Que el nuevo gobierno realice un censo de ingenieros. Muchos, están en puestos de trabajo como administrativos y ganan salarios que no son acordes a las expectativas de los profesionales. Esto en el mejor de los casos. Otros, no tienen trabajo. Y las ingenieras son mucho menos solicitadas en empresas donde se requieren más personal masculino. Si el Presidente trae miles de ingenieros a la Argentina que se cierren las universidades y que los jóvenes se dediquen a sastres, carpinteros, zapateros, almaceneros, o lo que fuere.
En declaraciones a uno de los diarios más importantes de Italia, el Presidente sostuvo que el país necesita profesionales, sobre todo en la industria hidrocarburífera, e instó a la llegada de extranjeros.
«Cada año tenemos cuatro mil ingenieros menos de los que necesitamos. Y la industria del petróleo está lista para absorber siete mil. Argentina tiene grandes espacios, y los italianos son bienvenidos», expresó el jefe de Estado.
La docencia también parece ser una salida laboral para un ingeniero o una ingeniera en este país. Los proyectos propios es otra de las formas: el cuentapropismo, ante la falta de trabajo. Chicos que emigran al sur para trabajar por temporadas y juntar algo de dinero para ponerse un negocio.
Las grandes empresas convocan a ingenieros que intentan pasar las rigurosas pruebas para luego, en el proceso de selección, elegir uno. Y el resto vuelve a quedar a la deriva para probar suerte una próxima vez.
Esta noticia ridícula de importar ingenieros italianos, parece subestimar a los miles de ingenieros que en Argentina están sin trabajo. Dicho por un ingeniero, es prácticamente un insulto o una provocación.
Esperemos que si la queja de la falta de ingenieros tiene por detrás algún mínimo de fundamento, investiguen la causa, pues nadie quiere estudiar una carrera tan compleja para no hallar trabajo o no cumplir con las expectativas de este tipo de profesión.
– Opinión y redacción Salta 21