La reciente creación del grupo de intelectuales autodenominados “Plataforma 2012”, surgido con una finalidad crítica hacia el actual gobierno nacional, abre interrogantes y obliga al mismo tiempo por lo menos a una nueva crítica, esta vez hacia el mismo grupo “Plataforma”.
Sabido es que una de las funciones del intelectual es una función de crítica y debate, el ejercicio de una conciencia lúcida y una mirada atenta de la realidad de su época. Pero también es menester poder avizorar los alcances y condiciones de esa crítica, de manera tal de no errar, como ha sucedido con demasiada frecuencia en la historia argentina, el vizcachazo o terminar apuntando hacia el lugar donde no están las perdices, sobre todo en estos tiempos en que la mundialización y las profundas transformaciones en todos los aspectos de la vida contemporánea, hacen que los efectos de toda crítica no se limiten a aquello que se quiere criticar, sino que se inscriban en un espacio más amplio de intereses y estrategias. En todo caso esa función intelectual no debería quedar limitada a criticar lo exclusivamente doméstico e inmediato, sino que debería levantar la mirada del piso y, como decía el poeta chileno Vicente Huidobro, “descorrer el horizonte”.
En síntesis, es una obligación del intelectual criticar al gobierno, cuestionar las leyes que se consideren negativas como es la ley antiterrorista, debatir sobre la megaminería, etc., pero sin dejar por ello de reconocer públicamente que hubo logros y avances muy importantes en muchos otros temas, porque en definitiva lo que debe debatir no es sólo una medida aislada, sino fundamentalmente un rumbo, una dirección, un modelo de país y una estrategia para lograr que los sujetos humanos vivamos en un mundo un poco más habitable y más justo y evitar como intelectual quedar enfrascado en la cocina inmediata de entrecasa sin alcanzar a pispear siquiera el vecindario.
Es decir, no habría que perder de vista, si es que no queremos apuntar para el lado donde no están las perdices, que el verdadero adversario en todo este asunto, no es en definitiva el gobierno sino el neoliberalismo, las mafias económicas, los grandes grupos de la economía concentrada, la especulación financiera, etc. que han llevado al mundo a la más formidable crisis civilizatoria y que inciden de manera decisiva en las condiciones en las que acontecen gobiernos y países.
En todo caso, el verdadero enemigo en este debate no debe ser el gobierno, aun cuando se le deban criticar muchas cosas, sino el fenómeno de la exclusión, la rotura del entramado social, la destrucción del empleo, la ausencia de un futuro, la caída del sentido en la vida contemporánea, flagelos estos provocados por la fase actual de capitalismo y las condiciones de la subjetividad en un espacio contemporáneo en donde no sólo los gobiernos, sino cada uno de los seres humanos de uno u otro modo estamos inscriptos.
Dicho de otra manera, lo que se tiene debatir no es cómo pegarle más duro con un palo al actual gobierno, sino cuáles deberían ser las estrategias políticas, culturales, intelectuales, frente a un mundo en profunda crisis, donde la suerte de los países no depende sólo de un decreto o de una ley controvertida, sino más bien de sus posibilidades de maniobrabilidad en un escenario global demasiado complejo y caótico, que obliga a nuevos interrogantes y a nuevos replanteos.
Es que quizá muchos intelectuales argentinos, por estar demasiado apegados a sus campos teóricos específicos, tendieron siempre a ejercitar la crítica fuera de contexto, es decir, a perder la visión del conjunto y una idea más global de las cosas. Recordemos que algunos de ellos, incluidos grandes escritores como Julio Cortázar, Ernesto Sábato y Jorge Luís Borges, en su momento se pusieron, por ejemplo, abiertamente en contra del Peronismo, sin analizar las condiciones en las que el peronismo era posible y sin visualizar lo que ese movimiento venía a representar en el devenir argentino. Claro que después fue fácil en algunos casos arrepentirse y ser absuelto por la historia, porque para eso se es intelectual.
Por supuesto que para algunos intelectuales, sobre todo para los provenientes del troskismo, opinar de este modo y pretender considerar demasiado el contexto en los análisis de la realidad, no deja de ser sinónimo de adhesión a las tesis del “posibilismo” o a la posición del “se hace lo que se puede”, es decir, un “conformarse con lo que hay”, “resignarse con poco”, “ser reformista”, etc. En realidad, atender al contexto mundial y a las actuales condiciones de lo simbólico, en los análisis críticos, lejos de constituir una aceptación del “posibilismo” o una mera resignación frente al “se hace lo que se puede”, sitúa los análisis en un campo de debate más amplio y mucho más fructífero, porque sino, mientras la intelectualidad pueblerina cuestiona sólo al intendente del poblado y se rebana el ceso por el mal estado del pavimento de la cuadra, en otro lado, donde realmente se deciden las políticas mundiales y se trazan las estrategias de dominación, se ríen a carcajadas. Por consiguiente, no es que se deba hacer “lo que se pueda”, sino debatir lo que hay que debatir y ese debate no debe excluir las condiciones actuales en las que suceden las cosas.
El hecho de que el filósofo José Pablo Feinmann y algunos integrantes del espacio “Carta Abierta” hayan salido a criticar la ley antiterrorista o a cuestionar otras medidas gubernamentales, no implica que se hayan dado vuelta, como afirman los medios opositores, ni que pongan en tela de juicio un rumbo y una dirección en la política del gobierno. Saben que en definitiva el real enemigo no es otro que aquellos grupos monopólicos de la economía concentrada que representan los intereses del neoliberalismo, el imperialismo, la especulación financiera, las mafias, etc.
Ese debate para ser fecundo tiene que incluir necesariamente la posibilidad de la crítica al gobierno. En definitiva, la mayor amenaza hoy para el kirchnerismo sería quedarse sin una oposición con espíritu crítico, dado que en ese caso podría sucederle lo que a aquellas especies zoológicas que cuando desaparecen sus predadores naturales, lejos de fortalecerse y desarrollarse, bajan sus defensas y engendran sus propios virus y factores disgregantes desde el interior de su propio organismo. Pero esa crítica debe ser responsable y atender al contexto de la época, si es que quienes la ejercen aspiran a que su visión intelectual de las cosas vaya un poco más allá de los límites de la aldea mental. Dicho de otro modo, la crítica debe incluir también el reconocimiento en público de los logros alcanzados y la valoración de las cosas que se hicieron bien, porque sino sólo vale como elemento de desestabilización política.
Pero lo interesante del grupo “Plataforma 2012”, no reside en lo que ese grupo dice ni hace, sino simplemente en el hecho paradójico de su propia existencia que viene a señalar, en contra de sus propias opiniones, un avance en la vida democrática y a indicar que hoy en la Argentina, gracias a las actuales políticas de Estado, se puede criticar y debatir libremente sin temores ni censuras.