La Doctora Karina Felitti repasa las construcciones de la sexualidad femenina y el orgasmo y sostiene que la liberación sexual se asocia hoy, entre otras cosas, “a la multiplicidad de parejas y al consumo de bienes y servicios que conforman el mercado del sexo”.
La doctora en Historia e investigadora adjunta del CONICET en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Karina Felitti, analiza el consumo de literatura erótica, las cirugías estéticas íntimas, los cursos de seducción, las clases de baile sensual y los juguetes sexuales como “escenas postfeministas” que plantean “el pasaje de mujer objeto a mujer sujeto” a partir de la posibilidad de elegir en el mercado y del empoderamiento que emerge de ese consumo, así como de la valoración positiva de las diferencias sexuales
¿Qué factores históricos y culturales influyeron en los cambios de valoraciones sobre la sexualidad y el deseo femenino?
– La medicina, las religiones, el psicoanálisis, la psiquiatría, los movimientos políticos, los medios y, por supuesto, el Estado, son instituciones importantes a la hora de estudiar las construcciones de la sexualidad y del orgasmo. Es interesante destacar que la obsesión por el orgasmo no es nueva. Thomas Laqueur demostró que para los padres fundadores de la medicina había un único cuerpo, aunque reconocían dos géneros con características diferenciales. En este modelo el orgasmo femenino se consideraba necesario para lograr la fecundación y por eso varios textos médicos incluían detallados consejos para lograr la excitación femenina y su eyaculación.
Para el siglo XVIII se crearon las condiciones para establecer la invención de los dos sexos con cuerpos bien diferenciados y echar así por tierra la idea de que el placer femenino era necesario para concebir. De algún modo, hay una historia que liga esos escritos pre modernos que describían técnicas para la eyaculación femenina y los actuales tutoriales de Internet que explican detalladamente cómo lograrlo. En el medio, siglos de silencio.
¿En qué momento la mujer pasó de ser un objeto sexual a ser la protagonista de su sexualidad?
– Es una pregunta muy difícil de responder con un dato exacto o una sola causa, pero puedo plantear algunas puertas de entrada desde la Historia. La primera es pensar la construcción del sujeto moderno –imaginado como varón, blanco, heterosexual, propietario- y una concepción del cuerpo como algo separado de la comunidad: mi cuerpo es mío más que soy un cuerpo. A su vez, la revolución industrial consolida una división de esferas en donde las mujeres aparecen ancladas en las tareas de reproducción –de la familia, de la economía doméstica- incluso sí participan en el mercado de trabajo. Entonces la transgresión se expresa en estudiar, actuar en política, fumar, vestir pantalones, andar en bicicleta y también en demandar placer sexual. Luego aparece otro momento bisagra con la revolución sexual y anticonceptiva de los sesenta que puso en cuestión la valoración de la virginidad femenina y habilitó exploraciones sexuales diversas, aunque, como dice Isabella Cosse, de modo aun “discreto”.
Y entonces ¿en qué consiste esta liberación sexual que la convierte finalmente en protagonista?
– Actualmente, la liberación sexual se asocia a la multiplicidad de parejas, a la intensificación de los encuentros, al conteo de experiencias a modo de antecedentes curriculares y al consumo de bienes y servicios que conforman el mercado del sexo: literatura erótica y de autoayuda sexual, cirugías estéticas íntimas, lencería, cursos de seducción, clases de baile sensual, pornografía y juguetes sexuales. Estas escenas postfeministas plantean el pasaje de mujer objeto a mujer sujeto a partir de la posibilidad de elegir en el mercado y del empoderamiento que emerge de ese consumo, así como de la valoración positiva de las diferencias sexuales. Claro que esto es también puesto bajo la lupa ya que surge la pregunta por el tipo de liberación que se consigue en taco aguja, vestida de conejita y aprendiendo cómo ser una excelente amante (leyendo Cosmopolitan, por ejemplo) para adquirir valor de mercado erótico afectivo.
En esta construcción de la propia sexualidad, ¿qué elementos entran en tensión? Es decir, ¿Cuáles son los problemas o las contradicciones al encarar la propia sexualidad?
– Este año se estrenó “Cuando ellas quieren” que presenta lo que les sucede a 4 amigas de más de 60 años que eligen como libro del mes para su club de lectura las Cincuenta Sombras de Grey. La revolución que se despliega en la trama es la que vimos con Carolina Spataro en nuestro relevamiento sobre la circulación del libro en Argentina: no solo aparecían preguntas sobre la propia sexualidad, también sobre las prácticas de consumo e incluso la política. Varias entrevistadas vivían la tensión de disfrutar de un producto que había sido catalogado como de “mala calidad” y que también recibía críticas por parte de algunos feminismos en un contexto de recepción que vivía la expansión del movimiento Ni Una Menos. En nuestro país la agenda feminista ha estado marcada por la necesidad de legalizar el aborto y asegurar a las mujeres la libertad de decidir sobre su reproducción, y también en la denuncia de la violencia de género. El éxito del libro de Luciana Peker –Putita Golosa- y su propuesta por un feminismo del goce, es un ejemplo que viene del periodismo y que aporta a esta discusión sobre el lugar del sexo y los modos “legítimos” de encontrar placer. Por supuesto que hay exclusiones de clase y respuestas violentas y misóginas a esas búsquedas de placer más abiertas, constantes, expuestas, pero también se dan negociaciones, resistencias y logros por parte de muchas mujeres que reclaman un lugar para expresar sus fantasías, deseos y también, ¿por qué no?, para concretarlos.
¿Desde qué momento se puede pensar al placer como un debate de salud pública?
– Los estudios de Alfred Kinsey en los 50s, de William Masters y Virginia Johnson y de Shere Hite, poco más adelante, colocaron al orgasmo femenino en el debate público y terminaron de superar la lectura freudiana que consideraba inmaduro el orgasmo por estimulación del clítoris y postulaba el orgasmo vaginal como el ideal. El movimiento de la salud de las mujeres profundizó estos análisis y el feminismo de la Segunda Ola, como parte de su propuesta de politizar lo personal, reclamó el derecho al placer sexual y no solo la separación del coito heterosexual de la reproducción. Puede parecer paradójico, pero no lo es tanto. Es complicado meter al Estado en la cama, pero cuando reclamamos educación sexual integral de alguna forma lo estamos haciendo bajo la lógica de asegurar derechos y extender un tipo de ciudadanía sexual. De hecho, una de las características de los sex shop feministas es su área educativa.
– Por Magalí de Diego
Instituto de Medios de Comunicación
Universidad Nacional de La Matanza