«Más que la locura, lo que me inquieta son los extremos de la mente. O sea, cuando la mente se desata y se transforma en una especie de caballo desbocado.
Mi interés sobre el tema de la locura es antes como persona que como dramaturgo. He visto alrededor mío a mucha gente destruirse o llevar a la catástrofe muchas cosas por una especie de empecinamiento u obsesión mental muy difícil de comprender.» Esto declaraba el actor, autor y director Alejandro Acobino, en una larga entrevista publicada en el último número de la revista Picadero, del Instituto del Teatro, en la que además dejaba muy en claro: «Me defino como un espectador que dirige y actúa».
Por qué viene a cuenta aquella declaración, porque en el día de ayer se quitó la vida este hombre joven, apenas 41 años, de forma casi inexplicable para quienes lo conocían de cerca y, mucho más, para aquellos que valorábamos su obra y teníamos un pequeño trato con él.
Así escribió Carlos Pacheco, en La Nación, el pasado miércoles 2.
Acobino había estudiado química en la universidad, y luego abandonó para dedicarse de lleno al teatro; eran otros materiales, y otras combinaciones lo que realmente le atraían. Y demostró con esfuerzo, creatividad y talento que el teatro es más amplio, que hay mucho más que los 107 elementos de la tabla de Mendeleiev.
Así, con la compañía La Fronda venía haciendo teatro desde hace una década. Desde “Living; último pasaje”, “A un beso de distancia”, y “Flia”. Su última obra fue “Absentha”; acá un componente químico (quizás proveniente de su inicial vocación) actuaba en las mentes y los espíritus de sus protagonistas. Un elixir mágico y poderoso. Acobino se quitó la vida, pero nos dejó su obra; una combinación dolorosa.
La Fronda está integrada por artistas egresados de la Escuela Municipal de Arte Dramático. Los actores: Rodolfo Demarco, José Mehrez, Fernando Migueles y Germán Rodríguez, la directora Ana Sánchez, la asistente de dirección, Florencia Sacchi y él mismo.
Un saludo afectuoso para sus deudos.
– Asociación Argentina de Actores