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domingo, noviembre 24, 2024

Las opciones estratégicas del Papa alemán

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La única verdad

La negación del Holocausto es coherente con la negación de cualquier verdad fuera de la Iglesia Católica, que el papa Ratzinger viene practicando en forma sistemática. Cómo repercutirá en el catolicismo argentino el indulto a los lefebvristas, que asesoraron a la dictadura militar. A medio siglo del Concilio y en la fecha de conmemoración del Holocausto, ningún pedido de disculpas disminuye la claridad del mensaje.

– Por Horacio Verbitsky

El convento lefebvrista en La Reja. Una teología de los campos de concentración.

La negación del Holocausto por parte del obispo Richard Williamson es sólo el aspecto estridente de un episodio cuyo alcance va mucho más allá de ese ex sacerdote anglicano, convertido al catolicismo en 1972.

El mismo papa Benedicto XVI autorizó que volviera a leerse el Viernes Santo la plegaria por la conversión de los judíos, para que reconocieran la luz de la Verdad de Cristo y pudieran salir “de sus tinieblas”.

El levantamiento de la excomunión de Williamson y de otros tres obispos consagrados por el arzobispo Marcel Lefebvre en 1988 (Bernard Fellay, el español naturalizado argentino Alfonso de Galarreta y Bernard Tissier de Mallarais), acentúa el golpe de timón impreso por el pontífice alemán desde su coronación en 2005. Cuesta creer que esta decisión se haya anunciado al cumplirse medio siglo de la convocatoria al Concilio y en vísperas de conmemorarse el Holocausto por mero azar o error de cálculo.

El bote de salvamento

El Superior de la Fraternidad, Bernard Fellay, la definió como “un pequeño bote de salvamento en un mar en tempestad” y expresó su satisfacción de que ahora también “la voluntad del Santo Padre vaya en esta dirección”. El principal gestor del acercamiento fue el cardenal colombiano Darío Castrillón, presidente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, que consiguió que Benedicto XVI recibiera a Fellay en 2005 y 2007. Durante la última, Fellay mencionó entre los logros de la Fraternidad la denuncia que condujo a la prohibición en Córdoba de la píldora del día después por la jueza Cristina Garzón de Lescano y la “increíble actitud” del obispo de Córdoba, Carlos Ñañez, que “nos llamó terroristas”. El Papa le dijo que la forma de pertenecer a la Iglesia Católica era “interpretar el espíritu del Concilio Vaticano II a la luz de la Tradición”, que es lo que él mismo está haciendo.

La Sociedad San Pío X sólo oficia la misa en latín, de espaldas al pueblo, tal como describe el poeta latino Horacio el acto litúrgico del pontífice romano, que asciende la escalera hacia la divinidad y le habla de lo que ocurre abajo. Pero éste es apenas el símbolo de una discrepancia mayor.

El teólogo y filósofo José Pablo Martín explica la novedad:

¿Vuelven a ser obispos, como Bergoglio o Laguna, o sólo son readmitidos en las bases del pueblo de Dios?

– El levantamiento de la excomunión de cuatro obispos no es un acto religioso para aliviar la situación espiritual de los interesados. En este caso es un acto jurídico entre personas y estructuras eclesiásticas, para anular los efectos de graves desobediencias anteriores y recomponer la “comunión” entre el Papado y los obispos, que regresan con todos sus atributos institucionales. Fueron ordenados obispos por Lefebvre, en desobediencia hacia el Papa, pero la Iglesia reconoce la validez de esta ordenación, y con el levantamiento de la excomunión ella pasa a tener todo su vigor sacramental e institucional. Se convierten en obispos como Bergoglio y Laguna. Aunque yo diría un poquito más que Laguna y Bergoglio, porque pasan a gozar de la comunión con el Vaticano sin haber abandonado sus posiciones. Estas posiciones acentuaban la convicción de que ellos son la “verdadera Iglesia”. La Iglesia de Bergoglio y Laguna permanece así la católica de siempre, pero un poquito “menos verdadera”.

Un paso adelante

Williamson lo interpreta del mismo modo. En una declaración firmada el 24 de enero en La Reja sostuvo que la remisión del decreto que el 1 de julio de 1988 lo excomulgó era un paso adelante para la Iglesia, cuyas autoridades se acercaban a la verdad, sin ser una traición por parte de la Sociedad San Pío X, que no se comprometió a “aceptar las decisiones del Concilio”, sino sólo a sostener “conversaciones”, que son una oportunidad de acudir “al rescate de la Iglesia” en la propia Roma. Sus opiniones no son tímidas.

Según Williamson, el gobierno demócrata estadounidense recurre a “una solución comunista para salvar al capitalismo”.

En otro comentario sostuvo que, contra la versión de “nuestros asquerosos medios”, los del 11 de setiembre de 2001 fueron autoatendados. Para fundamentarlo analizó la temperatura a la que se funde el hierro y la forma vertical en que se derrumbó la Torre Sur. La entrevista con la televisión sueca fue grabada en noviembre en la archicatólica ciudad bávara de Regensburg, la Ratisbona latina, donde Williamson asistió a la ordenación de un sacerdote sueco de la Fraternidad.

La fiscalía del tribunal de Regensburg le inició juicio por negar el Holocausto y el obispo de Regensburg, Gerhard Ludwig Müller, lo declaró persona no grata por blasfemo y declaró que “Williamson ya no pertenece a la comunidad eclesiástica”. Enero le traería una desagradable sorpresa.

La cruzada

Aunque Williamson y Galarreta podrían incorporarse a la Conferencia Episcopal, ninguno de sus integrantes formuló comentario alguno. Tal vez porque el Episcopado ya sufrió un duro contraste en 2001. Bajo la conducción de Estanislao Karlic había propiciado la clausura de los seminarios de otra institución tradicionalista, el Instituto del Verbo Encarnado, pero el Vaticano ordenó reabrirlos. El mismo año, la Sociedad San Pío X pidió su inscripción en el registro de cultos de la Cancillería, pero no fue aceptada. La Fraternidad lefebvriana tiene en la Argentina uno de sus principales centros de irradiación mundial, cosa que no ocurrió por casualidad. Durante el Concilio, Lefebvre trabó una relación especial con el presidente de la Conferencia Episcopal y al mismo tiempo vicario general castrense, Antonio Caggiano, y con quien sería su continuador en ambos cargos, el arzobispo de Paraná Adolfo Tortolo. El mismo Lefebvre narró que Caggiano estuvo entre los tres cardenales que acompañaron sus posiciones críticas, aunque fueron cautos porque temían “perder sus posiciones, que consideraban podían ser útiles más adelante”. También dijo que por “su fidelidad al rito tradicional” Tortolo no pudo ser cardenal ni primado de la Argentina. La oposición de Lefebvre y Caggiano se concentró en el esquema de libertad religiosa Dignitatis Humanae y en la Declaración Nostra Aetate. Con la primera se hundió el pilar central de la intolerancia católica: el concepto de que no hay derechos para el error, es decir para las otras confesiones. La segunda rechazó como contraria al espíritu de Cristo toda discriminación por motivos de raza o de color, de condición o de religión. Caggiano y Tortolo apadrinaron a la organización integrista francesa Cité Catholique y su filial Ciudad Católica, y les dieron acceso a los cuarteles, donde adoctrinaron a la generación castrense que llevaría a las Fuerzas Armadas a la bancarrota de la que recién se están recuperando ahora.

El líder espiritual de Cité Catholique, el sacerdote francés Georges Grasset, realizó periódicos retiros espirituales en el Convento lefebvrista de La Reja, cuyo seminario es dirigido por Williamson.

Durante su investigación para el libro Escuadrones de la Muerte, la periodista francesa Marie-Monique Robin llegó hasta La Reja. Un cura francés de la Fraternidad le dijo que el problema en la Argentina eran los curas comunistas y que para salvar sus almas no bastaba con rezar por ellos: había que matarlos. Según el abad Christian Bouchacourt, Superior del Distrito América del Sur de la Fraternidad, “pese al fracaso de la guerrilla marxista y de la teología de la liberación, todos los países de América latina, salvo Colombia, son gobernados ahora por ex comunistas, a menudo salidos de las filas de las guerrillas de ayer”. Entre las pruebas, cuenta la sanción del divorcio en Chile y el desconocimiento en la Argentina del ex obispo castrense Antonio Baseotto, otro oficiante del rito tridentino.

La guerra santa

Para llegar al Seminario Nuestra Señora Corredentora, en la calle Regimiento de Patricios, es preciso recorrer la Avenida Argentinidad, que antes se llamaba Beato Escrivá de Balaguer. El convento en estilo neocolonial español, con paredes de piedra y techo de tejas, fue inaugurado en 2000 en una ceremonia a la que asistieron un grupo de generales y el embajador de Francia, Paul Dijoud, acusado de complicidad en el genocidio en Ruanda. Otro asiduo visitante de la Fraternidad fue el líder de Comunión Tradicionalista de España, Sixto Borbón y Parma, lisiado desde un accidente automovilístico que sufrió en la Argentina. Antes, encabezó un disparatado intento de golpe de Estado, en el que participaron argentinos de la Triple A.

En 1974 el periodista Ignacio González Janzen se encontró con dos viejos camaradas de Tacuara. Le dijeron que habían sido reclutados por López Rega y que después de la muerte de Perón se incrementarían los ataques contra locales y militantes de la Tendencia Revolucionaria. Uno de ellos había decidido irse del país. Le organizaban una cena de despedida en el Círculo Militar, a la que invitó a González Janzen. Los invitados escucharon una exhortación a la guerra santa del sacerdote integrista Raúl Sánchez Abelenda, uno de los seguidores de Lefebvre. Sánchez Abelenda fue decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde se lanzó a la persecución de masones, ateos, liberales y marxistas. Al ponerlo en funciones, el interventor de la Universidad Nacional de Buenos Aires, Alberto Ottalagano, advirtió contra la “denominada sociedad pluralista, cuyas consecuencias están a la vista”. Dijo que “poseemos la verdad y la razón, los otros no, y como tales los trataremos”. Sánchez Abelenda murió en 1996 y fue sepultado en La Reja.

Un gobierno de orden

En agosto de 1976, luego de la misa oficiada en latín en Lille, Lefebvre propuso como ejemplo a la dictadura argentina, “un gobierno de orden, que tiene principios” y con el cual “la economía se recupera”.

Al año siguiente visitó Buenos Aires y se reunió con Jorge Rafael Videla. Según el archivo de Inteligencia de la policía bonaerense, que hoy administra la Comisión Provincial por la Memoria, en Ezeiza lo recibieron Sánchez Abelenda, el ingeniero Roberto Mateo Gorostiaga, que había sido ministro de Onganía; Horacio Calderón, ex Director de Prensa de la UBA, que en su primer discurso denunció “infiltración judía en las filas de la Iglesia”; Alejandro Aliaga, de Falange de Fe, y representantes de los grupos Caballeros de María Reina, Guardia de San Miguel y las revistas Verbo y Cabildo.

Cosme Beccar Varela intentó alquilar el Luna Park para que desde allí predicara Lefebvre, pero Tito Lectoure se negó.

Un parte de la Inteligencia policial del 21 de julio de 1977 dice que la custodia de Lefebvre, que estaba a cargo de la SIDE, la Policía Federal y la Fuerza Aérea, recibió una tarjeta del jefe de Estado Mayor del Ejército, general Roberto Viola, que solicitó una audiencia con Lefebvre. Desde entonces cada año volvió al país, donde levantó cuatro conventos y dos iglesias. Durante su primera visita, Lefebvre ofició misas tridentinas en los departamentos del escribano Ferrari, en la calle Libertad, y de Nicolás Carlos Mihanovich, en la calle Tagle, y en la capilla de la quinta La Leonor, de Hurlingham, propiedad del arquitecto D’Erico.

Los integristas asesoraron al gobierno de Videla en la represión, incluso dentro de las propias filas católicas.

Durante el juicio a los ex Comandantes de 1985, el ex prisionero Gustavo Contepomi contó que en un mimeógrafo incautado a un detenido los capitanes González y Ernesto Guillermo Barreiro imprimieron folletos de Tradición, Familia y Propiedad, de Falange de Fe y de adhesión a Lefebvre. González se hacía llamar Juan XXIII y le dijo al secuestrado Eduardo Porta que “quería asegurarme una rápida ascensión al Cielo y que para eso era necesario que aquello fuera un infierno para mí”. El cardenal Juan Carlos Aramburu se quejó por esa propaganda insidiosa y la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal resolvió enviar un mensaje de fidelidad al Papa ante los cuestionamientos de Lefebvre.

El cardenal Raúl Primatesta comentó consternado que se producían requisas de la Biblia Latinoamericana y que el Ejército había irrumpido en una misa para universitarios. “Se están grabando los sermones”, dijo.

El gobierno también declaró prescindibles a profesores de colegios católicos sin consultar con sus autoridades.

En agosto de 1977 un grupo castrense vinculado con el integrismo denunció que una revista católica aprobada por la Santa Sede, El Mensajero de San Antonio, había publicado un poema del “obispo rojo Pedro Casaldáliga” que ofendía “la dignidad y el sacrificio de los integrantes de las Fuerzas Armadas y de seguridad, muertos para defender la Patria que nos legaron los mayores”. El coronel Luis Leoni Houssay dirigió su denuncia a la Cancillería, a la jefatura de Inteligencia del Ejército y a Lefebvre y el gobierno ordenó una investigación.

Un camino coherente

La readmisión de los integristas es coherente con las otras respuestas al Concilio que Joseph Ratzinger dispensó durante dos décadas, como guardián de la ortodoxia y luego como Papa:

– En 1992 forzó el alejamiento del teólogo de la liberación Leonardo Boff, brasileño.

– En 2000 firmó la declaración Dominus Iesus, según la cual no hay salvación fuera de la Iglesia Católica, la única verdadera.

– En 2004 se opuso al ingreso de Turquía a la Unión Europea, porque “histórica y culturalmente tiene pocas cosas en común con Europa”.

– En 2006, en la Universidad alemana de Ratisbona, identificó al Islam con la violencia.

– En mayo de 2007 dijo en Brasil que “el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas ni fue una imposición de una cultura extraña”.

– En junio de 2007 aprobó el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe Respuestas a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina sobre la Iglesia. Ante “interpretaciones erradas”, reinterpreta la constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II y sostiene que la única Iglesia de Cristo es la Católica Apostólica Romana.

– El 7 de julio de 2007 reimplantó con el motu proprio Summorum Pontificum la antigua misa en latín, y con ella la plegaria por la conversión de los judíos instituida en el Concilio de Trento de 1570. Cada Viernes Santo se oraba “por los pérfidos judíos para que Dios quite el velo de sus corazones, a fin de que reconozcan con nosotros a Jesucristo Nuestro Señor”. Recién cuando Dios les curara la ceguera, la luz de la Verdad de Cristo les permitiría salir “de sus tinieblas”.

En 1962 Juan XXIII suprimió esa oración porque era ofensiva y fomentaba el odio y las persecuciones antisemitas. Por mandato del Concilio, Pablo VI aprobó en 1969 un nuevo misal en el que se oraba a Dios para “que el pueblo de la primera alianza llegue a conseguir en plenitud la redención”. Es decir, ya no pérfido, ni ciego, ni necesitado de Cristo para salir de las tinieblas. Benedicto XVI restauró la oración tridentina, con la sola exclusión de la referencia a la perfidia judía.

– En agosto de 2007 recibió al director de la radio antisemita polaca María, el sacerdote Tadeusz Rydzdk.

– En marzo de 2008 convirtió al periodista musulmán Magdi Allam, subdirector del diario Corriere della Sera, que eligió como nombre de bautismo Cristiano.

– En su encíclica Spe salvi, del 30 de noviembre de 2007, volvió a plantear el enfrentamiento con la modernidad. Ratzinger rechaza el concepto de progreso, como una ideología nefasta y competitiva con la esperanza del más allá. La constitución Gaudium et spes relacionó los esfuerzos por la vida, la justicia y el progreso con la esperanza de un reino después de la muerte. Spe salvi los opone y llega a sostener que “lo que cotidianamente llamamos vida, en verdad no lo es” y menciona a Jesús diciéndoles a sus discípulos: “Yo he vencido al mundo”. El Papa también escribió en Spe salvi que Jesús “no era un combatiente por una liberación política”. Como una coreografía bien planeada, luego de cada paso en esa dirección el propio pontífice o alguno de sus voceros declaró el amor de Ratzinger por los cristianos de otras confesiones, los judíos, los indígenas americanos o los musulmanes, a quienes por supuesto no había querido ofender. ¿Por qué se enojan, si él sólo dijo la verdad, que es única e inmutable?

Muy ocupadas en defender los bombardeos israelíes sobre civiles en Gaza, la DAIA y la AMIA no se han pronunciado sobre esta clamorosa reaparición del antisemitismo católico.

Página 12, 1 de febrero de 2009

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