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sábado, abril 20, 2024

Los políticos y el bien hablar

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Nadie duda que un requisito elemental para devenir en político sea HABLAR BIEN., condición única pero no novedosa. Desde siempre, desde que el hombre advino hombre inteligente, hacer política, requirió de la capacidad “sine qua non” de seducir con la palabra.

El Antes

Los sofistas, fueron los antecedentes antiguos que registra la memoria humana de personajes hábiles y competentes para usar el habla con beneficios específicos. La democracia ateniense era una democracia directa, no representativa; es decir todos los ciudadanos tenían la posibilidad de participar directamente en las decisiones públicas, a través de las frecuentes asambleas populares y tribunales públicos convocados. En estas intervenciones públicas, la posibilidad de hacer prevalecer las propias tesis dependía única y exclusivamente de la capacidad expresiva retórica. Y aquí intervinieron los sofistas: su principal función (función que realizaban en forma de profesores ambulantes y cobrando un sueldo) consistía en enseñar un nuevo arte: la erística, concebida como el arte de persuadir y argumentar en forma dialéctica ; la erística era un procedimiento retórico, discursivo, que enseñaba la capacidad de sostener indiferentemente el pro y el contra de cualquier tesis, sin preocuparse de la verdad o la falsedad de lo defendido.

Aunque los sofistas explicaban sus técnicas y procedimientos a todo aquél que tuviera dinero para pagarlo, su objetivo pedagógico primario no era tanto formar al pueblo como educar a los que debían ser caudillos de ese pueblo. Para conseguir ese objetivo, los sofistas se dedicaron a estudiar toda una serie de cuestiones gramaticales y lingüísticas. El lenguaje adquirió con ellos el carácter de instrumento. Enseñaron a los jóvenes atenienses a considerarlo como si fuese un arma, con un objetivo casi agresivo, que consistía en la mayoría de los casos en convencer a los demás para ocupar uno mismo puestos sociales elevados.

Por último, fueron individuos cosmopolitas, apátridas, que viajaban por el mundo vendiendo su don de la palabra, sin límites pundorosos .

El Hoy

Recientemente, con la llegada de la democracia en l983, el pueblo hambriento de retórica política, colmó los escenarios de las tribunas de los candidatos radicales (que al final serían gobierno ). Para regocijo de los habitantes, los pocos medios masivos de comunicación eran oficiales y la reserva política de entonces, no reciclada aún, mantenía intacto (sin gimnasia previa) los dones del bien hablar, que acompañada a la ansiosa demanda cívica, sólo tenían que activar su oratoria. Para ganar sólo tuvieron que aceitar la descansada máquina de persuadir y seducir a las masas, ni más ni menos que poner en movimiento la esencial herramienta de trabajo de los que transfieren al orden público sus proyectos laborales .

La actualidad agrega los fabulosos medios tecnológicos para diseñar, de ese reflejo condicionado natural, un mundo de imágenes y de impactos inusitados aumentativos del molde original .Detrás de un político moderno, ya no estará una biblioteca de textos universales ( Historia-sociología etc.), textos académicos universitarios, una carrera de trayectoria, ni siquiera un certificado policial de buena conducta, sino imprescindiblemente un publicista, un diseñador y modelador de opiniones, que marque puntualmente al político: la palabra anotada, el gesto pedido, la mirada deseada, los colores requeridos y, toda la programación necesaria para que el libreto sea el oportuno. El político moderno necesita que su ” bien hablar“ esté acompañado inexorablemente de un estudio minucioso de luces y el foco fotográfico milimétricamente preciso para dar el efecto puntual.

El Mañana

Que los políticos dominen la oratoria es bueno para esa materia fundamental de la escuela que conocíamos como Castellano, y en donde maternales maestras/os se esforzaban para que los niños progresaran en su ortografía y dicción; denodados sacrificios para que no nos comiéramos las “s” y reemplazáramos los vulgarismos por expresiones más elegantes, cuyo propósito final era que fuéramos verdaderos hombres de bien en el mañana. Los políticos pasaron por este cedazo escolar, después la vida los llevó a encerrarse en el “bien hablar” para convocar a las masas, encontrándolos en el presente encapsulados en un escenario aislado con piezas retóricas científicamente armadas por profesionales publicitarios que le blindan la convivencia con los problemas cotidianos y los sumerge en el “autismo” del poder. Son discursos de laboratorios publicitarios sin la vivencia y experiencia material de la realidad, una realidad muy alejada de la práctica diaria, sino más bien una realidad de despachos forrados.

Una retórica política futura debiera apuntar a la brillantez esperada, a la excepcionalidad de nuestro idioma cuando es usado con profesionalidad, al deslumbramiento que provocan los que hablan bien; pero sin perder la capacidad comunitaria del lenguaje, que es un nexo de aproximación para comprender , compartir e integrar al otro ser humano ( que en el caso de la político son todos) . La oratoria política futura debiera rescatar las condiciones de representatividad que un político tiene con su pueblo para usarlo como mensaje recíproco de restaurar una ilusión social viable.

De no servir como puente para reparar la credibilidad popular , el “Bien Hablar“ político seguirá volcando en el abismo del escepticismo al conjunto social que desconfía ciegamente de la gimnasia retórica política, y todo seguirá como hasta ahora, siendo un permanente fraude a los que necesitan creer en el futuro.-

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