Fidel Castro lideró el proceso fundado el 1 de enero de 1959 que reconvirtió a Cuba en materia política, económica y social.
LA HABANA.- La Revolución cubana comenzó el 1 de enero de 1959, pero la caída de Fulgencio Batista y el ascenso de Fidel Castro fue un proceso que comenzó a gestarse antes, incluso previo a la llegada del emblemático Granma a la isla desde México, el 2 diciembre de 1956.
La mecha de la Revolución se prendió el 26 de julio de 1953, cuando Fidel y un centenar de seguidores asaltaron la segunda fortaleza militar de la isla, el Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba. Fueron detenidos y encarcelados, pero el ideal revolucionario no fracasó.
En aquellos años, Cuba se había convertido en un país con enormes desigualdades sociales y con una elite enriquecida a la sombra del negocio azucarero y las trasnacionales estadounidenses.
Derrocado Batista, la vida de la pequeña isla dio un giro de 180 grados. En apenas cinco meses, Cuba estableció relaciones diplomáticas, marcadas fuertemente en la colaboración militar y económica, con la URSS.
El 13 octubre de 1960 se declaró la expropiación de los latifundios y nacionalización de las empresas extranjeras, la mayoría norteamericanas, lo que despertó el enojo de Washington. La tensión creció entre Cuba y Estados Unidos, que finalmente decretó el 20 de octubre de 1960 el embargo a las exportaciones cubanas.
Las relaciones diplomáticas entre ambos países se rompieron en enero de 1961 y recién se encauzaron en los últimos años, con las figuras de Raúl Castro y Barack Obama .
Fidel Castro proclamó el 16 abril de 1961 el carácter «socialista» de la Revolución. Y al final de ese año, que estuvo marcado en abril por la victoria frente a tropas anticastristas en Bahía de Cochinos, el régimen se redefinió como marxista-leninista.
Aliados y opositores
En medio de los conflictos y aislamientos que afrontó su gobierno, Fidel Castro impuso una impronta audaz y hasta temeraria a la política exterior de la Revolución cubana, basada desde un inicio en principios como la soberanía, el rechazo a cualquier injerencia y la solidaridad internacional.
Así fue como en los tiempos de la Guerra Fría, bajo la desconfianza de Occidente por su sistema comunista y con el amparo soviético, Cuba se erigió en defensa de la agenda del Tercer Mundo y abrazó causas tan diversas como la palestina o la saharaui, la de las guerrillas en América Latina, o la de la independencia de los países africanos.
Ante el fracaso de muchas de esas revoluciones, la isla se convirtió en destino de muchos exguerrilleros, así como de exiliados y perseguidos por las dictaduras militares instaladas en países latinoamericanos.
Pero así como Cuba se convirtió en un símbolo de liberación que derrocó a un dictador y trajo educación y salud a gran parte de su población, también abrió una grieta interna. Para los cubanos exiliados, la Revolución fue un régimen represivo que encerró a opositores políticos, suprimió las libertades civiles y destruyó la economía de la isla.
Reconversión económica
En épocas de la Guerra Fría, Cuba se alió con la desaparecida Unión Soviética y se convirtió en su satélite en el Caribe: gracias a eso la isla recibió durante tres décadas más de 20.000 millones de dólares que permitieron vivir a la población de forma desahogada hasta finales de los ochenta.
Pero en 1989 cayó el bloque comunista y para Cuba «fue como si dejara de salir el sol», tal como lo describió el propio Fidel Castro. Llegó a decir que el país «se quedó colgado de la brocha». El desmoronamiento de la URSS desveló la fuerte dependencia de Moscú: la economía cubana sufrió un desplome del 40 por ciento y llegaron los duros años del «periodo especial» y la escasez máxima, en una traumática crisis que marcó a varias generaciones de cubanos.
La Revolución tuvo que reconvertirse en materia económica. Fidel Castro se vio obligado a abrir la isla al turismo internacional, a las inversiones extranjeras, al dólar y a las remesas, entre otras medidas, para evitar el desplome del sistema. Y en los albores del siglo XXI, el venezolano Hugo Chávez se convirtió en la tabla de salvación del régimen cubano con una alianza estratégica que proporcionó a Cuba una nueva fuente de ingresos y sobre todo de petróleo.
La isla comenzó a recibir diariamente unos 100.000 barriles de crudo de Caracas que paga con servicios médicos, educativos y deportivos.
Ni esa fórmula ni el impulso del turismo permitieron a Cuba superar su asfixia económica y, tras la enfermedad y retiro de Fidel, su hermano Raúl se dedicó a la «batalla económica» de un país con un salario medio de apenas 20 dólares mensuales, con más de 1,8 millones de hectáreas agrícolas sin cultivar y con graves problemas energéticos, de vivienda o transporte, entre otros.
Cuba hoy y la incertidumbre sobre el futuro
En los últimos años, el menor de los Castro puso en marcha en Cuba un plan de reformas que se tradujo en una controlada apertura a la iniciativa privada gracias a medidas como la ampliación del trabajo autónomo, si bien la principal forma de la economía de la isla sigue siendo la empresa socialista.
La isla se llenó de «microempresas» privadas como restaurantes, talleres de reparación, salones de belleza o gimnasios y negocios que solo son posibles en un abanico de actividades muy limitado y que están lastrados por la escasez de productos, la inexistencia de un mercado mayorista o la creación de altos impuestos en un país de nula cultura tributaria.
Consciente de que Cuba necesita capital para lograr un «socialismo sustentable», Raúl Castro apostó en los últimos años por la captación de inversión extranjera con la creación en el puerto del Mariel de la primera zona especial de desarrollo del país, y una nueva ley para atraer a empresarios foráneos, pero bajo la premisa de que la isla no se vende.
El anuncio del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos disparó las expectativas sobre la posibilidad de que las reformas económicas raulistas se aceleraran con las medidas de flexibilización impulsadas por el presidente Barack Obama.
Sin embargo, la llegada a la Casa Blanca del republicano Donald Trump , abiertamente contrario al deshielo, cubrió de incertidumbre ese proceso, mientras el embargo comercial contra la isla aún se mantiene. Incertidumbre que resignifica ahora con la muerte de Fidel Castro, líder histórico de la Revolución.
– Agencias EFE y AP
– Fuente: La Nación