29.2 C
Salta
lunes, noviembre 25, 2024

Los mercaderes del Che

Notas más leídas

Antes de morir, en Vallegrande, al este de Bolivia, Ernesto Guevara dejó testigos de su pasión y agonía. Una mujer le sirvió la última comida. Otra le llevó el café. Otra lavó su cadáver y alguien hasta fotografió esos restos. Si todo lo que lleva la imagen del Che puede venderse, ¿es un buen negocio haberlo conocido?

Susana Osinaga Robles es la enfermera que lavó el cadáver del Che. Es una mujer menuda, de setenta y cuatro años, pelo ondulado, piernas hinchadas, y su historia transcurre el 9 de octubre de 1967, en Vallegrande, un pueblo perdido en el este de Bolivia. Aquellos eran años de Guerra Fría: los Estados comunistas contra los capitalistas. Ernesto Che Guevara, embajador de la lucha armada, había llegado a Sudamérica para convertirla en un escenario más de la revolución mundial. Pero después de que las autoridades bolivianas lo derrotaron, exhibieron su cadáver acicalado como un trofeo de batalla.

Cuatro décadas después, en la sala de su casa, la enfermera Osinaga dice que hablar de lo que vio, escuchó y lavó tiene un precio: son cincuenta bolivianos, solicita ella bajando el tono, casi silabeando. La suya es una tarifa fija que equivale a unos seis dólares o lo que puede costar un souvenir corriente en cualquier destino turístico del mundo.

Y en Vallegrande, los vecinos quieren explotar ese atractivo singular de ser el pueblo donde los restos del Che fueron enterrados. Por eso, para la enfermera que acicaló su ilustre cadáver, recordar esa historia en público se ha convertido en un oficio como cualquier otro.

Osinaga trabajaba en el hospital Señor de Malta hasta que se jubiló a fines de la década de 1980. Ahora, rodeada de sus nietos, atiende un comercio de abarrotes en el centro de Vallegrande, donde los productos se amontonan sin orden en las estanterías. Hoy es una mañana de principios de octubre del 2007, y ella ha preparado para la venta unos calendarios que llevan la imagen del guerrillero.

Espera que los peregrinos y turistas que siguen la llamada Ruta del Che se acerquen a escucharla, como ocurre siempre durante los aniversarios de la muerte de Guevara.

La Ruta del Che es un destino turístico promovido por el Gobierno izquierdista del presidente Evo Morales. Pero a pesar de la publicidad, a lo largo de los ochocientos kilómetros de su trayectoria (desde Camiri, en el sur del país, hasta Vallegrande, en el norte) casi no existe infraestructura para acoger a los visitantes, y el camino sigue siendo un caracoleo tortuoso de doce horas desde La Paz.

En la oficina de turismo del pueblo dicen que los viajeros todavía llegan a cuentagotas.

Que el alcalde del lugar pertenezca a un partido de derechas sólo es una señal de que el mensaje revolucionario del Che no caló en esta localidad de casi veinte mil personas (ya pocos recuerdan que quien denunció al Che ante el Ejército fue un campesino). Tampoco se siente una devoción intensa hacia su figura; el grueso de vecinos sólo parece pendiente de sus terrenos de cultivo; ellos caminan como ausentes por las calles de edificios chatos y abren las puertas de sus casas para buscar el fresco. Sin embargo, algunos son conscientes de que el Che es un producto turístico muy cotizado. «Yo lo lavé», les dicen a los visitantes. «Yo conversé un rato con él». «Yo le miré a los ojos». «Yo le corté un mechón de su cabello».

Todos esos recuerdos se venden.

Las camisetas con el rostro del Che deben de ser el souvenir más vulgar que se puede encontrar en el pueblo. Hay quienes despachan botes con tierra del lugar donde el Che permaneció enterrado hasta 1997, cuando se halló su tumba. «Con su sangre», aseguran los vendedores. Una galería en plena plaza central ofrece cerámicas y enormes cuadros con altorrelieves del Che. Cada obra cuesta cuatrocientos dólares. En un establecimiento cercano se venden documentos, afiches, pines, fotografías y libros fotocopiados sobre el Che. Al lado de un mercado reposa un camión repleto de ron El Che. En la imagen publicitaria, una modelo en bikini sostiene en sus muslos una botella de ese licor, y en la etiqueta de la botella, el rostro del Che.

– Por Álex Ayala Ugarte – 2.07.10

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -spot_img

Últimos Artículos