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domingo, noviembre 24, 2024

Memorable cierre de temporada del Mozarteum

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Apareció en escena un solista, de pergaminos cumplidos con creces.

Salta, jueves 1 de noviembre de 2012. Teatro Provincial. Solista: Stanimir Todorov (violonchelo). Orquesta Sinfónica de Salta. Director titular Maestro Jorge Lhez. Sinfonía nº 6 “Pastoral” op. 68 de Ludwig Van Beethoven (1770-1827). Concierto para violonchelo y orquesta en si menor op. 104 de Antonin Dvòrak (1841-1904). Cierre de la temporada 2012 del Mozarteum Argentino Filial Salta. Aforo 90%.

Jorge Lhez es un conductor seguro, convencido de lo que hace y cuenta hoy con una orquesta que responde a su exigencia. Tuvo, en esta velada para recordar, una lucidez conceptual que le permitió ofrecer su visión de una de las obras emblemáticas del formidable Beethoven con matices, colorido, intensidades, precisión cuidando el detalle muchas veces controvertido acerca del carácter descriptivo de la sexta sinfonía beethoveniana. Debo señalar la magnífica expresividad lograda entre la sutileza de las escenas junto al arroyo o la fiesta campesina, en brutal contraste con la naturaleza desatada en una feroz y sonora tormenta. El mismo Beethoven dijo que la sexta no es el sonido de una pintura, si esto fuera posible, sino la exposición de un conjunto de sensaciones que recuerdan la vida de campo que muy a menudo transitaba. Esta sinfonía fue escrita en la conocida Casa Pasqualatti, en Viena, donde Beethoven produjo varias de sus obras con ánimo diverso, aunque para ésta atravesaba una particular felicidad producida por su amor por una de las hijas del Conde Brunswick. Tiene cinco movimientos y la orquesta, más allá de un breve desliz de afinación sobre el final, estuvo concentrada, atenta, en sus tres “allegro”, un “andante” y un “allegretto” para decirnos acerca de una fiesta campesina dispersada por la tormenta y finalmente la alegría del cielo despejado que genera el agradecimiento de la gente rural. Lhez, no marcó el compás únicamente sino que formalizó un puente entre lo que se supone quiso el autor y lo que el diletante, informado o no, debe recibir. En suma gran trabajo.

Y si hasta aquí se había lucido el Maestro, apareció en escena un solista, de pergaminos cumplidos con creces, desconocidos para nuestro público, pero con inmaculados antecedentes para el Mozarteum. El búlgaro Todorov es un músico superior. De esos que se ven y escuchan de vez en cuando. La larguísima ovación recibida al terminar su concierto, fue devuelta por la emotiva página “El Canto de los Pájaros” del catalán Pablo Casals uno de los mejores violonchelistas del siglo XX. Mientras escuchaba el Concierto de Dvorak por este monumental instrumentista, sentí que estaba en un momento mágico donde el instrumento fue convirtiéndose casi en un ser de vida propia, que traía emoción tras emoción. Todorov tiene una técnica enorme, pero es un detalle menor. Lo importante, creo yo, es su sabiduría musical y esto no cae de arriba, no viene solo, llega luego de años de escudriñar lo posible para obtener un sonido terso, sedoso, cargado de pureza, no dejando nada, absolutamente nada para ser observado. La comunión entre Todorov y Lhez fue evidente. Dvorak compuso este concierto atento a los desniveles sonoros entre orquesta y solista así es como pudo lucir todas sus cualidades el solista visitante, como también la alternancia con los pasajes orquestales. El nacionalismo de Dvorak estuvo en las manos, en el alma y el cerebro de un solista excepcional, seguro, infalible.

En ambas páginas la orquesta, ya lo dije funcionó muy bien, pero es justo mencionar a los guías de clarinete, oboe, flauta y trompa (Tiburcio, Lépez, Ulloque y Tabakov) de notable cometido.

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