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domingo, enero 12, 2025

Pérez Celis, un grande que pasó por Salta camino al cosmos

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La extraordinaria luz que Pérez Célis derramó en sus obras se apagó el sábado, pero sigue latiendo en los colores que prodigó al mundo en sus telas y murales. El artista pasó por Salta y dejó una impresión indeleble de calidez humana y pasión creativa.

Sus obras fueron una explosión de color en una visión optimista y feliz de la existencia. Es que así era Pérez Celis, un hombre que disfrutaba del amor, la amistad, los viajes, la comida…

Para nada críptico, tuvo esa facilidad que pocos artistas tienen de construir una obra de alto nivel estético que pueda llegar no sólo a unos pocos especialistas sino que toque el alma y la sensibilidad de la persona común.

Y esa era la impresión que quedaba en el contacto con este artista. Al minuto uno se olvidaba que era uno de los grandes de la pintura y hablaba con un hombre común, con una persona interesada vivamente en los otros, para nada egocéntrico, sin una pizca de soberbia, apenas diferente por una genuina pasión por el arte y por una mirada diáfana y curiosa sobre todo lo que la vida le presentaba: los paisajes, las historias, las costumbres. Daba la impresión que encontraba un valor en todo y que ninguno de los múltiples mundos que se pueden descubrir le era ajeno.

Así por ejemplo, su curiosidad y aprecio por Salta y por el Norte argentino, su fácil y cordial relación con artistas plásticos locales con los cuales establecía contacto -sobre todo con los más jóvenes -en sus esporádicas visitas a esta capital-, sus residencias en ciudades tan distintas como Lima, Buenos Aires, Nueva York, París, Miami.

Luego están las anécdotas que perfilan una biografía popular que se desgranaba en los medios, cómo su maestra descubrió su talento para el dibujo, cómo trocó su apellido en nombre y su nombre en apellido y de Célis Pérez pasó a Pérez Céliz -también a partir de esa práctica escolar de llamar al estudiante primero por su apellido- .

jpg_Perez_Celis.jpgTranshumante, recorrió los caminos del mundo y bebió la luz de las infinitas estrellas del universo. Sus obras están hoy en colecciones privadas y en los principales museos del mundo, como el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Su estilo jugó libremente entre la figuración y la abstracción, entrre la expresión y el neoimpresionismo, siempre fluyente, siempre en vuelo, siempre navegando libertad y goce.

Pero siempre fue ese chico alucinado por las formas y los colores, ese pibe que transitó su niñez en una casita humilde de un barrio porteño del sur, ese áureo e inquieto vástago de un policía y una maestra que le gustaba jugar a la pelota y tenía como temprana religión la mística popular del azul y oro del club de sus amores, Boca Juniors, donde años más tarde construiría un mural.

Céliz Pérez tuvo su patria: San Telmo, su religión: Boca Juniors, sus cultos privados: la amistad, los amores, los sabores. Pero más allá y más acá de todo eso, en la esencia misma de su ser, latía su gran pasión por la Pintura.

El artista pasó por Salta, vivió en Lima, pintó en París, disfrutó en Miami, exploró Nueva York en un viaje luminoso que duró 68 años y nos regaló fulgores espléndidos. Desde el sábado 2 de agosto de 2008 es ceniza del cosmos que navega la nada y vuelve, en retorno vivaz y vibrante, en la fugaz eternidad del arte que su gozo alucinante supo prodigar.

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