Cualquier diccionario de perfil medio académico nos dará el significado de este término que es más o menos el siguiente:
El término está tomado del griego que significa literalmente decirlo todo y, por extensión, hablar libremente, atrevidamente, con franqueza, ed., libertad para decirlo todo. Entonces podemos escribir de una manera más coqueta, junto a Michel Foucault, que la parresía “es una clase de actividad verbal donde el que habla tiene una relación específica con la verdad a través de la franqueza, un cierto tipo de relación consigo mismo o con otras personas a través de la crítica (autocrítica o crítica a otras personas), y una específica relación con la ley moral a través de la libertad y el deber”.
La definición etimológica y el uso clásico del término nos llevan a pensar en un substrato lingüístico desde donde se eleva el sentido diacrónico e integral del término. En este substrato podemos observar características del significado del término como lo son:
• Libertad, atrevimiento, obligación moral
• Franqueza, crítica
• Verdad, riesgo
Estas características del devenido término griego hablan de una persona humana virtuosa. El parresiastés es un hombre colmado de libertad para hablar sin ataduras de la verdad. Hablar de la verdad es tener la Sabiduría propia de aquellos que son luminarias entre las masas de gentes habidas de una certera orientación a su fin último o hacia los fines próximos en búsqueda de vivir la Felicidad.
Nuestro tiempo pos moderno, caracterizado por ser un enjambre de subjetivismos y relativismos, de banalidades y cobardías, hedonismo y muerte y además acorazado por el sistema de gobierno democrático abanderado por los ideales de la otrora Revolución Francesa muchas veces mal interpretados deformando los importantes aspectos antropológicos como la libertad, la igualdad y la fraternidad, pareciera imposibilitar el accionar parresiástico. Sin embargo el hombre Justo, transitando sendas de solidaridad se sensibiliza por la injusticia social y la corrupción de las personas alzando su voz para anunciar la Verdad que dialécticamente, en la mayoría de los casos, estimulará cambios hacia un bien mayor.
Esta dialéctica de la denuncia-anuncio tiene muchas veces sus efectos colaterales nunca deseados, como la oposición al cambio, lo cual se manifiesta frecuentemente con violencia y de aquí que el hombre coronado de la virtud parresíaca deba esperar con valentía la posibilidad de la segregación, por lo tanto la soledad, y hasta la misma palma martirial, que le corresponde a todo aquel que construye sobre la verdad y la justicia,la mayoría de las veces de manera inevitable.
Las virtudes son un cuerpo orgánico en el cual cada una de estas juega su papel propio para un fin determinado. Por esto es necesario pensar en la Esperanzacomo motor de la actuación parresíaca. Esperanza en alcanzar la verdad y el bien mayor para todos y cada uno, pero esta Esperanza solo puede estar viva en los corazones amplios llenos de Caridad justamente para con el otro. Pero ¿qué nos puede mantener en tremenda empresa por estos días modernistas tan egoístas y superfluos? Esta fuerza necesaria para mantenerse en batalla viene desde lo más profundo de la existencia de la persona, desde el centro existencial donde se genera el impulso vital y que claramente en muchos está tapado por ramas y yuyos que imposibilitan la luz necesaria para Ver la riqueza única y sumamente preciosa de vivir uno y los otros. Esta perla única que nos mantiene y nos mueve en este megaproyecto es la Fe.
Por todo lo dicho y con un toque de valentía podríamos creer que esta virtud es actualísima y sumamente necesaria para construir una sociedad más llevadera y feliz.
– Marcelo García