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sábado, noviembre 23, 2024

La visión maniquea oculta los matices de la realidad

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Bienvenida esta polémica con Romina Chávez Díaz sobre la dictadura, la democracia, Nora Giménez y Gómez Diez. Creo que si -como ella parece creer- los buenos están de un lado y los malos del otro todo sería más simple. Pero, lamentablemente, no es así.

Me parece que Romina desvirtúa lo que yo digo al transpolar una calificación («responsable», en el sentido de «seria») que yo empleo para una situación específica -la denuncia de corrupción en la campaña Urtubey/Yarade-, hacia un ámbito más general donde tiene otro significado y por supuesto, se torna improcedente y hasta equivocada: la actuación de Nora Giménez y Ricardo Gómez Diez en los acontecimientos históricos y políticos ocurridos en Salta y la Argentina en las últimas décadas.

En ese contexto Giménez fue responsable en el sentido positivo de llevar su compromiso social y su lucha hasta las últimas consecuencias y Ricardo Gómez Diez fue responsable en el sentido de partícipe activo de un «Proceso de Reorganización Nacional» que acabó con la democracia y cometió crímenes de lesa humanidad.

Pero en lo específico de la cuestión de la denuncia de corrupción en la campaña me sigue pareciendo más responsable ir a la Justicia que limitarse a hacer críticas en los medios.

Yo sí tengo memoria

jpg_Gomez_Diez.jpgRicardo Gómez Diez sin duda tiene una responsabilidad mayor en lo que hace a la instauración de un orden dictatorial en Salta y la Argentina, puesto que fue vicegobernador de facto de la provincia.

Sin embargo, en lo que hace a responsabilidades criminales directas, como puede ser la tortura, el robo o la desaparición de personas que yo sepa no ha sido acusado como autor penalmente responsable de tales delitos.

Creo que en este sentido hay grados de responsabilidad en cuanto al quebrantamiento del orden constitucional y a los crímenes cometidos en la última dictadura.

En primer lugar están los que diseñaron el plan de exterminio, luego quienes lo llevaron a cabo y en tercer lugar quienes no tuvieron participación en el diseño de esa estrategia macabra ni en su aplicación, pero que colaboraron con el régimen en forma protagónica con cargos y funciones de gobierno de distinto nivel.

No hubo, tampoco -y esto es lamentable- de regreso a la democracia una disposición -tal vez hubiera sido un modo de sancionar complicidades y renovar la dirigencia- que vete la participación en la política y el acceso a cargos electivos y a la función pública de personajes ligados a la dictadura con el rol protagónico de dirigentes o funcionarios. (La Constitución reformada en el 94 es sí, lapidaria en este sentido, pero de aplicación a futuro)

Y tal vez no la hubo por una razón: la Unión Cívica Radical -y tenemos que romper un tabú para decirlo- aportó miles de intendentes, centenares de funcionarios, decenas de ministros al gobierno del Proceso.

También los medios fueron cómplices de la dictadura y todavía estamos esperando el mea culpa, por ejemplo, de Clarín o El Tribuno.

El golpe tuvo consenso

Y hay algo más grave aún y que concierne a los ciudadanos: el golpe tuvo un consenso quizá no menor a un 80 por ciento. La gente lo esperaba, lo veía inevitable, incluso lo ansiaba como un modo de salir de un espiral de caos y de violencia que parecía hundirnos en un infierno cada vez mayor.

Todo esto orquestado por las fuerzas reaccionarias que incluso demoraron el golpe para alcanzar mayor «consenso» entre la población.

jpg_Borges_y_Sabato_con_Videla.jpgLuego fue fácil señalar que Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato se reunieron con el dictador Jorge Rafael Videla. Pero lo que nadie dice es que la mayoría de la población en ese momento -la mayoría de los argentinos- aceptaron en mayor o menor grado a Videla, y en Salta no hubo, por cierto, una oposición feroz y heroica -salvo contadas excepciones- al gobierno de Ulloa y Gómez Diez.

Y, dato sorprendente y que dice mucho de nuestra sociedad norteña conservadora y fascistoide, Salta y Tucumán fueron las provincias que generaron partidos como el Renovador y Fuerza Republicana, surgidos de las entrañas de gobiernos de facto de la dictadura militar.

Y tampoco es un hecho menor que Ulloa y Bussi volvieran a ser gobernadores ungidos por el voto popular dentro del sistema democrático.

Pero mientras Augusto Ulloa podía caminar tranquilamente al término del Proceso por las calles de Salta, pronto surgieron denuncias de participación directa del general Domingo Bussi en crímenes de lesa humanidad.

Si no vemos los matices -la totalidad de la realidad compleja que explica los fenómenos- podemos creer que el régimen nazi se comprende en su integralidad con la sola maldad de Hitler y el Proceso con la sevicia de Videla.

Aquel para quien el nazismo le impidió profesar libremente su religión no ha sufrido lo mismo que el que murió en un campo de concentración. Y Nora Giménez fue una víctima de la dictadura en un grado más extremo que quien recuerda que debía llevar documentos al salir a la calle o no podía asistir libremente a espectáculos de su agrado porque imperaba la censura o era hostigado por usar barba o cabello largo.

Esto lo tengo claro.

Pero lo que no puedo entender es que Nora Giménez -justamente por su trayectoria y su experiencia- haya integrado hasta hace muy poco tiempo un gobierno ultraconservador que persigue a docentes y cesantea a policías y cuyo verdadero gobernador en las sombras es Rodolfo Urtubey, un ex ministro de la Corte que porta ideas de una derecha más que pronunciada.

jpg_NoraGimenez.jpgY no sólo eso: es verdaderamente notable el hecho de que Nora Giménez sea la responsable activa y directa -por lo que hizo como ministra de Trabajo- de la violación de derechos humanos, ciudadanos y sindicales de un luchador digno y valiente como lo es Miguel Rojo, perseguido no sólo por Ulloa, sino también por Romero y Urtubey.

A Ricardo Gómez Diez su pasado lo condena. Pero a Nora Giménez su pasado no la absuelve de un presente que, al menos para mí, es más bochornoso que ejemplar. Como tampoco podemos aplaudir la presidencia de Menem cuya política económica fue una continuidad en grado extremo de la que impuso la dictadura por el hecho de que haya sido perseguido, detenido y vejado en tiempos de Videla.

Notas relacionadas:

Ricardo Gómez Diez, ¿más responsable que Nora Giménez…?

http://www.salta21.com/spip.php?article2088

El papelón de Nora Giménez, de cómplice a candidata frustrada

http://www.salta21.com/spip.php?

3 COMENTARIOS

  1. La visión maniquea oculta los matices de la realidad
    Siempre leo con interés tus artículos, coincida o no, Miguel. Nunca comenté ninguno, pero esta vez, con todo respeto, tengo que decirte sencillamente que te fuiste al carajo. Hubo muchos, muchísimos, que no estaban de acuerdo con la dictadura,ni la justificaban, ni la concensuaban, aunque callaran. Muchos callaron por impotencia, por miedo, por desconocimiento. No los justifico, no me justifico (aunque no estaba en edad de que nadie me diera pelota), pero no todos los burros son pardos, no te parece?

  2. La visión maniquea oculta los matices de la realidad
    No es serio decir que el golpe tuviera un 80% de consenso. Ni Perón ganó con más del 60% de los votos…¿en qué se basan? A veces la gente juzga por sus vecinos y amigos .La sociología enseña que tener un contexto con determinadas ideas políticas no significa que esas ideas sean dominantes. Yo por suerte en aquel tiempo no conocí ni una persona que se alegrara por el golpe. Ni siquiera antiperonistas.

    • Ni alegría ni votos
      Consenso no quiere decir alegría ni votos, solo una especie de acuerdo o si se quiere de resignación ante lo que aparecía como inevitable.

      Era una atmósfera de aceptación, un alivio angustioso, no un apoyo con algarabía. Y menos por supuesto se lo puede traducir en un porcentaje de votos porque un golpe es justamente la supresión del sistema de elección democrático.

      Al contrario, había miedo e incertidumbre. Un clima de final trágico de un ciclo democrático frustrado. Pero en realidad era el origen de una tragedia mayor.

      Puede haber consenso en la necesidad de hacer una operación quirúrgica sin que ello provoque alegría. Muchos creían que el golpe acabaría con la violencia y la anarquía desatadas por la sangrienta puja entre la derecha y la izquierda peronista encabezadas por López Rega y Firmenich. Pero lo que se estaba gestando era un genocidio como el que tal vez nadie pudo en ese momento avizorar.

      Se pensaba que sería un golpe más como tantos que asolaron el país en el siglo XX…

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