Castilla tejió la trama, desovilló el soplo poético de sus vivencias, consustanciado y alucinado por la irremediable historia de su gente y sus días.
-I-
A pesar de las injusticias sociales y culturales en la que vivimos los argentinos y una gran parte de Latinoamérica, evocar la figura de un poeta como Manuel J. Castilla, es una reivindicación y una afirmación del respeto para avivar el fuego de la memoria de uno de los poetas importantes de la poesía Argentina. Quien, además, fue un referente y testimonio creador del Grupo La Carpa, por ello en esta remembranza, en homenaje y aniversario a 32 años de su fallecimiento, la indiferencia del tiempo y los olvidos son minucias porque en cada poema de sus libros él está resucitando.
-II-
Los poetas y escritores del 40 del noroeste argentino en el Manifiesto de La Carpa (que fue escrito por el poeta Jujeño Raúl Galán) sostienen: …“tenemos conciencia de que en esta parte del país la poesía comienza con nosotros”. Inician el andamiaje de la poesía del interior anulando el regionalismo pasatista, al igual que el folclorismo decorativo y asumen que la poesía es: “belleza, afirmación y vaticinio” en una propuesta de integración entre el hombre y las redes de su creación poética.
-III-
Castilla, desde sus primeros libros, anuncia la mágica exaltación de su país-tierra-comarca americanista; escribe con la fascinación de un mundo desmedido sus vivencias que, con el crecimiento de su voz lírica, arremete seducido y transgrede la vastedad y riqueza del paisaje desde el hombre interior, desde sus fronteras culturales, desde el legado de sus lecturas; todo lo pasa por el ritual del asombro, inclusive la copla y el canto ambulatorio. Todo nutre el árbol genealógico de sus palabras y nutre su devoción popular, sus vivencias estéticas, su expresión y su respiración singular que subyacen en todos sus poemas y textos en prosa. Y desde esa atmósfera fecunda se renueva y como advierte Ernesto Sábato: “sólo los grandes e insobornables artistas son los herederos del mito y la magia, son los que guardan en el cofre de su noche y su imaginación aquella reserva básica del ser humano”. Así Castilla tejió la trama, desovilló el soplo poético de sus vivencias, consustanciado y alucinado por la irremediable historia de su gente y sus días.
-IV-
Quizás desde la conformidad en la propuesta editorial, creativa y proposición grupal, estuvo el arraigo a ese impulso colectivo y se hayan respetado criterios y actitudes de convivencia, pero con el tiempo cada creador del Grupo La Carpa inició su propio peregrinaje de búsqueda; su rito de anunciación a sabiendas que la vida y la creación poética están en un tempus fugit, más allá de los prodigios de la amistad.
-V-
En nuestro país aparece la generación del 40, nutrida de poetas, narradores, ensayistas e intelectuales que publicaron en diversas revistas y libros y publicaciones independientes, tales como: “Laurel, Poesía”; “Sed”; “Alas de poesía”; “Cosmorama”; “El 40”, y “La Carpa”, entre otras. Más allá de las distintas posturas estéticas, de sus ideales y ofertas artísticas, La Carpa marcó la presencia de los creadores del interior en la cultura nacional. Y de esa disímil floración poética y narrativa se establecieron nuevos hitos y se ampliaron las fronteras de nuestros creadores, injustamente olvidados por la egoísta cultura portuaria.
-VI –
Manuel J. Castilla, asume el fenómeno Folk, en la composición de su cancionero, en dos instancias: la folklórica y la de proyección folklórica; ambas estudiadas y planteadas por estudiosos de la oralidad y la escritura. De esto puedo decir que Castilla, encontró el legado de sus pueblos; ahondó en cosas queridas de nuestras devociones culturales; aportó letras para la canción y el folklore sin retacear su nuncio poético acompañado de sus preocupaciones sociales, pero con su voz sentida, testimonial y arraigada en su estado de gracia. Y que a partir de 1960, como sostiene el poeta Carlos Hugo Aparicio, “se renueva el canto por sus grandes cantores y conjuntos, compositores y poetas…renovación hecha con la incorporación de un cancionero inolvidable que aún mantiene su plena y universal vigencia”.
-VII-
Castilla es memoria curtida. Ojo que se vuelve para adentro e inquiere sobre las huellas dejadas en el salitral de los pueblos que surgen de la incredulidad del olvido.
Acaso, de tanto trajinar y desandar todos los senderos de su humanidad, se entrega y el fulgor de sus palabras llevan la cal de sus huesos. Ya no es sólo su canto y poemas el espejismo de Latinoamérica; es su desgarro y su solidaridad trasmutada en la vida de los mineros. Desde Copajira, el poeta se hace drama social de los mineros bolivianos de Oruro. Denuncia y alegato desde una esperanza entrañable de salvación para la madre, el hijo y el padre minero, porque el Diablo de la Copajira roe desde los pies hasta los pulmones, mientras la opresión y la injusticia social se vuelven cómplices del abuso étnico y marginal de sus trabajadores.
-VIII-
Evocaciones hasta la plenitud del gozo, celebraciones en los lugares menos pensado, nominaciones sin precedentes, lugares inhóspitos, historias desbordadas por mujeres sublimes; ¿surgen o siempre estuvieron en Bajo las lentas nubes, Posesión entre pájaros y El verde vuelve, entre otros libros para después. Allí está el color y las enunciaciones de lo sentido; maravillado por tardes pluricordes cuando los pájaros se despiden de las cosas inevitables.
Y ahora, mientras el aire de esta noche de julio ronca y se filtra por las hendijas de mi ventana, y la luna se derrama entre los bancos solitarios del Parque San Martín; la ciudad empieza a parpadear con sus luces de mercurio. Todavía estoy parado al pie de tu memoria, junto a este puñado de estrellas que se amanecen, y sé que mientras sonríes, rascándote la barba le dices cosas a los enamorados, a los jóvenes poetas que siguen a cuestas con sus poemas y la vida.
– Por Gustavo Rubens Agüero
(Salta, 30 de noviembre de 2012)
