La pelea de Kirchner con Clarín es interesante. «El gran diario argentino» nos da lección de periodismo y dice que no hay que ser obsecuente. Pero lo fue con cada gobierno argentino para construir un poder político-mediático-económico impresionante.
Así, el poder de este monstruo que avanza sin prisa ni pausa hacia el monopolio mediático en Argentina -comprando radios, apoderándose de diarios, acaparando señales de televisón y de cable- se erige hoy como un tutelaje que puede extorsionar al Congreso y jaquear a la presidencia a como de lugar.
El último papelón -porque ya no parece haber límites- es poner en boca de funcionarios yanquis críticas al gobierno argentino que ellos desmienten a través de un comunicado -inédito- de la embajada imperial en el país.
Pretender que tales cosas se pueden hacer y que Kirchner o el político o funcionario que sea no pueden a su vez criticarlas es creer que la prensa está por encima del sistema de debate y discusión que la democracia garantiza y de la que el propio periodismo no puede sustraerse.
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Un Clarín militar
Una exposición realizada en el Centro Cultural San Martín en Buenos Aires con motivo de los 30 años del golpe mostró palmariamente, con recortes de publicaciones y reproducciones de tapas y notas cómo jugó Clarín en la dictadura: a favor del Proceso de Reorganización Nacional.
En contrapartida se mostró cómo otros medios, como la Opinión y el Buenos Aires Herald sí fueron heroicos baluartes de la resistencia democrática a la dictadura y se convirtieron en víctimas de la represión y del ataque feroz a la libertad de prensa.
El juego de Clarín es claro. Apoya al gobierno de turno hasta que puede obtener beneficios económicos, captar nuevas señales, comprar diarios del interior, asegurarse licencias de señales televisivas. Cuando el gobierno declina, el humor social le va en contra y/o no quiere hacer más concesiones a sus demandas voraces Clarín se vuelve hipercrítico, y entonces recuerda -como lo hace el editorial que se reproduce en Salta 21– «que el periodismo no es obsecuencia».
Pasó con Videla, pasó con Alfonsín, con Menem, con De la Rúa, con Kirchner. Cuando cayó De la Rúa el país pareció calmarse de pronto con la presencia mágica de Duhalde sentado en el sillón de Rivadavia. ¿Acaso no hubo saqueos residuales que jamás aparecieron en las pantallas de televisión ni en las páginas de los diarios? ¿En qué medida Clarín condicionó su apoyo en medio de una tormenta en la que el país parecía hundirse en el caos al hecho de que las medidas económicas que se tomaran no afectaran sus intereses de pool empresario súper endeudado?
Esto sí que es de Republiqueta: que la política económica de un país quede a merced de los intereses de los dueños de un diario, por más importante que éste sea.
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Sospechosa lección de ética periodística
La mayoría de las críticas que se hacen desde la prensa al gobierno de Cristina Kirchner tienen fundamento, si bien es cierto que algunas apelan directamente a la distorsión de la realidad cuando no a la mentira.
Son los riesgos de una libertad que no puede ser condicionada ni acotada sin herir gravemente a la democracia y que sólo se pueden superar con más pluralidad y más educación y con menos monopolio e ignorancia.
Pero por favor: que no nos den lecciones de ética y de periodismo desde un medio poderoso y sin escrúpulos que si el gobierno le da lo que exige cultiva el oficialismo y la obsecuencia, y si no se vuelve hiper-crítico.
Y hay que ver quién puede, en la Argentina de hoy, poner en foco y en primer plano -en medio de tantos temas intrascendentes en tapa y densas cortinas de humo para ocultar realidades urticantes- el caso de la presunta apropiación de hijos de desaparecidos por parte de la dueña de un holding que acusa a la presidenta de usar los derechos humanos con fines políticos
Jorge Lanata, por ejemplo, periodista crítico de los Kirchner que sin embargo admite la necesidad de una nueva ley de radiodifusión (en una democracia verdadera un monopolio como Clarín que maneja a la vez diarios, radios y televisión es imposible) dice que el mayor escollo para sacar la norma está en que los legisladores en el Congreso ¡le tienen miedo a Clarín!, ¡a una nota negativa en el «gran diario argentino»!
Pero los papelones que está haciendo el diario de Ernestina y Magneto -como la atribución de declaraciones a funcionarios yanquis que luego ellos mismos salen a desmentir en un comunicado inédito de la embajada de Estados Unidos- muestra que en el emporio mediático más poderoso de la Argentina también hay miedo a perder negocios actuales (que no podrían mantener con una legislación antimonopólica) y futuros (el objetivo de concentrar en sus manos los nuevos sistemas integrados de televisión por cable, internet y teléfonos).
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¡Qué te pasa, Clarín!, ¿estás nervioso?
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