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domingo, noviembre 24, 2024

Las 10 películas más violentas de 2014

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El repaso de fin de año de CINEMANÍA prosigue a buen ritmo, y según lo estipulado: durante esta semana hemos tenido ocasión de hablarte de los filmes que más nos han sorprendido, los que más nos han decepcionado y de aquellos que (según nuestros críticos) quedarán como los mejores de 2014.

Y ahora llega el momento de apretar los dientes, calzarse el chaleco antibalas y poner el dedo sobre el gatillo, porque (según nuestra tradición) vamos a dedicarle una lista a las películas más violentas del año. Desde cintas que obligan a darse una ducha tras salir del cine, para evitar ir por ahí cubierto de sangre, hasta aquellas que, con un body count más escaso, nos dieron una paliza psicológica a base de intriga y ambigüedad moral. Si, tras visionar estas barrabasadas, sigues teniendo hambre de cadáveres y mal rollo, puedes consultar nuestros repasos de 2011, 2012 y 2013.

Tokarev (Paco Cabezas)

¿Por qué nos ha impactado? En una de las mejores escenas de este filme, el secundario Kane (Max Ryan) le pregunta a Nicolas Cage: “¿Hasta dónde quiéres llegar?”. La preciosa respuesta de ‘Nic’ (“¿Cómo de profundo es el infierno?”) resume estupendamente el espíritu de Tokarev. Está claro que el guión de Jim Agner y Sean Keller toma prestado más de un elemento (y más de dos) de Mystic River, pero su redención llega gracias a dosis masivas de brutalismo, salvajismo y nicolascageismo vengador, tan alejadas de Clint Eastwood como de las novelas de Dennis Lehane. Al fin y al cabo, después de haber contenido sus espasmos en Joe (una de nuestras películas sorprendentes de la temporada, que además tenía lo suyo en lo que a violencias se refiere) el sobrino de Coppola se merecía darle rienda suelta a sus impulsos…

El único superviviente (Peter Berg)

¿Por qué nos ha impactado? Tras el impasse que supuso Battleship en su carrera (venga, que levante la mano quien no haya rodado nunca una película de encargo), Peter Berg vuelve a darnos su versión de la ‘Guerra contra el Terror’, ese tema que tanto juego le dio en La sombra del reino hace siete años. Sólo que, esta vez, el director ha tirado a la basura los modos del thriller para decantarse por el cine bélico puro y duro. Y con Mark Wahlberg de protagonista, además, con el incremento que eso implica en el nivel de testosterona. ¿El resultado? Pues una película que, si bien puede no llegar a satisfacernos en lo estrictamente artístico, si cumple con su cuota de muertes entre guerrilleros talibanes y comandos de los Navy SEALS. Muertes, además, muy lentas y dolorosas todas ellas.

300: El origen de un imperio (Noam Murro)

¿Por qué nos ha impactado? Con Zack Snyder ocupado con las cosas de Batman y de Superman, el israelí Noam Murro se vio con la papeleta de prolongar los delirios de Frank Miller sobre las Guerras Médicas. Y, ¿cómo lo hizo? Pues ateniéndose al principio de que, cuando algo no está roto, no hace falta arreglarlo: en ausencia de las resecas las Termópilas, y de aquellos Gerard Butler y Michael Fassbender en tanga, 300: El origen de un imperio cumple convirtiendo a Eva Green en femme fatale de la antiguedad y entregando un incontable número de cadáveres pasados por agua en sus batallas navales.

Maniac (Franck Khalfoun)

¿Por qué nos ha impactado? Antes de que alguien se ponga quisquilloso, lo reconocemos: en la mayor parte del mundo, Maniac se estrenó en 2012. Pero, dado que este remake de un clásico del terror de serie B ha llegado a las pantallas españolas con dos años de retraso (en mayo de 2014), nos damos el gusto de incluirlo en nuestra lista, puesto que se trata de un trabajo malsano con ganas. Aquí todavía no nos hemos aclarado sobre qué es peor: si ese recurso a la cámara subjetiva que nos convierte en cómplices involuntarios, o los momentos en los que la perspectiva cambia para recordarnos que el serial killer oficial de la historia es Elija Wood. Tal vez esta película no resucite la carrera del actor, pero desde luego sí nos ha probado que está de lo más creíble interpretando a un psicópata muy patético.

Snowpiercer (Rompenieves) (Bong Jon-hoo)

¿Por qué nos ha impactado? El viraje del director coreano a la ciencia-ficción postapocalíptica (y ferroviaria) no sólo ha quedado como una de las mejores películas del año según nuestros críticos, como una prueba de que a Chris Evans no le hace falta un escudo para resultar heroico o como un recordatorio de lo odiosa que puede resultar Tilda Swinton cuando se lo propone. También resulta un festín de yoyas que eleva al infinito la violencia del cómic original (El rompehielos, de Lob y Rochette) aprovechando las posibilidades que dan los espacios estrechos para coreografiar unas batallas cruentas a la par que estéticas. Ni los niños se salvan en esta carnicería sobre raíles, que sólo se interrumpe cuando dan las campanadas de Nochevieja. Sin uvas, eso sí.

Anarchy: La noche de las bestias (James DeMonaco)

¿Por qué nos ha impactado? El año pasado, The Purge: La noche de las bestias se quedó fuera de nuestra lista más violenta: con barrabasadas como Tú eres el siguiente o Posesión infernal (Evil Dead), la competencia era muy dura. Pero de nada sirve lamentarse, y, además, este año podemos remediar la injusticia incluyendo a su secuela en nuestra enumeración. Siguiendo esa tradición de la serie B que aconseja incrementar el recuento de víctimas con cada entrega sucesiva, decantándose por la acción en lugar de por la claustrofobia y cargando aún más las tintas en la lectura social (por si alguien no se había dado cuenta, los ricos son los que más se divierten durante la Purga), Anarchy prolonga una de las sagas de terror más interesantes de la actualidad. Gracias sean dadas a los Nuevos Padres Fundadores.

La entrega (M. R. Roskam)

¿Por qué nos ha impactado? Si es que somos tontos. De remate, vamos. Vamos a ver una película de gángsters como si tal cosa, y no nos percatamos de que en el reparto están profesionales de la dureza como Tom Hardy y James Gandolfini (cuánto le echamos de menos, boss), que el guionista es Dennis Lehane (Mystic River, Adiós, pequeña, adiós), ni de que el director ya había firmado un trabajo tan cafre como Bullhead. Y, claro, pasa lo que pasa: que nos encontramos con un ejercicio de noir lacónico pero brutal, el cual acaba ocupando en nuestra lista de filmes violentos un lugar equiparable al que Mátalos suavemente se ganó en nuestra edición de 2012. Y tan contentos, la verdad, porque La entrega es una película estupenda.

Blue Ruin (Jeremy Saulnier)

¿Por qué nos ha impactado? Un páramo desolado. Un crimen sin castigo. Un forastero solitario y silencioso. ¿Es un western? Pues no: tras parodiar el slasher y el gore en Murder Party, su debut largo, el talentoso Jeremy Saulnier entrega una película que subvierte un montón de tropos de las historias sobre venganzas en la América profunda. Puede que Dwight (Malcolm Blair), el protagonista de esta historia, sea un sucesor lejano de Shane o de William Munny, pero sus habilidades asesinas están tan abolladas como ese coche que conduce, y que le da su título al filme. Moraleja: antes de embarcarte en una espiral demenciada de asesinatos, asegúrate de hacer las preguntas correctas.

Big Bad Wolves (A. Keshales, N. Papushado)

¿Por qué nos ha impactado? Una película cuyo eje es el asesinato de una niña (o de muchas niñas, como es el caso) tiene muchos números para enervarnos. Una película que llega con la aprobación entusiasta de Quentin Tarantino tiene muchas papeletas para resultar interesante. Cuando se combinan ambos factores, el resultado es este thriller israelí, ninguno de cuyos personajes resulta remotamente simpático (¿te gustaría encontrarte con el policía Lior Ashkenazi haciendo la ronda en tu barrio?) y que no escatima puñaladas traperas hacia la situación política de su país. Está claro que, a estas alturas, uno no puede fiarse ya ni de su rabino.

Los canallas (Claire Denis)

¿Por qué nos ha impactado? Según una vieja tradición, consagramos el último puesto de esta lista a un filme que, en lugar de regodearse en la hemoglobina, apuesta por la violencia psicológica. Y no es que Claire Denis (cineasta que cuenta con algún fanfatal que otro en esta redacción) escatime aquí algún momento brutal que otro. Es que su última película hasta la fecha extrae su mal rollo no tanto de la violencia en sí como de aquello que un columnista sesudo describiría como “un clima moral asfixiante”. Si pensabas que con las películas más chungas de Michael Haneke o Lars Von Trier lo habías visto todo, te animamos a que le eches un tiento a Los canallas: así descubrirás que la humanidad siempre puede caer un poquito más bajo.

– Cinemanía

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