“No seré feliz… pero tengo marido” es un unipersonal bien porteño. Una actriz desenvuelta, simpática y comunicativa se despliega en un escenario en el que resurge un espectáculo con acento en el humor. Viernes y sábado en el Teatro del Huerto (25 y 26) con cupo total de espectadores.
Muchas parejas participaron del espectáculo protagonizado por Linda Peretz. Lejos de parecer un drama cotidiano en el que muchas mujeres se ven a sí mismas, la actriz lleva el monólogo por el humor y la simpatía de una mujer que se descubre “olvidada”, tardíamente.
La falta de sexo en la pareja, la indiferencia hacia el cónyuge, la monotonía y una vida viciada de soledades se apuestan en un discurso feminista. Peretz charla con las parejas de la sala, propone una mecánica dialógica y desde el lugar de la ternura y el desencanto, habla de su ex marido por el que dio la vida y se quedó con otra.
El discurso de Viviana es un reclamo al hombre con el que se casó (Jorge), va abriendo la privacidad de una pareja unida por 27 años de un matrimonio en el que no hubo comunicación, ni amor. Sólo costumbre y dos hijos. Las intervenciones de la abuela de la protagonista le aumentan el humor al espectáculo y surgen como verdades que se explican en la vida de su nieta: cambiar de marido es cambiar de problema, por ejemplo.
Linda se mueve por todo el espacio escénico, cargado de la figura de Jorge: mientras termina el cuadro de su marido, también se acaba su relación con él. El cuadro cubre el centro del escenario y ella aparece en un lugar muy suyo: una especie de atelier donde llena sus «vacíos» con la pintura.
El mundo de las solas compite con el de las casadas y aparece la defensa por la pareja; se plantea la necesidad de los hombres de salir con mujeres jóvenes para tener un “trofeo” y Viviana deja sentado que una jovencita se va con un veterano por su dinero. Ella lo amaba por lo que era pero la imagen de una mujer más joven revoluciona los instintos de su pareja y pone en crisis su matrimonio.
El análisis que hace la protagonista parte de lo catártico: contar su historia para asumir el problema.
El espectáculo es efectivo: convence a las parejas, a los solos y solas, a las mujeres de distintas edades y deja la impronta de un éxito silencioso. El abandono del marido se potencia positivamente en la necesidad de revertir la soledad y la costumbre: desligarse de un falso amor.
Aunque se trate del gusto masivo por espectáculos comerciales, la propuesta es prolija, pertinente y de temática actual. Linda Peretz gana profesionalmente porque seduce al público y lo convence. Hasta arroja «panfletos» en los que advierte a las mujeres ciertos comportamientos masculinos que deben ponerlas en alerta contra la infidelidad. Y la gente juega con esto.
Cierto público elige estos espectáculos y busca entretenimiento, a la vez que se ve identificado en ciertos lugares comunes. La realidad de una mujer de la burguesía afecta linealmente la conciencia. Al reírse de lo que sucede, muchos espectadores se vieron formando parte de un idéntico asunto.
Lo artístico está puesto en el trabajo actoral y no en el texto, por eso el éxito de Linda Peretz.
– Ficha técnica:
Autora: Viviana Gómez Thórpe
Adaptación: Manuel González Gil
Actriz: Linda Peretz
Vestuario: Pepe Uría
Escenografía: Alberto Negrín
Iluminación: Manuel González Gil
Musicalización: Martín Bianchedi
Sonido: Juan Manuel Lazcano
Asistencia de dirección: Mariana Di Marco
Dirección: Manuel González Gil
– Nota relacionada:
http://www.salta21.com/spip.php?article690 No seré feliz … pero tengo marido