Para muchos este fin de año se presenta poco feliz ya que esta raza nueva de personas inferiores llamadas “los excluidos” (E) va en aumento: pueblo nuevo, pueblo de mi Dios.
No resulta nada difícil darse cuenta lo que cuesta comer, y si hablamos del menú…: carne dura de no se sabe qué animal, pan inflado, leche aguada, jugos artificiales llenos de químicos; verduras, frutas y pollos (entre otros) genéticamente alterados pero vistosos para el consumidor, etc., etc., y todo con su plus correspondiente: “caro”.
Por otro lado la tecnología de vidriera y más la que se intenta hacer llegar al pueblo subsidiariamente por parte del Estado y otras organizaciones (descartada y obsoleta para “los incluidos” (I), pueblo también de Dios, sectores sociales más avanzados, más pudientes, ¿más dignos?, ¿raza predilecta?, ¿de qué, de quién?) paquete de tecno-basura con amplia accesibilidad a los desvalores tales como: porno, violencia, robos, hedonismo, nihilismo, materialismo barato, pragmatismo ordinario, banalidades que se suman a más banalidades. Y así el hombre en su dignidad se degrada, en sus géneros se degenera y su existencia se disuelve inútilmente.
Pasan los días, pasan los meses, pasan las estaciones y aquí me detengo en la ciclotimia natural para hacer notar otro factor que profundiza la grieta o abismo que se da entre los hombres “E” y los hombres “I”: La energía, que escasea ciclo a ciclo, un sistema a punto de colapsar. Se suceden tanto las mayores demandas como las incapacidad de dar repuestas por parte de las empresas productoras y explotadoras de este servicio. La planificación de los Estados Nacionales es un poema que se disuelve en versos inútiles cada vez menos convincentes.
Combustibles caros implican una capacidad de transporte para la gente cada vez menos accesible. La energía eléctrica con su elevada tarifa redunda en imposibilidades de ejercer la creatividad en la dimensión doméstica, social y laboral fomentando la abulia y el vicio.
El agua, sustancia energética básica para el ser humano, fundamental parar mantener la vida y hacerla posible; derecho indiscutible de todo ser viviente deviene y se arremolina a nosotros con crecientes dosis de contaminantes y altísimos costos para su puesta domiciliaria sin garantía de potabilidad (otro producto ordinario). Su comercialización envasada va en aumento y algunos, solo algunos, pueden abastecerse diariamente del precioso líquido elemento como es debido.
Todo esto nos muestra que el Estado administrador del bienestar público, a través de nuestros funcionarios elegidos democráticamente, se autoestimula desde su omnipotencia leguleyo hasta declararse cuasi-redentor de las clases más pobres dejando caer migajas desde las mesas de los hombres “I” y así vemos a niños (el que pudo nacer) creciendo entre trampas, desilusiones y decepciones. Al joven afectado en sus virtudes, defectuoso en su voluntad, pateando y pateando la calle por una miserable changa y aquellos que la consiguen obtienen penando un sueldo nefasto que día a día alimenta el retro-camino a la exclusión.
A diario da vueltas y vueltas el torbellino que es nuestra sociedad moderna aumentando el vértigo y las náuseas por ella: ¿Hasta cuándo? ¿Quizás hasta que los procesos autodestructivos nos invadan a la mayoría? o ¿Hasta que una revolución social violenta inaugure otra era? ¿Era de sub-homínidos, androides, mutantes o un nuevo género pseudo o cuasi humano? o ¿Simplemente una casta “I” en su poder económico y tecnológico termine por descartar a los desechables “E” para disfrutar de su reino paradisíaco totalmente cuantificado y cualificado para un número selecto?
¡Pueblo de mi Dios, necesitas un verdadero pedagogo! Cotidianamente los sabihondos, creídos, usurpadores de la dignidad y de la libertad con su pedogogía masacran al hombre y lo envían al exilio del inhóspito desierto de los vicio suicidas, del trabajo explotador de la desesperanza concretando el exterminio existencial de millones de personas.