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domingo, noviembre 24, 2024

Luis Felipe Noé y la voluntad de intervenir el mundo real

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– Por María Iribarren

Revista Zoom

Luis Felipe Yuyo Noé nació en Buenos Aires el 26 de mayo de 1933. Mientras estudiaba Derecho, frecuentó el taller de Horacio Butler. “De él aprendí que dibujar no es meramente representar sino, ante todo, hacer una presentación visual”, explicó el discípulo que, años después, definió “el dibujo como una forma de ser de la pintura”. Tras abandonar los estudios universitarios y plásticos, trabajó de periodista.

Afectado por las insurrecciones estéticas y políticas que, durante los años 60, recusaron la hegemonía del realismo como modelo de representación, reunió sus primeras “manchas” y algunas hipótesis teóricas con las de Rómulo Macció y Ernesto Deira en la muestra colectiva “Otra figuración” (1961). Entonces declaró: “Creo en el caos como valor”. Prefigurando las intervenciones performativas de fin de siglo, el grupo Nueva figuración (al que también se sumaría Jorge de la Vega) exploró el cruce de la figuración abstracta con el action painting.

En 1963, Luis Felipe Noé ganó el Premio Nacional Di Tella. A continuación, se sucedieron la vida en París, las becas Guggenheim, la vida en Nueva York y en Buenos Aires, nueve años sin tocar un pincel, una obra dispersa entre telas y papeles, complejas instalaciones y algunos textos que fueron expuestos en poco menos de un centenar de muestras individuales y colectivas, en Latinoamérica y Estados Unidos. En 1997, recibió el Gran Premio Fondo Nacional de las Artes.

Atravesado por la ética hegeliana, aunque especialmente estimulado por las paradojas y la cosmogonía lingüística postuladas por Wittgenstein, Noé concibió la pintura (y aún hoy la considera) como un lenguaje. Alcanza con contemplar cualquiera de sus creaciones para advertir el desasosiego vacilante entre la materia y el espíritu, la historia social y el mundo íntimo, propios de la doble naturaleza de todo lenguaje.

Entre otros libros, publicó Antiestética (1965), Una sociedad colonial avanzada (1971), Recontrapoder (1974, tuvo una reversión en formato historieta en 2003), A Oriente por Occidente (1992), El otro, la otra y la otredad (1994), El arte en cuestión (2000, en colaboración con Horacio Zavala), y Noescritos sobre eso que se llama arte (2007).

“En la actualidad —escribió en 2007 para el catálogo de la muestra “Noé en línea”—, sea en tela o sea en papel, la relación entre la línea y el color como elementos independientes pero que dialogan entre sí es lo que más me interesa”.

A un costado el placer de la contemplación, en la obra de Luis Felipe Noé son insoslayables la actualización de la búsqueda estética y la constancia de que, esa indagación, es una forma de la política: la voluntad de intervenir el mundo real reinterpretándolo mediante enunciados visuales.

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