Sorprendentes y ásperas confesiones de él. Decisiva reacción ante los hechos de parte de ella. Tragicómica, la obra nos conduce hacia el interior de una pareja después de 25 años de matrimonio. Sin eufemismos: el deseo se terminó, él ya no quiere tener sexo con ella, pero ambos se aman, ¿qué se puede hacer para evitar perderse el uno al otro?
Es una obra de tesis y de reflexiones permanentes. El viernes 25 de julio, en medio de un intenso frío invernal salteño, dos celebridades del escenario subían al escenario del Teatro del Huerto para arrancar risas y lágrimas a la platea. Increíblemente emotiva, la obra te pasea por sus cuatro décadas finales de existencia, cuando se está en una etapa muy importante de la vida: la madurez.
El actor y la actriz actúan sin micrófono, detalle a tener en cuenta ya que en este tipo de teatro estamos acostumbrados al uso del micrófono por parte de los artistas. Ellos no lo usaron, no lo necesitaron. Se lucieron de manera indecible, al punto de crear un ambiente completamente suyo, íntimo, en el que pudimos ser testigos de una historia que parece ser común a muchos maduros, a muchas parejas que atraviesan tramos similares en el desarrollo de sus matrimonios. El realismo marca en exceso la verosimilitud de la historia y de los personajes.
Arnaldo André interpreta a Mariano, y Marta González a Roberta, un matrimonio estándar. Sus juegos compositivos nos permiten escuchar las dos campanas de la relación, ver los puntos álgidos de un matrimonio y las verdades que se arrojan sin tapujos. Hablar de sexo no es un tabú, tampoco hablar del erotismo ni del deseo, casi de manera descarnada. Sus excelentes interpretaciones demuestran la altura técnica de su trabajo actoral, y las transformaciones que marcan el paso del tiempo nos llevan a abordar sus transiciones de manera increíble.
Excelente y acabada dirección de Arnaldo André. Supo encarar la obra desde lo técnico y desde lo emotivo, y sin lugar a dudas, sacó lo mejor de la actriz e hizo lo propio en su protagónico. González transmite la esencia de una mujer que pierde a su marido porque él se enamora de una adolescente, puso en el tapete el color justo del personaje, el dolor atravesado por el humor que te permite volver a sonreír después de una lágrima. Su transición final hacia la ancianidad mostró la delicada sintonía entre la vida y el teatro, ese espacio donde logramos reconocer a alguien o vernos en el espejo. Una dupla maravillosa. Él, en sus ya pasados años, no deja de tener el tono exacto de la sutil humorada que permite descubrir pasajes reconocibles en los hombres, como una especie de globalización de la idea masculina en busca de la turgencia, la frescura y la tersura de la juventud.
El amor se lleva puesta la crisis. Sí, cada cual siguió su camino. Pero en el afán de volver a encontrarse prevalece el sentimiento más fuerte que la muerte, el que olvida los surcos del tiempo y observa el alma. También es amor aceptar lo que no se puede cambiar y comprender las urgencias del cuerpo. La obra plantea que no se puede vivir hipócritamente y que es necesario el deseo para ser feliz. ¿Qué hay al final del camino? El amor después del amor.
Dosis equilibradas de emoción, un buen guión de la brasileña Lelilah Assumpçáo (traducido y adaptado por María Antonieta Eyras) y dos actuaciones relevantes e imponentes, hacen de esta creación, una obra exquisita, delicada, fina, elegante y capaz de hacernos llorar al mismo tiempo que sucede la risa. Tragicómica, se llevó los aplausos de un público que sintió la contagiosa energía del teatro de calidad. Excelente.
Ficha técnica: Intimidad Indecente
Autora: Leilah Assumpçáo.
Dirección: Arnaldo André.
Producción General: Los cinco Pasos s.r.l.
Intérpretes: Marta González, Arnaldo André.
Traducción y adaptación: María Antonieta Eyras.
Diseño de escenografía: Los cinco pasos producciones.
Diseño de iluminación: Alejandro Paredes.
Producción de vestuario: Agustina Cabrera.
Música original: Rodolfo Cabrera.
Dirección: Arnaldo André.
Producción de gira: Angel Marcet y Pablo Tubio para El Alambre Espectáculos.
