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domingo, noviembre 24, 2024

Muere Eliseo Subiela: un cineasta metafísico

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Tenía 71 años y estaba trabajando en una nueva película. Partió en la madrugada del 25/12/16, en San Isidro. Con su apuesta a la poesía y a los sueños logró éxitos como Hombre mirando al Sudeste y El lado oscuro del corazón.

Eliseo Subiela se propuso llevar hasta las últimas instancias en su obra cinematográfica una frase de Einstein con la que se identificaba por completo: «La imaginación es más importante que el conocimiento». No dudó en mezclar todo el tiempo en sus películas el mundo real y las fantasías más desbordadas. En ellas podían verse encarnaciones de espíritus llegados de otras épocas, empleadas de supermercado transformadas en hadas, hombres que se arrancaban literalmente el corazón para entregárselo a la mujer amada, mujeres que se embarazan con sólo escuchar a Mozart, parejas atrapadas en sueños que las llevan a viajar en el tiempo y hasta un Cristo que baja de la cruz y otro que en vez de milagros hace trucos de magia.

La apuesta de Subiela por el realismo mágico, los relatos oníricos y las visiones místicas tuvo más de un triunfo: Hombre mirando al Sudeste (1986) fue un éxito descomunal de público y El lado oscuro del corazón (1992) abrió un pequeño boom de difusión y venta de libros de poesía, sobre todo alrededor de la figura de Oliverio Girondo. Pero esa misma búsqueda llevó con el tiempo al director a recargar sus obras de excesivas ornamentaciones y alegorías. Muchos lamentaron que eligiese ese camino en lugar de la nostalgia y el humor a los que había apostado en Despabílate amor (1996), tal vez su mejor película, parte de la cual se filmó en la anterior Redacción de LA NACION, en Puerto Madero.

Llegó a confesar en un momento que él mismo no entendía partes enteras de sus películas. «Yo siento que filmo preguntas, no respuestas», dijo una vez. Esa postura se trasladó a sus obras, que se fueron haciendo cada vez más recargadas, confusas y superficiales alrededor de un puñado de temas: la metafísica, el paso del tiempo, la muerte, la sublimación de la sexualidad, el poder de los sueños.

El público, que había acompañado aquellas búsquedas en un principio, le fue dando la espalda y, paralelamente, Subiela inició una interminable discusión con buena parte de la crítica local, a la que le reprochaba parte del fracaso comercial de varias de sus películas.

En su adolescencia, las lecturas de poesía y de ensayos sobre cine europeo se impusieron a sus tempranas ganas de convertirse en técnico aeronáutico. Después de una exitosa etapa en el cine publicitario, inició su carrera con la autobiográfica La conquista del paraíso y, poco después, con la consagratoria aparición de Hombre mirando al Sudeste, cuyas anécdotas de rodaje en el Borda (los pacientes llegaron a considerar a Lorenzo Quinteros como un médico auténtico) hicieron historia.

De a poco su cine empezó a conocerse en el mundo y pasó largas temporadas en España y en Estados Unidos trabajando y enseñando, muestras de una vocación docente que plasmó ininterrumpidamente desde 1994 en la Escuela Profesional de Cine que lleva su nombre en el barrio de Belgrano. Dos años antes de instalarse en Stanford nueve meses como profesor invitado elevó un reclamo judicial en Hollywood por las coincidencias entre Hombre mirando al Sudeste y K-Pax (2001), con Kevin Spacey y Jeff Bridges.

Con una audacia que hasta sus críticos más acérrimos le valoraron alentó a figuras femeninas desconocidas o llegadas de otros ámbitos a convertirse en protagonistas de algunos de sus films: Sandra Ballesteros en El lado oscuro del corazón; Mariana Arias en No te vayas sin decirme adónde vas (1995); Julieta Ortega, en Pequeños milagros (1997); Sofía Gala en El resultado del amor (2007).

En 2012 denunció que la AFIP realizó un procedimiento «no habitual» en su escuela de cine en busca de datos sobre su patrimonio y dijo sentirse «perseguido» por el gobierno kirchnerista, pese a haber militado en su juventud en el peronismo revolucionario (en 1969 dirigió un corto testimonial sobre cómo armar una bomba molotov). Diez años antes había revelado desde una carta de lectores de LA NACION la fuerte pérdida patrimonial que sufrió por el corralito. Murió dos días antes de cumplir 72 años en la misma ciudad que lo vio nacer, Buenos Aires. Sus restos serán velados hoy, de 11.30 a 12.30, en el cementerio Jardín de Paz de Pilar.

– La Nación

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