Si me han otorgado la palabra en este día es porque la palabra tiene que tener un profundo valor histórico y de reivindicación social, hoy hacemos Memoria de aquello que no queremos volver a vivir, nunca más, nunca más… Ni aún, en actos viciados de semejanza con aquella realidad… porque la violencia, la represión y la tortura a veces se disfrazan y usan mecanismos invisibles para ocultar, simular, vencer y acallar. Hoy el Teatro dice presente en este día nacional de la Memoria, por la verdad y la justicia. Como integrante de la Cultura de Salta, agradezco que Ana María Parodi me haya cedido este espacio. Por primera vez desde que debuté como actriz en el año 2001, me han convocado públicamente para expresarme. Seguramente mi última obra, “Reportes de viajeros” , hubiese hablado por sí misma de dos hechos que conmovieron a Salta y que fueron los asesinatos del periodista Luciano Jaime y del dirigente peronista Eduardo Fronda, en 1975. Hoy estamos aquí para repudiar el Golpe del 76 vivido en la Argentina, en medio de un Aniversario más de este Salón Auditórium que lleva el nombre de un hacedor de la Cultura salteña: el del Dr. Rafael Villagrán.
¿Por qué es importante no perder la Memoria Teatral y Cultural? Porque el arte es la historia viva de un pueblo y el Teatro es una genuina expresión de lo social, porque el Teatro habla desde un lugar estético sobre la vida y porque orienta sobre los valores o disvalores que contextualiza. Habla sobre el mundo, vive en la carne del actor y piensa desde la mente del dramaturgo, construye realidades… Porque el “peligro” de ser artista es que puede ayudar a difundir una verdad y porque el Teatro es una forma de la libertad. Y porque “si el mundo fuese claro, el arte no existiría”, como dijo Albert Camus. Entonces tenemos un rol preciado desde el que intervenimos en la historia cultural de nuestra Salta. Para comenzar quiero regalarles esta frase popularísima del dramaturgo Bertol Brecht, un verdadero crítico y un revolucionario intelectual que tuvo que vivir en el exilio: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”.
Antes de continuar, quiero decirles que duele… duele… duele hondamente pensar en los desaparecidos, en los exiliados, en los perseguidos, en los refugiados, en los silenciados, en los prohibidos, en los muertos de alma que provocó la dictadura… Duele… Y la única reparación posible es la Justicia… Estamos aquí y estaremos cada 24, aunque ya no sea suficiente pero sí necesario.
Quiero dedicarles un poema que trata sobre la resistencia humana, que le sirviera de guía y consuelo espiritual a Nelson Mandela mientras estaba encarcelado en prisiones sudafricanas por su lucha contra el racismo y el apartheid:
«Invictus» de William Ernest Henley
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
Los argentinos tenemos una maravillosa capacidad: la resiliencia frente a las adversidades, para mantenernos en pie de lucha, con dosis de perseverancia, tenacidad, actitud positiva y acciones, que permiten avanzar en contra de la corriente y superarlas. En otros términos sería “entereza”. Ello incluye, además, la creatividad. Somos creativos, nos reciclamos para salir del caos.
Y eso fue precisamente lo que hicieron los que iniciaron el movimiento de Teatro Abierto en la Argentina, en Buenos Aires. Veamos qué dice Tito Cossa, el famoso escritor de “La nona”:
«Teatro Abierto fue más un fenómeno político que estético, una respuesta masiva de rechazo al régimen imperante que llevó a la gente a los teatros para nuclearla alrededor del tema de la libertad y dejó una fuerte marca especialmente a través de la elaboración de espectáculos en equipo (…) Fue un movimiento político de resistencia a la dictadura, pero no llegó a generar una estética por tratarse de un teatro multitudinario que se hacía con el escaso tiempo libre de la gente y en horas poco propicias. La dimensión estética requiere otras cosas, como tiempo y reflexión que no había en Teatro Abierto».
La Historia del Teatro Abierto
Entre 1974 y 1976 se clausuraban los teatros, esto se profundizó aún más en el 76 con el terror, los desaparecidos y el desarraigo cultural. Con el lema “Un cambio de mentalidad” hicieron “desaparecer” a los actores argentinos de los escenarios.
El martes 28 de julio de 1981, a las18 hs., el actor Jorge Rivera López, presidente de la Asociación Argentina de Actores por aquel entonces, inauguró Teatro Abierto con la lectura de un texto escrito por el dramaturgo Carlos Somigliana en donde se refiere al por qué de su creación: “¿Por qué hacemos Teatro Abierto? Porque queremos demostrar la existencia y vitalidad del teatro argentino tantas veces negada, (…) Porque sentimos que todos juntos somos más que la suma de cada uno de nosotros… porque queremos recuperar a un público masivo, porque pretendemos ejercitar en forma adulta y responsable nuestro derecho a la libertad de opinión(…), porque amamos dolorosamente a nuestro país y este es el único homenaje que sabemos hacerle y porque, por encima de todas las razones nos sentimos felices de estar juntos”.
Osvaldo Dragún inició el movimiento del Teatro Abierto en el Picadero . El Teatro del Picadero se inauguró en 1980 y el ciclo Teatro Abierto se estrenó en julio de 1981 en esa sala; los militares la incendiaron una semana después, el 6 de agosto. Durante los primeros meses se representaron obras cortas, escritas especialmente por artistas argentinos en un proyecto de resistencia cultural al discurso de la dictadura militar. El incendio del 6 de agosto produjo la reacción de los hombres de la cultura y horas después, el grupo organizador informó a la prensa su decisión de continuar con el proyecto, ya en otra sede.
El 21 de setiembre de 1981 concluyó el ciclo con 20 obras escritas por 20 autores para el movimiento y 180 representaciones realizadas ante 25 mil espectadores, sin censura y sin discriminación.
Entre las temáticas que conformaban las obras y los autores que las concretaron se encuentran las que tenían que ver con la crítica a los valores del liberalismo y al consumismo superficial (La cortina de abalorios de Ricardo Monti, El nuevo mundo de Carlos Somigliana, Criatura de Eugenio Griffero con respecto al primer tema y Cositas mías de Jorge García Alonso, con respecto al segundo); con el exilio (Gris de ausencia de Roberto Cossa); con conflictos personales y familiares que representaban a toda la sociedad (Antes de entrar dejen salir de Oscar Viale, El 16 de octubre de Elio Gallipoli, El acompañamiento de Carlos Gorostiza, Papá querido de Aída Bortnik); con la perversión de las rutinas cotidianas, con el abuso de poder y el sometimiento de las libertades individuales y la distorsión del “ser argentino” (Decir sí de Griselda Gambaro, For export de Patricio Esteve, Tercero incluido de Eduardo Pavlovsky, Coronación de Roberto Perinelli, Lejana tierra prometida de Ricardo Halac). Los temas de las obras son la pesadilla, la desesperanza, la violencia, las represiones, la incomunicación y el aislamiento, expresados con procedimientos metafóricos y lenguajes oblicuos.
Cuando el Teatro Picadero se incendió para que desaparezca, ocuparon el Tabarís de la calle Corrientes con un éxito de público sin precedentes en la historia del Teatro Independiente, pero los costos de las entradas eran muy bajos. Era teatro popular y abierto. Dos hechos que le vendieron a los argentinos para ocupar toda la prensa en las pantallas de tv, en la radio, en los diarios y en las revistas fueron: el casamiento de Diana con Carlos y la llegada de Sinatra a Buenos Aires. El cantante llenó cuatro veces el Sheraton y ganó 1.650.000 dólares que hubiesen servido para pagar a mil artistas argentinos durante un año al servicio de la cultura popular. Fue llamada “Operación Sinatra”, que se efectuó contra los artistas locales y contra el Teatro Independiente.
El autor de El giro político dice: “el fenómeno Teatro Abierto 81 no consistió solamente en un conjunto de artistas reunidos, sino más bien en la creación de un espacio social de comunión. Un espacio donde reunirse los unos para oponerse a los otros. Teatro Abierto (y todas las otras artes que produjeron eventos similares aunque de menor impacto) fue la forma que encontró el sistema social argentino de manifestarse en contra de la dictadura. La unión del pueblo en el arte por supuesto que no marcó el fin de la dictadura, pero sí creemos que la posibilidad misma de su realización, y al margen del incendio del Picadero, es un indicio de que la aceptación y tolerancia del régimen había llegado a su fin. Por ese motivo importaba poco en realidad el tema de la obra, aunque la mayoría de los artistas crearon textos que giraban en torno a diferentes tipos de violencia.
El contexto de producción y el de recepción era único, y estaba además centrado en un universo ideológico también en común: la necesidad de abrir el juego social a la democracia.
Los saberes se habían vuelto explícitos, y el no a ese poder obsceno fue, quizás, el verdadero significado del si a Teatro Abierto. Por ello se explica que dos años después, desaparecido el enemigo que unificaba a tan inmenso porcentaje de población, Teatro Abierto 83 ya no fuese lo mismo. Se pudo ver la crisis estética, no porque antes no estuviera, sino porque en el año 81 la estética era un elemento más del gran motivo de ser: la denuncia”.
La historia se liga con nosotros
Quiero rescatar de la Memoria que en los inicios de este nuevo Salón Auditórium que restauró Ana María Parodi, cuando tenía apenas unos meses de vida y no todas las comodidades que hoy vemos y disfrutamos, con el Grupo La Salamandra estrenamos aquí en el 2003, «La Muerte y la Doncella» de Ariel Dorfman, un texto exquisito que fue llevado al cine por el Director Roman Polansky. Interpreté a Paulina Salas, una mujer que fue torturada y violada por un médico de la dictadura. Componer ese personaje me llevó a estudiar la historia de la dictadura en Latinoamérica y el papel de la mujer. Y aunque el teatro me propuso ser una víctima de ficción de tan cruenta historia contextualizada en Chile, les aseguro que fue tremendo.
En esta sala estrené mi primer trabajo de dirección con mi grupo Los Otros Teatro Independiente que fue “Sobre el subibaja” , de mi autoría, en el 2005. Este teatro para mí significa volver sobre mi propia historia, no sólo ligada a lo artístico sino también a lo personal. Ana María es una hermana del corazón que me acompañó en un momento doloroso de mi vida, cuando murió mi madre hace 4 años.
Tengo recuerdos de una hermosa dama del teatro, cuya belleza emana de su interior y cuya fuerza vital es un ejemplo a seguir. Por eso en este nuevo aniversario del Auditórium, te quiero decir Ana María, que tu presencia es absolutamente imprescindible. Gracias totales. Romina Chávez Díaz – 24 de marzo de 2010.
Texto leído en «Palabra de teatro» en ocasión del Día de la Memoria en el Ciclo «70 veces 7», 7º Aniversario del Salón Auditórium Dr. Rafael Villagrán
Palabra de teatro: el no al poder obsceno
Estimada Colega:
Es de enorme placer saber que existen mujeres como vos.
Tus palabras palabras son de oro para todos los que te escucharon o te leyeron, esa es tambien una manera de trabajo con afán por la elevación cultural del hombre y la mujer, para el bien de los hijos, en beneficio de la patria.
Te felicito y me enorgullece tenerte como amiga.
«el aplazao teatral» ROC