ya no le pertenece. De allí que lo que los hombres hacen no es lo que Dios quiere. Y la matanza, la guerra, la injusticia, la violencia y los males que nos acechan tienen raíz en la propia humanidad.

Dios va a terapia para liberarse de la culpa. Desde ese punto de vista es un hallazgo. Elige a una psicoanalista atea, pero es una mujer con un mundo interior muy rico, capaz de cuestionarlo pero sobre todo, capaz de liberarlo. Este también es un hallazgo. Dios habitaba en ella. Las paradojas abundan en la dramaturgia.

Y la belleza de la obra radica en el milagro. La psicoanalista siempre fue una mujer optimista. Ese optimismo la mantuvo viva. Acaso el abrazo final con Dios no fue más que un encuentro soñado, y todo lo que antecedió, una ilusión. Pero el aire fresco de la lluvia y el amor de su hijo, son la vida misma. Vivir es lo único cierto.

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