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jueves, octubre 10, 2024

La mujer de antes – La mujer de ahora

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Cuando se habla de crisis del sistema patriarcal se hace referencia al debilitamiento de un modelo de familia basado en la autoridad y dominación sobre la mujer.

Si algo caracteriza a la posmodernidad, es el rol actual de la Mujer, muy distante de lo que fuera “tradicionalmente” en los siglos anteriores. Todavía guardo en mi retina, la Madre abnegada/doméstica/planchadora/lavadora/Ama de la cocina/Protectora del cuidado de los hijos/Prolija y sacrificada auxiliar de los deberes de la Escuela y, esencialmente, cuidadora de la entrecasa. Su vida e historia personal, transcurría en las paredes hogareñas. El Psicoanálisis de la época la definió con la feliz aseveración de “La buena madre”: La “madre suficientemente buena” debe ser capaz de cumplir con las tres funciones principales planteadas por Winnicott:

– 1) La primera función es el “holding” o sostén, en donde la madre debe tener la capacidad para sostener a su bebé en todos los estados afectivos.

– 2) La segunda función importante planteada por Winnicott es el Handling o de los cuidados, la cual tiene relación con los cuidados reales y concretos que necesita el bebé, a fin de llegar a desarrollarse sanamente.

– 3) La última función planteada tiene relación con la Presentación de Objeto, donde la madre es la encargada de crear la ilusión en el niño de que es él es que crea los objetos en consonancia con sus deseos o necesidades.

Estas funciones son inalterables en el tiempo y garantía de la salud mental del niño.

Mucha Agua Bajo el Sol

Mucha agua ha pasado bajo el puente de las constituciones familiares, lo cual amerita el compromiso de tomar las nuevas modalidades como un punto de partida y no de llegada. Como señala Michel Tort en El fin del dogma paterno, la Psicología inicial vinculó sus construcciones más nodales con formas históricas contingentes.

La familia patriarcal no es el único modelo que representa a la “familia” y al “padre”. Esta es una figura histórica cuyo ocaso da lugar a otras combinaciones entre los sexos y las formas de poder. No es que las formas de dominación como la explotación dejen de existir, estas se renuevan pero el patriarcado está desapareciendo como norma exclusiva de la organización familiar. Cuando se habla de crisis del sistema patriarcal se hace referencia al debilitamiento de un modelo de familia basado en la autoridad y dominación sobre la mujer y los hijos del hombre adulto heterosexual que es considerado el jefe de familia.

En este sentido vivimos un momento de transición donde el patriarcado se va esfumando como la estructura familiar dominante pese a que cada vez son más importantes los factores que han provocado su crisis. De allí que, quienes quieren seguir manteniendo esta estructura deben volver a legitimar aquellos valores que suponen eternos, naturales o divino.

Basta de Chácharas

La época plantea la diferencia entre el amor “moderno” y el “posmoderno”: El primero “ofrecía una mujer-madre, pasiva y sin deseo sexual, y el hombre-de-familia como sostén indiscutido”; El amor posmoderno despega “madre” de “mujer”; ésta “orienta su vida privada desde el deseo sexual” y “los hombres posmodernos deben responder a nuevas exigencias, entre ellas la de soportar el enunciado ‘Ya no hay hombres’”.

Al despegar “madre” de “mujer”, caracteriza a ésta por su actividad/ Por el privilegio del trabajo sobre el hogar/Por la orientación de su vida privada desde el deseo sexual; en tanto que los hombres “posmodernos” no sólo deben enfrentar las consecuencias del avance socio jurídico de las mujeres, sino que deben responder a sus nuevas exigencias, entre ellas la de soportar el enunciado “Ya no hay hombres” y responder con lo que supuestamente tienen: demostrar con cada mujer lo que saben hacer “como hombres”.

¿Qué se verifica? En el horizonte masculino surge la devaluación del Don Juan, para muchas mujeres ya una especie en extinción (el modelo donjuanesco). Fuertes y seguras, estas mujeres demuestran que efectivamente pueden tener bienes y lucirlos; ellas son exitosas en sus profesiones, autónomas, seguras de sí y partidarias del sexo sin ataduras ni compromisos estables con hombres. Estas mujeres –con frecuencia divorciadas o aun solteras– padecen síntomas que hasta ayer les eran reservados a los hombres: estrés laboral, fobias diversas localizadas en el temor a la pérdida de objetos: de este modo ellas participan de la angustia del propietario. La búsqueda principal para una mujer, en sus encuentros con los hombres –más allá de la satisfacción en sus encuentros sexuales y en la maternidad– la constituye el lograr ser amada por un hombre, llegar a capturar a uno que la ame especialmente a ella, encontrarse con aquel que la distinga con su deseo como una, singular, entre todas las otras mujeres.

Las mujeres de hoy ya no necesitan el palo de amasar de la patrona-ama-de-casa como emblema del poder fálico (y quizá tampoco requieran tanto como antes de sus hijos, al menos no de los hijos concebidos con sus maridos). Con las transformaciones del mercado capitalista se ha modificado el equilibrio de fuerzas entre hombres y mujeres.

A partir de ahora, hablamos de matices, en una verdadera venganza femenina de humillación masculina. Este desarrollo ya tiene otro precio.

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