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jueves, octubre 10, 2024

Laura Calvo responde “En cuestión: un cuestionario” de Rolando Revagliatti

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Escritora bonaerense, hace muchos años residente en Bariloche.

Laura Calvo nació el 7 de diciembre de 1949 en la ciudad de Laprida, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y desde 1980 reside en la ciudad de Bariloche, provincia de Río Negro. Asistió como invitada al Festival Latinoamericano de Poesía de Rosario (1996), a sucesivas Ferias Internacionales del Libro en Buenos Aires, al Festival de Tango de Granada (2002) y al Festival Internacional de Poesía en el CCK (FIP 2017). Actúa como Jurado en concursos de carácter local, provincial y nacional y en encuentros y festivales en Bariloche.

Es coordinadora de talleres de escritura. Obtuvo primeros premios y menciones por su obra poética y narrativa. Como cantautora, grabó dos CD con el compositor Roberto Navarro: “Poetango” (2002) y “Poetango 2” (2004).

En coautoría con Graciela Cros, Manuel Bendersky y Julio Aguirre se editó en 1992 el volumen “Decimos” (obra poético musical), así como en 2005 el volumen “Ventanas a la palabra. El taller de escritura en la escuela”, en coautoría con Luisa Peluffo.

En 2010 se publicó su libro de relatos para niños “Salto de página. Aventuras en el cuaderno”. Es autora de las novelas “Piedras blancas”, “Anote, querida”, “La patria de Laurita” y de los libros de cuentos “La más grande, la más oscura” y “Tándem”. Poemarios publicados: “Ángel fauno”, “Conquista del árbol”, “Poemas perros”, “Discursos vivos”, “Un cielo sobre la cabeza basta” y “Chimangos”.

Además, en 2004, se socializa el volumen “Poetango”, el que reúne sus letras de tango, milongas y valses. Fue incluida, entre otras, en las antologías “Poesía Río Negro”, “Perras”, “Antología poética de Editora Municipal Bariloche”, “Abrazo austral”, “Poesía hacia el nuevo milenio”, “Antología federal de poesía. Región Patagonia”.

“Inspirar y expirar: en ese ritmo escribo”

¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

LC: Si hablamos de creación literaria, fue algo que escribí después de ver una proyección de diapositivas del sur argentino, montañas, lagos, bosques, campos de margaritas. Yo vivía en un pueblo de la provincia de Buenos Aires sin relieves de ningún tipo. Tendría unos diez años y gané una medalla. Lo que más me impactó fue el centelleo del Lago Nahuel Huapi. Creo que eso me trajo hasta aquí y aquí me quedé.

¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

LC: Con la lluvia me llevo mal y bien. Me gusta cuando llueve de noche y la escucho al dormirme. Nunca me gustó “mucho” la lluvia de día. De chicos nos mantenía encerrados. Te podías enfermar. Y te enfermabas. De aburrimiento. La lluvia de verano siempre fue la mejor, el olor a la tierra mojada; tediosa la de otoño; la de invierno, promesa de nieve, y luego todo empieza a florecer con la lluvia de primavera.

¿Las tormentas…? Son fabulosas, aquí en la montaña o en la pampa húmeda, pero que sigan de largo, todo ese viento huracanado, el agua contra los vidrios, el techo que cruje…

Con la sangre me llevo bastante bien, por lo que dicen mis análisis. Choques parentales no he tenido. A veces me hago “mala sangre” y me cuesta parar, me acelero, pero eso es otra cosa y tiene que ver con la velocidad, con que nada se interponga al deseo; vas ligero y si surgen contrariedades es como andar en un camino de ripio serruchado.

“En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?…

LC: En muchos de mis poemas y canciones hablo de la respiración; “inspiración”, a mi entender, es sólo una parte del proceso que nos mantiene vivos; la respiración implica inspirar y espirar. En ese ritmo escribo.

Y con respecto a ese otro rincón, uno de mis últimos poemas, “Confesión”, lleva como epígrafe una cita semejante a la de Faulkner. “Nunca ha visto a Dios/ pero cree que una o dos veces lo ha escuchado”, de W. H. Auden.

Escuchar, ver, respirar. En sintonía, en igualdad de frecuencia entre emisor y receptor.

¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

LC: Hemingway, quizás.

¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

LC: Que hay que seguir tirando el carro y que de a dos es más fácil.

¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

LC: Estremecido, “La guerra del fin del mundo” de Mario Vargas Llosa. Estremecido y dejado en estado de perplejidad, “Orlando”, de Virginia Woolf.

¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

LC: La vez que en un encuentro de poesía, tras mi lectura y aún arriba del escenario, la anfitriona se acercó a darme un abrazo y su pulsera quedó enganchada en mi vestido. No podíamos separarnos, no nos podíamos mover.

¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

LC: No sé, no voy a estar. No pienso mucho en eso. Sí, intento que mis libros lleguen a las bibliotecas que tanto me han dado a mí.

“¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

LC: Me gustan ciertas rutinas. Sentarme a escribir, por ejemplo, en esas horas de la tarde donde el quehacer doméstico está en pausa. Levantarme a la mañana y desayunar mirando el lago, el cielo, las montañas que por efecto de la luz, las nubes o los vientos siempre cambian. Me aplasta la rutina del supermercado y pensar qué cocinar todos los días.

¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

LC: Contesto con algo de Italo Calvino: “Sólo a través de la limitación de nuestro acto de escribir, la inmensidad de lo no-escrito se vuelve legible.”
Y agrego, de Voltaire: “Todo estilo que no aburra es bueno.”

¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

LC: Los sucesos derivados de la falta de justicia, de la burocracia ineficiente me indignan, me generan cierto grado de violencia. La verborragia previsible, la falta de registro del otro, me hartan instantáneamente.

¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

LC: Galopar en el campo hasta la laguna, buscar huevos de pato, tero, gallareta, perforarlos con una aguja, ensartarlos como cuentas de un collar.

¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

LC: Tengo una gran afición por los escritores norteamericanos. De chica me hubiera gustado mucho perderme en un libro de Mark Twain, “Las aventuras de Tom Sawyer”, por ejemplo. Ahora podría citarte unos cuantos más y me quedaría corta: John Updike, Philip Roth, Dorothy Parker, Carson McCullers, John Cheever, Richard Yates…

El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

LC: Conocidos, me resultan todos, y muy frecuentemente visitados. Transcribo un poema mío para ilustrar: Nº 40 de “Chimangos”.

“En las noches de otoño las voces tienden a templarse.
Por la mañana los agudos crepitan como hojarasca seca
antes de que el rocío acabe con ella.
A medida que el día avanza se espesan los tonos graves
para agotarse como velas consumidas hasta el cabo.
Se ha cortado la electricidad
en la casa en la calle en el club náutico.
Sólo los autos que circulan bordeando el lago
parecen saber adónde ir.
En la oscuridad sienta bien el murmullo ascendente
de los motores.
Sólo hay que esperar.
En algún momento la luz vuelve.”

¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

LC: Descubrí no hace tanto a Muriel Spark [1918-2006], una escritora inglesa de postguerra con un agudo poder de observación y un sentido del humor implacable. Voltaire supo fascinarme con “Cándido o el optimismo”; pasajes de El Quijote de Miguel de Cervantes, las novelas de Marguerite Duras, Milan Kundera; el ingenio, la mordacidad, el sarcasmo…, virtudes filosas que muchos buenos escritores comparten.

¿Qué apreciaciones no apreciás?¿Qué imprecisiones preferís?

LC: Detesto las apreciaciones al voleo, las banalidades. Si por imprecisiones entendemos ambigüedades (un valor en lo literario), las prefiero a las obviedades.

¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

LC: Más que entristecerme me perturba: ¿querer sin valorar?¿valorar sin querer? ¿es posible “eso”? Si resolverlo es pensar lo menos posible en “eso”, seguiré dejándome llevar, “qué va chaché”

¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

LC: Está el mundo semblanteado en el tango de Discépolo, y también hay un mundo que no es ni será una porquería, ese al que en forma latente aspiramos; una aspiración, sabemos, que no terminará en nosotros.

Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

LC: Mahatma Ghandi.

¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

LC: Las situaciones absurdas, el ridículo.

¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

LC: Mis ideales me impedirían robar, por ejemplo.

El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

LC: El amor estuvo siempre sosteniendo todo lo demás. Me permití, viviendo aquí, espacios de contemplación que ayudan a relativizar el tema del dinero, los fracasos políticos y de la religión ni hablemos.

¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

LC: Algunas propuestas teatrales.

¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?

LC: La calle de mi casa en Laprida, San Martín 1126, mi pueblo natal. La casa, situada frente a la plaza de Salamone, tenía un banco en la vereda y en las noches de verano, cuando la gente salía a tomar fresco, se paraba a charlar. Allí estábamos todos: mis padres, mis abuelos, mis hermanos, mis primos…

¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

LC: La visión de aquel bosque le desató la lengua; todas esas miniaturas creadas por su pensamiento cobraron autenticidad y no hubo sacrificio, ni azar, ni desajuste en la invisible ceremonia, ni en la danza oficiada para aliviar el sufrimiento de la ciudad cercana de la muerte.

“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?…

LC: En el aburrimiento.

¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

LC: Nunca pienso en eso si la obra me interesa.

¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple sino que jamás alude a la promesa?

LC: Me incomoda, me deja como debiéndole algo a ella.

No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

LC: A mi abuela materna, aun no habiéndoselo manifestado nunca. Mi homenaje a ella ha sido través de la literatura. Mi cuento más premiado, “La más grande, la más oscura”, la tiene como protagonista, como así también varios poemas.

¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

LC: Si tuviera que diferenciar pasiones de entusiasmo, diría que las pasiones son peligrosas porque pueden hacerte perder perspectiva. El entusiasmo, en cambio, me parece más controlable, un motor que se enciende y ronronea a lo largo del camino, parando a descansar cada tanto (aunque para los griegos, la palabra “entusiasmo” significara esa locura religiosa donde las Bacantes, para honrar a Dioniso, se reunían de noche a la luz de las antorchas y acompañadas de una música de flautas mataban un ternero y se comían la carne cruda y sangrante).

¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

LC: No han sido artistas.

¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

LC: Respondo con un poema mío (“El espíritu nítrico” de “Poemas perros”).

“Por amor a la contradicción
hay quien se burla hasta de las
demostraciones geométricas
(como un triángulo cuyos ángulos
no sumaran tres rectos)
Pero no me asombro de esto
y creo que si el triángulo tuviera
la facultad de hablar diría que el amor
es eminentemente triangular.”

¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

LC: El crepúsculo vespertino.

¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

LC: Ya que hablamos de “reuniones cumbres” de todos los tiempos y las artes, elegiría, literalmente, cumbres de mis cercanías. Una, la cumbre del cerro Otto, accesible, no muy alta ni escarpada, amable. Otra, la del cerro Tronador, bien arriba y con los ojos atentos a las grietas. Y la estepa, ah, la estepa donde la nada no es real y hace posible florecer, aún en la adversidad.

Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?…

LC: No siempre la partida de ajedrez termina en mate. “Tablas” es el nombre que recibe el empate. Y en eso estoy.

*

Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Bariloche y Buenos Aires, distantes entre sí unos 1600 kilómetros, Laura Calvo y Rolando Revagliatti, julio 2019.

http://www.cibertaller.com.ar

www.revagliatti.com

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