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domingo, noviembre 24, 2024

(Para la izquierda) Estigmatizando a Hebe

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A muchos, los que no necesariamente hablamos el lenguaje de Hebe de Bonafini, siempre nos interesó su forma de pronunciarse. Floración pura del pensamiento popular, Hebe se expresa en la manifestación práctica de un juicio sin mediaciones. No tiene reparos en ejercer la calificación más ruda ni evita el epíteto excesivo, moldeado de primera mano en su significación lacónica, lapidaria. Mucho se ha dicho ya sobre Hebe y lo que haya que decir ahora es de un peso mayor en lo que significa tratar el tema de la estructura moral de la sociedad argentina. Hebe proviene de un habitáculo especial en la lengua, el que se ocupa con las formas desenfadadas y directas del dolor, nombrando sin sordina ni tabiques. La vida popular argentina abriga sus recovecos inimaginables en ese tejido primario donde se juega la relación entre familia biológica e historia colectiva. Sustraída de su vida cotidiana por el secuestro de sus hijos, Hebe improvisó con su ingenio del vivir una ideología urticante, sostenida en fuertes dictámenes de un pensamiento de aristas impensadas que acompañó el complejo ciclo de nuestra democracia. Se arrojó desde el intransigente saber de su vida doméstica al seno mismo de la tragedia nacional. En suma, perdió e inventó familias.

No creo que los filólogos y antropólogos urbanos hayan dado todavía en el clavo sobre una lengua que sabe amasar todos los pliegues empíricos de la tragedia del vivir. Habitualmente, esas tragedias suelen tratarse en términos austeros, con fuertes dosis de silencio y llanto. Hebe, en cambio, exhumó instrumentos de eficacia inmediata, extraídos de ilustres dicotomías sobre el bien y el mal. Los distintos tonos de desprecio que el buen decir desea pulir o retener para no chocar demasiadas veces con el ámbito mundanal que nos movemos, en Hebe siempre contaron con una voluntad de exposición sin cortapisas. Visto el daño y sus comitentes, se los injuria no con el arte oblicuo que recomendaba Borges, sino con la frase que brota drásticamente de la conciencia lacerada. Soterradamente cristiana sin cristianismo, Hebe se movió con impulsos intempestivos, fundando instituciones y a la vez fuera de los quicios consabidos.

Pero si hubiera sido solo eso, es evidente que Hebe no hubiera sido un personaje central de la historia contemporánea del país, esa que una y otra vez seguimos interrogando. También enjuició las formas normales de tratamiento de la identificación de los desaparecidos. En su momento, hace ya muchos años, se opuso a que los osarios declararan sus nombres, y los pañuelos los quiso ver sin mención específica a un desaparecido, sino que debían referirse a la totalidad. Pura radicalidad reivindicativa, piedad bajo la forma de una gran abstracción, como quisieron exigentes teologías –laicas y de las otras–. Sin lápida, indicaciones ni señales. Si no se entiende mal esta cuestión que cuesta debatir plenamente, Hebe se oponía al reclamo individual o a circunscribir la reparación como unidad genealógica que reclama compensaciones al Estado, que ya no es el mismo, pero es sucesor de aquel otro Estado al que se cuestionaba. Así, Hebe aconsejó rechazar las indemnizaciones, es posible que pensando sobre la base de una idea nunca formulada explícitamente, que pertenece al acervo de los grandes movimientos del espíritu –sobre todo de las religiones mundiales– que en la conmemoración de los muertos deciden abandonar la forma “burguesa” proclamando que “un hombre es todos los hombres”. Fórmula que también utilizó Borges –y que sin mal no recuerdo se la comunicó a la propia Hebe– para su postrera condena a las tropelías de las dictaduras militares.

Fruto de un pensamiento que surge de lo concreto –esa señalada voluntad de señalar las cosas tal como se dan en su plena oposición–, Hebe también proponía interpretar la figura del desaparecido como un acontecimiento sin nombre, producto del terror en su procedimiento más abstracto, en su metodología esencial. Las innumerables discusiones que estas posiciones originaban nunca fueron examinadas con detenimiento por quienes estábamos interesados en ellas, pero sentíamos que provocaban divisiones dolorosas, a las que al cabo fuimos acostumbrándonos. La atmósfera de sobredeterminación que fundaba la existencia de los organismos de derechos humanos (esto es, no podían tener la lógica de cualquier agrupamiento político) quedaba agrietada con opiniones dispares sobre estos temas excepcionales. Nunca se había presentado una situación así en las discusiones argentinas, que demostraba una vez más que lo político era finalmente un acto de antagonismo esencial incluso en temas revestidos de sacralidad y duelo, como el de los desaparecidos y el lenguaje que debía instituirlos como columnas devocionales de la sociedad.

Hebe entraba en terrenos trascendentes de los dominios éticos de las naciones con el poderoso estilo del pensar barrial (basamento de metafísicas y moralidades tan vibrantes como ajenas al mundo letrado), y una oratoria de gran versatilidad en su fuerza enjuiciadora de los poderes, desde luego también tamizada por su voluntad de hablar lenguas directas, literales, sin metáforas. Centro subjetivo de una “maternitas” que incluía tácitamente alusiones a una forma de autoridad también enteramente extraída de la napa popular, difícilmente la gesta protagonizada hubiese sido posible sin apelaciones a una reflexión en los límites de la conformación familiar tal como dan en cualquier sociedad realmente existente. Esa forma de autoridad no se había registrado antes de ese modo entre nosotros, y a través de ella, el buscador de Hebe (buscador de situaciones límites en transe de exoneración), iba produciendo las grandes traducciones que su situación personal le inspiraba. Paradójicamente, su lengua directa no empañaba la fuerza de su pensamiento metafórico.

De este modo, el pensamiento desgarrado de Hebe, que da vuelta a las efigies consagradas (con fórmulas de blasfemia, irreverencia o herejía), comienza a actuar a la altura de los grandes epígrafes de las poesías excomulgadas: “Hipócrita lector, mi hermano, mi semejante”. Aparece Sergio Schoklender en el camino, que luchaba en su propio y largo sendero de culpa y reconstrucción. Volvía de lo que no es fácil volver. Muchas veces la atracción sobre familias en donde el vínculo de sangre es tratado en el interior de un oscuro crimen, lleva al máximo empleo de una fuerza de reparación que Hebe consideró tener. El transgresor último, si así fue el caso, exponía además un empeño intelectual notable, con ansias de superación. Como lo dijo con orgullo en los reportajes a los que fue recientemente sometido, había obtenido dos títulos universitarios en su larga prisión y era ingeniero vocacional, poseedor de patentes comerciales que lo llevaban hacia una disposición empresaria. Schoklender, el estigmatizado, seguía su espinoso camino –una gran novela daría cuenta de esos pliegues soterrados de la existencia– y sacaba su fuerza del propio estigma, a la vera de la gran autora de presentimientos –Hebe–, que producía hechos en torno a sus hijos faltantes devorados por maquinarias tortuosas del Estado, y de hijos que a pesar de toda evidencia parecían no ser victimarios si sus actos en algo se dirigían a condenar a sus padres improcedentes. Caminaba por el borde como una forma excepcional de señalar cuánto más comprometida con esos oscuros confines de irracionalidad había estado la propia sociedad argentina.

No es habitual pensar las cosas así. Hebe, que había salido de su barriada modesta sin escalas hacia la lucha por la verdad, preparada por su ausencia de preparación (no la tocaban esas sempiternas clases de mansedumbre que se apoderan de los sectores populares), tomó el estigma en sus manos. En su alquimia moral, todo estigma se da vuelta, como afirmaron los más variados pensamientos proféticos e iluminados. Hebe se lanzó a crear universidades, empresas de construcción de viviendas populares y centros culturales en las demás traducciones de esta meditación asombrosa sobre los escombros de la sociedad. Meditación siempre yacente en el interior de las memorias y cultos populares que repentinamente aparecen con sus épicas y taumaturgias. Extendía su pensamiento hasta estas cuestiones, presentándolos como producto de la transferencia del dolor hacia una realidad revitalizada en donde había habido muerte. Tensa cuerda, increíble en su productiva simpleza. Una vida sin venganzas, habían dicho Hebe y los demás organismos de derechos humanos, que eran a los primeros a los que podría ocurrírsele ese modo de reparación. Todos sabemos apartar episódicas vetas de imaginarias venganzas en nuestro vivir o pensar diario. Otra cosa es quienes lo apartan habiendo sufrido violencias sin normas, suplicios sin límites.

Ahora Hebe es estigmatizada por quienes creen que se aproxima el fin del ciclo de los derechos humanos en la Argentina. Escuchémoslos conjeturar. Ellos no querían que se “manchara el pañuelo blanco”, pero ellos no pueden menos que decir, sostenidos en las discutibles versiones de un psicoanálisis silvestre, que “se completó el parricidio con un matricidio”; ellos no hubieran querido que pasara lo que pasó aunque ellos tanto lo desearan, pero se confirma por fin que los “corruptos lograron tomar a la sacerdotisa del templo”; ellos no hubieran deseado escribir las notas que escribieron, pero se complacen en promulgar ahora que el caso de Hebe es una teoría general de la “cooptación que permite interpretar toda la política de la época”.

En efecto, a pesar de la hipocresía con que hablan, en algo tienen razón. Lo ocurrido no debió ocurrir, pues no se trataba de no construir viviendas con subsidios estatales –el habitar no es sólo cuestión financiera y arquitectónica, sino existencial y reparatoria–, sino de considerar que el movimiento de Madres –en la medida en que también es un movimiento social– debía contar con recursos de reflexión específicos sobre el tipo de relación que se entabla con el Estado. La relación misma es un vínculo que no debe sostenerse en modalidades que sean empresariales, sino de empresas comunitarias autónomas e instituciones no estatales con auxilio estatal. Muchos dirán que todo esto –lo que ocurrió– ya lo sabían. ¿Pero qué es saber? Sabemos bien que este desdichado episodio, que la Justicia investiga, está siendo pasado por el gabinete multiplicador de operaciones de descrédito de una de las vigas maestras de la conciencia colectiva. Nos incumbe entonces desvelarnos para responder al plan general de estigmatización que procura el desmonte de piezas enteras de la conciencia colectiva. Escribimos pues este artículo para aclarar nuestra propia relación con Hebe, con la que no siempre tuvimos acuerdos en sus dichos, pero a la que siempre consideramos –y hoy es fundamental reafirmarlo– la más vigorosa prueba de lo que la recóndita y resistente reflexión popular puede hacer en épocas de escarnio: asumir los hechos, dejar que surjan nuevos vocabularios y conceptos, no temer dar opinión, por difícil que sea.

– Por Horacio González – Página 12 –

Hebe acusó a los hermanos Schoklender

En la presentación, sostuvo que Sergio y Pablo no depositaron todos los cheques en las cuentas de la Fundación. También los acusó de haberse llevado documentación. El juez debe decidir si acepta su pedido.

Hebe de Bonafini acusó a los ex apoderados de Madres de Plaza de Mayo, Sergio y Pablo Schoklender, de no haber depositado en las cuentas de la Fundación Sueños compartidos todos los cheques destinados a la construcción de viviendas sociales y, en cambio, haberlos cambiado en cuevas financieras. También sostiene que el dinero aparentemente sustraído podría haber producido un endeudamiento de Madres, aunque en la denuncia todavía no se señala a cuánto llegaría el rojo que habrían dejado los hermanos. Al mismo tiempo, Hebe los denunció por llevarse documentación clave de sus dependencias en un camión blindado el 3 de junio, justo cuando se conoció públicamente el conflicto que mantenían. Las Madres están haciendo una auditoría y en el mismo texto de la denuncia revelan que descubrieron que parte de los vehículos que usan para desplazarse están a nombre de Meldorek, la sociedad de la que es dueño el mayor de los Schoklender. Bonafini planteó todo esto en una presentación judicial que le llevó al juez Norberto Oyarbide, a quien le pidió que la aceptara como querellante, al considerarse damnificada. Habrá que ver si el magistrado lo admite, aunque las evidencias que existen hasta ahora apuntan a que los hermanos defraudaron a las Madres, no al Estado.

Envuelta en una bufanda roja, Bonafini se plantó ante el enjambre de micrófonos al salir de tribunales y dijo que no tiene temor de que la imputen a ella. Al contrario, cree que la Justicia “va a llegar a lo que queremos –advirtió–, que es que los responsables vayan a la cárcel para siempre”. La denuncia que le llevó a Oyarbide señala a los hermanos Schoklender como posibles jefes de una “asociación ilícita”, y también les atribuye los delitos de “administración fraudulenta y falsedad documental”. “Estoy segura de que el juez está trabajando muy bien”, comentó, en compañía del abogado Eduardo Barcesat. El letrado resumió que los fondos para la Misión Sueños compartidos de las Madres, que comenzó en 2006, “han sido parcialmente desviados a través de descuentos en entidades financieras para atender a proyectos personales y de enriquecimiento de los hermanos y ese elenco que actuó en función de partícipe”.

En la auditoría que iniciaron las Madres urgieron elementos, explican en la denuncia, que darían cuenta de que habrían sido defraudadas:

Aunque aclaran que no pueden “precisar adecuadamente” todavía “cómo operaba esta banda, a nuestras espaldas y con nuestro total desconocimiento, para sustraer los fondos que debían ingresar a la fundación”, “sí se ha podido determinar que los cheques de pago que contra las certificaciones de avances de obra entregaban las autoridades del Plan Federal de Vivienda, no todos eran depositados en cuentas de la fundación, sino que buena parte de los mismos eran ‘descontados’ en cuevas financieras”. “Esa operatoria”, afirman, era “siempre llevada a cabo por los ex apoderados, los hermanos Schoklender, por lo que era difícil controlar o saber qué correspondencia había entre lo percibido, lo descontado en las cuevas y lo efectivamente depositado en las cuentas de la Fundación”.

Las Madres sostienen que no tienen terminada la auditoría que están realizando pero afirman que “frente a las deudas que prima facie hemos podido determinar que registra la Fundación y los cuantiosos bienes personales y de las empresas que controlan los querellados, media una clara correspondencia, con el dato objetivo de que esos cuantiosos bienes expresan el apoderamiento del que fue víctima la Fundación”. En otras palabras, que los Schoklender se habrían quedado con dinero de las Madres mientras endeudaban a la organización de derechos humanos.

Oyarbide ya está embarcado en reconstruir la ruta del dinero y, de hecho, al secuestrar hace diez días chequeras que estaban en oficinas de la empresa Meldorek, de la que Sergio Schoklender es accionista mayoritario, pudo recoger algunos indicios de que habría recurrido a financieras o cooperativas para cambiar pagos del Plan Federal de Viviendas. Según los dictámenes de los fiscales Raúl Pleé y de Jorge Di Lello que se basaron en un trabajo de la Unidad de Investigaciones Financieras (UIF), que conduce José Sbatella, Meldorek habría sido utilizada para realizar operaciones dudosas de distinto tipo, junto con otra red de empresas que se sospecha que funcionaron como pantalla para blanquear dinero. El problema para la Justicia es que debe probar que el dinero fue efectivamente sustraído de Madres, porque la realidad es que buena parte de las empresas privadas cambian cheques. Schoklender afirma que los fondos se usaron para pagar sueldos, pero los fiscales creen que las cifras no se condicen. Ayer la UIF pidió ser tenida también como querellante en la causa.

Schoklender le compró el 90 por ciento de Meldorek al financista José Fernando Caparrós Gómez. Lo que le interesaba y por lo que en teoría pagó algo más de dos millones de pesos eran dos aviones registrados a nombre de ella. Los otros bienes de la firma (dos yates, un Porsche y una Ferrari) habrían quedado vinculados a Caparrós, a través de la firma Gorlac y de un poder irrevocable de venta. O sea que esos bienes, de los que se viene hablando desde el principio, no son de los Schoklender. Sí se quedaron con uno de los aviones y se menciona la existencia de varias propiedades en countries de Pilar. También en este aspecto, el juez y los fiscales deberán encontrar evidencia de que el supuesto enriquecimiento se originó en una defraudación.

El escrito de Bonafini dice que a raíz de la apertura de la investigación judicial, en la Fundación advirtieron que las tres camionetas con el logo de la institución, están inscriptas a nombre de Meldorek SA. “También nos hemos enterado de que en lugar de dos vehículos particulares, que eran los que empleábamos las Madres para nuestros desplazamientos, hay otros vehículos de cuya existencia no teníamos conocimiento y que eran, por lo visto, empleados por la banda para sus desplazamientos y beneficio personal”.

Bonafini revela que en la noche del 3 de junio “se produjo un vaciamiento documental en la sede de la Fundación, para lo que llegó a emplearse un vehículo blindado, propiedad de la fundación”. El episodio, precisa, coincide con el momento en que “estalló el conflicto” entre las Madres y los ex apoderados” y con “su núcleo de allegados que conformaron ciertamente la asociación ilícita”. “Esos movimientos, nocturnos y clandestinos, quedaron registrados en el libro del garage donde se guardan los vehículos de la fundación. La cantidad de movimientos ilustra sobre la función apropiadora y destructiva que se desarrolló por los querellados”, dice en alusión a los hermanos Schoklender.

Desde la semana pasada que se habla de la posibilidad de que los Schoklender queden detenidos, pero la realidad es que la investigación judicial es todavía incipiente y recién se está empezando a reconstruir qué destino tuvieron los 765 millones de pesos que el Ministerio de Planificación les dio a las Madres para construir viviendas. Lo cierto es que la denuncia de robo de documentación agrega un condimento diferente, que puede complicar el escenario de los ex apoderados de la fundación, ya que de corroborarse el juez podría considerarlo un indicio de que quieren entorpecer la investigación, una causal de prisión preventiva.

– Por Irina Hauser y Raúl Kollmann – Página 12

Incautaron documentos de una oficina de los Schoklender

Las oficinas de la empresa Antártica Argentina, hacia la cual los hermanos Schoklender presuntamente derivaban fondos de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, fue allanada hoy por orden del juez Norberto Oyarbide, que investiga el supuesto lavado de dinero y malversación de fondos de esa organización.

El allanamiento, concretado poco después del mediodía, fue realizado a pedido de las propias Madres que en una presentación realizada por la mañana en Tribunales, donde habían indicado que allí podrían guardarse «información de relevancia» para la investigación, y depositaron las llaves del inmueble en el juzgado.

Al término del allanamiento, a las 17, dos camionetas retiraron del lugar los materiales secuestrados: 20 cajas que contenían CPU de computadoras; discos compactos, carpetas y materiales de archivo.

Las oficinas allanadas están ubicadas en Hipólito Yrigoyen 1534, a escasos metros de la sede central de Madres (Yrigoyen 1584) y de la Fundación Sueños Compartidos, dedicada a la construcción de vivienda social en villas miseria (Yrigoyen 1522), pero a diferencia de éstas, eran habitualmente usadas por Pablo Schoklender y personas de su entorno.

El escrito presentado ante Oyarbide por los abogados Eduardo Barcesat y Antonio Rojas Salinas afirma que: «dicha unidad fue locada por la fundación que represento y fue utilizado exclusivamente por el coimputado Pablo Schoklender y personas de su absoluta confianza».

«Desde que el mencionado fuera desvinculado de esta Fundación, hemos recibido reiterados llamados de personas allegadas al mismo, requiriendo las llaves de la unidad para acceder a la misma, con la supuesta necesidad y urgencia del retiro de elementos personales», peticionó Hebe de Bonafini, titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

En su requerimiento al juez, los abogados depositaron las llaves del lugar y solicitaron «se disponga su allanamiento y secuestro de toda documentación vinculados a los hechos investigados».

Ayer, en su presentación ante el juzgado de Oyarbide reclamando ser tenidas como querellantes, Bonafini había denunciado el posible robo de documentación por parte de Schoklender, usando una camioneta blindada utilizada antiguamente para el pago de sueldos.

La medida pedida por los abogados de Madres se concretó pocas horas después con el arribo al lugar de Unidad de Investigación Federales Delitos de Organizaciones Criminales (DiFOC), a cargo del comisario Néstor Roncaglia.

Un vocero de las Madres confirmó que el allanamiento se produjo en el inmueble donde funcionaba la empresa Antártica Argentina, pero aclaró que «este departamento no tiene nada que ver ni tiene relación» con la fundación que dirige Hebe de Bonafini.

La empresa Antártica Argentina S.A. fue mencionada por el fiscal antilavado Raúl Pleé -quien investigó el tema- como una de las empresas creada por el ex apoderado de las Madres, Sergio Schoklender, para derivar fondos.

En su presentación, Pleé sostuvo que a través del desvío de fondos públicos administrados por la Fundación Madres de Plaza de Mayo para la construcción de viviendas, Schoklender «direccionaba fondos hacia la empresa Antártica Argentina S.A, lo que habilitaba la libre disposición de los mismos de parte de Alejandro Abraham Gotkin», socio del primero.

Según Pleé, Schoklender y Gotkin ejercerían cargos gerenciales o
directivos en un «entramado de empresas», entre las que cita a Setek S.A, Eagle Security Investigacion S.A.,Gorlak y Meldorek.

La causa se encuentra en la actualidad bajo secreto de sumario y todavía resta definir si las Madres de Plaza de Mayo pueden ser aceptadas como querellantes.

– Tiempo Argentino

3 COMENTARIOS

  1. (Para la izquierda) Estigmatizando a Hebe
    Voy a ser muy breve en mi exposición y muy contundente.Carezco de la contundencia de Hebe.

    Creo que el lenguaje de la Sra Hebe es descarnado,directo,desprolijo para algunos,sin eufemismos, para otros.Sin embargo, logró igualar el habla. Se dirige a los poderosos con el mismo tono que éstos emplean con sus subordinados.Utiliza la misma falta de piedad y el mismo desprecio que tiene el lenguaje de la patronal cuando se dirigen a sus obreros.

    En realidad ,es este rasgo del lenguaje de Hebe lo que molesta a la gran masa de la clase media de Argentina, que se horroriza ante la igualdad.

  2. (Para la izquierda) Estigmatizando a Hebe
    Bonitas- y muy floridas- las palabras del señor Horacio Gonzales. Tienen màs de poesìa que de prosa. Me imagino que, mas o menos lo mismo, està listo a decir el señor Barone, del programa televisivo «6, 7, 8», de la Presidencia de la Naciòn.

    La poesìa y la prosa son, claro, dos de las màs bellas manifestaciones del espìritu humano. La capacidad de escribirlas es un don precioso. Es, ademàs, una de las poquìsimas cosas que el hombre puede hacer mejor que los anìmales. En efecto, solo los humanos somos capaces de evadirnos de la realidad. Somos los ùnicos que podemos permitirnos el lujo de dar rienda suelta a nuestra imaginaciòn mas alocada y aùn pretender ser aplaudidos por ello.

    Felizmente, tambièn somos muchos los humanos quiènes, gustandonos la poesìa y la prosa, no nos nutrimos solamente de ellas. Nos gustan los versos y la poesìa- aunque venga escrita como prosa-, pero queremos màs. A pesar de ser tan humanos como el señor Gonzales (por lo menos), no nos contentamos solamente con lo idìlico y lo bello. Queremos mucho màs. Deseamos tambièn la verdad. Apreciamos mucho la belleza serena de lo cierto. Poesìa, prosa, verdad y comida materìal tambièn. Ese es nuestro lema y haì està el problema.

    El nùcleo duro del «affaire» Bonafini- Shoclender, la verdad, es que hay 60 millones de dolares en juego y con esos 60 millones (a razòn de 1 dolar por dìa, que es lo que es Estado està gastando en alimentar niños), se podrìan alimentar 60 millones de niños durante un dìa. Bueno, me dirà el señor Gonzales, en la Argentina no hay 60 millones de niños y es cierto. No hay tantos, pero unos 20 millones hay, de los cuales unos 10 millones no tienen ni ese miserable dolar por dìa que entrega el gobierno. Còmo son 60 millones de dolares los desaparecidos; si los dividimos entre los 10 millones de niños que no comen (o comen màl) cada dìa, la divisiòn nos dà la mòdica cifra de 6 dolares por niño durante 10 dìas. No es lo que consume un niño sueco, sin duda. Pero, si hubieramos alimentado, aùn con esa pequeña cifra, a los centenares de niños aborìgenes que pululan este paìs, hubieramos evitado que se nos mueran en la forma horrible que lo estàn haciendo ahora.

    En cuanto a otras partes de la saga Shoclender- Bonafini, serìa muy bueno que esta señora ( o en su caso el señor Gonzales Horacio) aclare de una buena vez si lo que dice el periodista Christian Sanz- de Tribuna de Periodistas- es cierto o no. Es decir, si es cierto o no que los hijos de la señora Bonafini no han desaparecido, sino que viven en España con su padre. En cuanto a Schoclender, ya matò a su madre a garrotazos, ¿què màs se puede decir de èl?

    • (Para la izquierda) Estigmatizando a Hebe
      En tu crítica a lo que vos considerás una especie de «poema mentiroso redactado en prosa» te olvidás de argumentar de forma válida tu postura.
      La supuesta verdad que decís buscar está basada en tus creencias, o sea que no te interesa buscar «la verdad». Lo que buscás en realidad, son argumentaciones (veraces o falaces, objetivas o tendenciosas, reales o tergiversadas) que se adapten a lo que vos creés, limitado por tus prejuicios e ideología, que es «la verdad».
      Intentás probar por medio de estadísticos tus argumentos, y usando tus mismos métodos yo te puedo afirmar con absoluta rigurosidad matemática que en el Vaticano viven más de 2 Papas por km cuadrado. O sea que los datos estadísticos no prueban absolutamente nada y solamente sirven para especular (en el buen o mal sentido) sobre situaciones específicas.
      Además equiparás tendenciosa y automáticamente a Schoklender con Bonafini para achacarle a ambos las responsabilidades individuales que les caben a cada uno de ellos por separado.
      Y por último, si le creés a Christian Sanz es porque, o sos una buena persona engañada por ese nefasto personaje, o sos una mala persona que sólo busca atacar lo que odia haciendo uso de bajezas argumentativas sin importarle mantener su dignidad resguardada. Averiguá bien quién es ese «periodista investigador» y cuáles son sus métodos y fuentes de información.

      Con respecto al caso en sí, el Poder Judicial está actuando y esta etapa debiera servirnos para informarnos sobre los hechos que se están investigando tratando de escuchar todas las campanas y para exigir que se haga justicia sin importar quién caiga, pero teniendo en cuenta que se juzga a las personas, no a las instituciones a las que pertenecen esas personas.

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