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miércoles, mayo 14, 2025

Macri: rápido, furioso e hiperactivo

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Hace poco más de un mes, Cristina Kirchner decía: «Cuando me vaya a mi casa, por Dios, no quiero ver que se desmorone lo que nos costó años». La Cámpora la ovacionaba. Muy a su pesar, ese derrumbe se da de modo acelerado, producto de una gestión que genera a diario anuncios de alto impacto.

Desde la jura, el equipo de Gobierno -sobre todo el área económica- se ha dedicado a desarmar, uno por uno, los principales pilares construidos por el kirchnerismo en más de diez años.

Prueba de ello han sido las siguientes iniciativas:

1. Acuerdo con las provincias

La foto del Presidente sonriente en el quincho de Olivos junto a los 24 gobernadores fue todo un hito. Tanto, como el haber «resucitado» las conferencias de prensa.

Un encuentro de este tipo nunca había ocurrido en toda la década kirchnerista. Hubo coincidencias en la necesidad de cambiar los términos de relación financiera entre el Gobierno nacional y los provinciales.

El hecho de que la propia Alicia Kirchner -en su condición de gobernadora de Santa Cruz- haya asistido y quejado de la desesperante situación de caja en la provincia, da la pauta de qué tan relevante y compleja es la agenda a encarar.

Macri recibió muchos pedidos de ayuda para pagar sueldos, aguinaldos y planes sociales. Ahora, siendo «dueño de la chequera», se encuentra mejor parado para aportar soluciones y encontrar «manos amigas» que lo ayuden en el Congreso, para aprobar iniciativas y también para contar con un mayor sustento para la gobernabilidad.

2. Eliminación de retenciones

En un contexto de fuerte atraso cambiario y «encanutamiento» de los sojadólares, la resolución de este tema no se podía demorar.

Además del «dólar barato», el hecho de que hubiese un castigo impositivo para el principal sector exportador del país se había tornado en un asunto indefendible, incluso para los propios economistas K.

La previsibilidad de la medida en nada le quitó efectividad al impacto político. Rodeado de productores rurales en Pergamino, el anuncio tuvo todo el contenido simbólico de un acto de reparación histórica.

Si bien la soja recibió apenas un alivio del 5%, fue inevitable contrastar este gesto con la postura de la anterior administración en el marco del duro conflicto de 2008 en torno a las polémicas «retenciones móviles».

La decisión significó, además, una señal de confianza por parte de Macri hacia el sector rural: resignará ingresos por casi $40.000 millones a cambio de promesas de más inversiones y de aportes de divisas proveniente de la cosecha sin liquidar.

3. Alivio en Ganancias

Se trata de otro «hit» de la campaña electoral. Una medida previsible pero no por ello menos impactante.

La argumentación del kirchnerismo para sostener este impopular impuesto era que prescindir de los ingresos que genera este gravamen resultaba directamente inviable. Al menos para el «modelo K».

Durante el mandato de Cristina Kirchner, Ganancias incrementó progresivamente su peso en la «torta» de la recaudación, desde un 18% a un 24%. Es decir, a $1 de cada $4 que entran a las arcas estatales.

Al no actualizarse el mínimo no imponible, este impuesto tenía otra ventaja para la gestión anterior: era el único que crecía aun en recesión.

El plan de Macri es que sólo alcance a quienes ganen más de $30.000, de modo tal que un 54% de los ahora aportantes quedarán exentos.

3. El desarme del «cerrojo» importador

Las polémicas DJAI (Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación), fueron pensadas para trabar el ingreso de bienes importados.

Como suele suceder con este tipo de mecanismos, la aprobación de muchas autorizaciones quedaban sujetas a la discrecionalidad de los funcionarios. Incluso, muchas solicitudes de permisos directamente eran «cajoneadas».

Sin embargo, el avance del macrismo logró que todo este entramado -tejido por el kirchnerismo a lo largo de varios años- fuese desarmado en cuestión de horas.

Por el lado de las exportaciones, ya no serán percibidas como una «práctica peligrosa», sospechada de hacer crecer los precios domésticos. Más bien, ocuparán el rol de locomotora de la economía.

Prueba de ello fue la eliminación de los Registros de Operaciones de Exportación (ROE) que regulaban las ventas al mundo de carne, trigo y maíz y que terminaron desalentando la producción.

Además, en su encuentro con los industriales de la UIA, el propio Macri anunció que también las exportaciones de manufacturas van a estar libres de retenciones.

4. Fin del cepo cambiario

Era unas de las medidas más esperadas por buena parte de la sociedad, tanto por particulares como por empresas.

Además, era la que mayores dudas había generado, por el temor a las consecuencias que podría generar el precio de un dólar oficial más elevado.

Lo cierto es que el cepo se desarmó y no hubo ningún «overshooting». Más aun, la cotización de la divisa estadounidense, que arrancó cerca los $15 terminó cerrando este viernes a $13,60. «Un éxito total», resumió un eufórico Prat Gay.

Claro que para ponerle fin al cepo, primero hubo que completar un «formulario» con requisitos. Entre ellos:

Desactivar la «bomba» de dólar futuro: herencia de la gestión anterior, el riesgo era que una devaluación gatille el pago de obligaciones por $60.000 millones. El equipo de Macri logró moderar esa cifra, tras negociar con los bancos.

Subir fuerte la tasa de interés: por primera vez en muchos años, el Gobierno la elevó hasta dejarla positiva en términos reales. Es decir, por encima de la inflación esperada.

Respecto a este último punto, ubicarla tan alta (38%) no es una medida que esté exenta de riesgos colaterales. Si los bancos deben pagar más por el stock de dinero que reciben (depósitos), también deben cobrar más por el que prestan.

El encarecimiento de los créditos para consumo (tarjetas, préstamos personales, prendarios) y para empresas lleva a un enfriamiento de la economía.

5. Emergencia eléctrica

La política del kirchnerismo en materia energética había sido uno de sus flancos más cuestionados.

La habilidad política de Cristina para transformar debilidades en virtudes le había permitido capear políticamente la situación, haciendo foco en la «gesta épica» que implicó la restatización de YPF.

Sin embargo, el «relato» encontraba un límite cada vez más cercano en el malhumor que generaba la sucesión de apagones, producto de un sistema al borde del colapso.

Esto, sumado al gigantesco costo fiscal de los subsidios a la electricidad y al gas, terminaron por convencer a Macri de avanzar rápido en este tema.

Por lo pronto, el ministro de Energía, Juan José Aranguren, confirmó que ya en enero comenzará el proceso de subas de tarifas.

Además, fue crudo en su diagnóstico sobre la situación del tendido de distribución eléctrico y dio por descontado que los problemas persistirán durante 2016 y parte de 2017.

6. Acercamiento al mercado de crédito

La «negación» del gobierno kirchnerista a tomar deuda del exterior fue una constante a lo largo de su mandato.

No tanto porque no lo hubiese querido o necesitado. Más bien, porque no le prestaban o porque el mercado le transmitía su negativa bajo la forma de tasas exorbitantes.

Ahora Prat Gay se dio el gusto de anunciar un préstamo por parte de un grupo de bancos internacionales por un monto de u$s5.000 millones, a una tasa que se pactará en torno al 7%.

Además de la anterior, habrá otra línea crediticia con el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) también por u$s5.000 millones, a desembolsar en cuatro años.

7. Normalización del INDEC

En esta carrera contrarreloj, Macri también puso manos a la obra en reconstruir en INDEC, luego de que el Gobierno anterior haya despojado al organismo de todo tipo de credibilidad.

El encargado de esa reconstrucción es el economista Jorge Todesca, quien no tendrá una tarea fácil por delante.

«El Indec es tierra arrasada. Estamos angustiados por el grado de destrucción», fueron sus expresivas palabras.

Su estructura «está totalmente deteriorada en la cadena de mandos. Hay mucha gente que no se sabe de quién depende y por qué cobra su sueldo», completó.

Ese grado de deterioro es tal que Todesca y equipo debieron suspender la difusión de los principales indicadores (inflación, PBI, pobreza, comercio exterior) hasta tanto puedan elaborarse cifras confiables.

Un desmoronamiento que llegó antes de tiempo

Todo esto ha sido parte de lo que pasó desde aquel ya «lejano» 10 de diciembre.

Hubo también hechos políticos relevantes, como la polémica designación por decreto de dos jueces de la Corte Suprema, que pusieron en riesgo la relación de Macri con sus socios políticos.

Más allá de los eventuales errores y rectificaciones, el Presidente busca ir generando cambios de alto impacto que lo favorezcan en dos aspectos:

Por el lado del público, para estirar su «luna de miel», que le ha permitido, por ejemplo, devaluar un 40% y preavisar un tarifazo sin que se hayan generado tensiones sociales como las de otros tiempos.

Por el lado político, consolidar su autoridad, mantener firme el control de la agenda y tratar de que la figura de Cristina Kirchner quede ligada la idea de un pasado lejano.

Por ahora, todo indica que viene ganando en ambos aspectos.

A punto tal que parece que fue hace mucho tiempo cuando la ex jefa de Estado decía: «Cuando me vaya a mi casa, por Dios, no quiero ver que se desmorone lo que nos costó años».

Y, en realidad, pronunció estas palabras hace poco más de un mes.

La Argentina tiene estas cosas. Un Gobierno construye el «relato» de la «década ganada» durante años y el que le sigue dinamita los pilares del «modelo» en apenas diez días, con una agenda rápida y furiosa. Para tristeza de La Cámpora. Para la angustia de los «pibes de la liberación».

– iProfesional

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