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domingo, enero 12, 2025

Pocos jóvenes pueden terminar una carrera universitaria

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Cómo es el paso del colegio secundario a la universidad? ¿Por qué tantos chicos abandonan a los pocos meses? ¿Cuánto cuesta ser un estudiante universitario hoy en nuestro país? ¿Por qué el panorama es más complicado para los chicos que provienen del interior de las provincias? Y de los que empiezan a cursar, ¿cuántos realmente
terminan obteniendo el título? ¿Qué iniciativas hay en marcha para que ser un graduado universitario no termine siendo una utopía?

Aunque la situación no es similar en todo el país, hay una característica que se repite en cada provincia y que se refleja en esta nueva producción conjunta de la Red de Diarios en Periodismo Social: en Argentina, es cada vez más complicado ser un estudiante universitario.

Si hay algo que queda en claro en toda esta situación es la enorme diferencia en el acceso y la permanencia en el nivel universitario entre los chicos que viven en el interior de las provincias y en las capitales. Por lo menos, así ocurre en Tucumán. De acuerdo a lo que señala el diario La Gaceta, menos del 10% de los estudiantes que ingresan a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) proviene del interior. Tucumán cuenta con cuatro universidades, dos de ellas privadas.

La UNT registra 67.000 alumnos entre las distintas facultades.

Anualmente ingresan entre 15.000 y 20.000 jóvenes; es decir que de ese total, sólo unos 1.500 residen en el interior. Sin embargo, no implica que el resto sean todos tucumanos; una buena proporción corresponde a alumnos de otras provincias, de Bolivia o de Perú.

Según los datos que aportó el secretario de Bienestar Universitario de esa casa de altos estudios, Ramiro Moreno, la proporción de alumnos del interior es mínima en la representación global estudiantil, básicamente, debido a las condiciones socioeconómicas. “Hay dos razones determinantes que limitan el acceso a estudios superiores
universitarios de los chicos del interior: la situación económica y la falta de desarrollo social de sus comunidades, por un lado, y el factor cultural, por el otro”, aseguró e hizo hincapié en la falta de transporte en numerosas zonas alejadas de la capital, y en algunas ciudades donde la UNT pudo llegar abriendo institutos de pregrado y dos carreras de corta duración, como Kinesiología, en Monteros y Enfermería, en Aguilares.

Sin embargo, son las únicas opciones para los jóvenes que no pueden viajar a la capital para estudiar otras carreras. Algo parecido
ocurre en Catamarca, donde, según el diario El Ancasti, la realidad de los chicos del interior que llegan a la ciudad capital para estudiar es durísima desde el mismo momento de la partida. Se enfrentan a dos problemas fundamentales: la falta de un alojamiento y la ausencia de una política para el otorgamiento de becas.

Hay dos opciones: el albergue universitario, muy pequeño y con poquísimas posibilidades para alojar a estudiantes. La otra opción, es la fundación «San Juan María Goretti», una ONG que sobrevive con donaciones de la gente, y que alquila una casa para alojar chicas del interior. La realidad de esta fundación también es dura: hace un mes
dijeron que no podían pagar el alquiler, de 650 pesos, porque no alcanzaba la plata. Y no reciben un peso del Gobierno, pese a que hubo un compromiso. Es decir que gran parte del fracaso, o la deserción de los estudiantes se debe a las escasas posibilidades económicas de pagar un departamento o una pensión.

En Mendoza, mientras tanto, la situación económica y la inflación generaron la disminución de estudiantes del interior que buscan
viviendas, pensiones o departamentos. Allí, los costos de la inflación han erosionado las finanzas de los padres, y los hijos terminan viviendo incómodos con algún pariente; hospedándose en “pensiones de mala muerte”, o hacinados ocho, en un departamento para cuatro.

El panorama económico empuja a los jóvenes a terminar en
sitios improvisados, sin seguridad ni cobertura médica y desconociendo a la persona con la cual van a compartir una habitación, indicó la trabajadora social de la Dirección de Accción Social de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), Silvana Vegas.

Los alquileres en Mendoza aumentaron entre un 20 y un 30 por ciento: un lugar de dos ambientes, con una sola habitación, ronda en promedio los 800 pesos que, con impuestos y expensas llega a un total de $ 1.000, según un relevamiento de Los Andes.

A su vez, unos 7.500 chicos se anotaron este año para estudiar en la Universidad Nacional de Salta, pero las estadísticas de la casa de estudios anuncian que al menos un 30% no logrará terminar el primer año, y una minoría llegará a obtener el título.

En el sur del país, la situación no es mucho mejor. La Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA), en Río Gallegos, cuenta con un albergue con capacidad para 28 estudiantes que viven fuera de la capital, y les cuesta $ 200, pero no alcanza para todos los que demandan ese tipo de ayuda. En esa ciudad, según un
relevamiento del diario La Opinión Austral, compartir un departamento (entre $ 500 a $ 600) o monoambiente
(1.200 a 1.500 pesos) se hace imposible para la mayoría de los estudiantes. No todos pueden trabajar. Hasta que esté equipado el albergue, deben costearse la comida ($ 120 a $ 150 quincenales). Sólo en fotocopias, los alumnos gastan $ 90 por materia.

Esta situación, compleja y desigual para miles de estudiantes, la asumió la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), que decidió triplicar su presupuesto para becas de ayuda económica para estudiantes en 2009, con la novedad de incluir a los alumnos secundarios del último año que se anoten en los cursillos de ingreso de cualquiera de las carreras. Actualmente, según el informe del diario La Voz del Interior,
las becas para ingresantes se otorgan con la condición de aprobar los cursos de nivelación.

El secretario de Asuntos Estudiantiles del Rectorado, Matías Dreizik, señaló que la iniciativa permitirá incluir a muchos jóvenes de
bajos recursos que ni siquiera tienen posibilidades de presentarse a los cursos de ingreso. En Córdoba, 28.800 chicos cursan el último año de la escuela secundaria y se calcula que entre 18 mil y 20 mil finalmente ingresarán a alguna de las seis universidades públicas que hay en la provincia. Aunque, son cifras que surgen indirectamente
de las que posee el Ministerio de Educación provincial, cuando afirma que en los últimos siete años 25 mil jóvenes no terminaron el secundario; algo así como 3.500 estudiantes por año.

Por su parte, en la Universidad Nacional del Comahue, que comprende a las provincias de Río Negro y Neuquén, las estadísticas son preocupantes: el primer examen reduce al 50 por ciento la cantidad de estudiantes en el primer año, según el diario Río Negro. «El primer examen puede definir si un chico sigue o deja una carrera universitaria.

Hay una expectativa muy grande, entonces si salgo mal es porque no sirvo, porque no tengo la inteligencia necesaria», razona la vicerrectora de la Universidad Nacional del Comahue (UNC), Teresa Vega, al analizar el pensamiento de los estudiantes. Para Vega, entre los muchos alumnos que fracasan en el primer examen -y en consecuencia dejan de lado su sueño universitario- la mayoría tiene la capacidad suficiente para avanzar con una carrera. Pero, esos estudiantes, no alcanzan a entender las nuevas reglas de juego.

Por muchos motivos, pero sobre todo por una mala base en el secundario y la inseguridad que plantea el desconocimiento brutal del nuevo escenario.

Fuente: Boletín del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Salta

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