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domingo, noviembre 24, 2024

Setenta y dos horas de libertad viral

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Escuchaba por TV que estas vacaciones son atípicas. Hablaban sobre el turismo y la paranoia. Vivimos a medias. La Gripe A nos ha venido a decir que somos mediocres en todo. Pero un bagualero me dijo: «Ojalá fuéramos siquiera mediocres porque estamos por debajo de eso».

“Sin la receta y la ficha epidemiológica no se entregarán los antivirales a los pacientes”- dijo el Secretario de Servicios de Salud Francisco Ryan. Y leo: «el Ministerio de Turismo y Cultura intensificó los controles de los servicios turísticos en diferentes puntos de la provincia, durante estas vacaciones de invierno».

En mi provincia las cosas andan como la mona. Todos estos discursillos no se cumplen en la realidad.

El enfermo con gripe va al hospital: en ciertos casos te dan el remedio (Tamiflu) y en ciertos casos no. Es imposible por ahora hacerles el examen de laboratorio a todos. Debido a ello, directamente te recetan el medicamento específico de Gripe A si se presenta sobre todo la fiebre. Hacer un laboratorio implicaría esperar días por el resultado: olvídenlo, eso no puede ocurrir.

Muchos jamás sabrán si tuvieron la influenza o no: puede incluso que la hayan tenido y que no les hayan dado la medicación pero su organismo la resistió; otros la recibieron por precaución y no contrajeron la enfermedad.

Imagínense que un solo laboratorio en el país no puede contener los miles de casos de influenza y no puede realizar pruebas a los que a diario concurren por síntomas. Estamos engañados por el sistema.

La UNSa intenta colaborar con esto a través de la habilitación de un laboratorio pero no tiene la autorización ministerial necesaria. A través de este laboratorio se podría conocer en cuatro horas si se tiene o no Gripe A. Me molesta escuchar “estamos en Argentina” cada vez que algo no sale bien y últimamente se oye demasiado la frase.

Ni mi provincia ni mi país se preparó para esta situación. Y ahora la población se divide en “sanos” y “enfermos” y uno sufre por la salud de los que ama sobre todo, casi como un egoísmo natural. El único consuelo es que haya recibido el Tamiflu. Si en 72 horas no ha sucedido lo peor, el consuelo es doble.

Pienso en la soledad de los aislados y en los que no podrán llegar a un hospital por motivos diversos: falta de dinero, falta de asistencia en el hogar, falta de conocimiento, falta de medios de transportes.

He recibido comentarios sobre médicos que han asistido a pacientes vía telefónica por temor al contagio; he recibido información sobre ambulancias que se han negado a buscar pacientes e incluso han tardado horas -situación que Salta 21 ha denunciado en varias oportunidades y antes incluso de esta epidemia.

La gente habla de paranoia, yo le llamo a esto incertidumbre. Luego ignorancia. También mediocridad y bajeza.

En oportunidad de realizar un viaje por el norte, constaté que los turistas extranjeros no tienen reparos en tosernos en la nuca y en estornudar. Ningún asistente de chofer, chofer o quien sea, realiza una mínima advertencia a los pasajeros sobre los cuidados hacia sí y los demás. La antiparaonia es contraproducente y letal.

En Humahuaca por ejemplo, las peñas se han suspendido a medias: en algunos lugares se realizan pero hasta la medianoche. En la casa del músico Ricardo Vilca (Santa Fe 240), ya fallecido, los espectáculos folclóricos se reiniciarán el fin de semana. Conrado, el hijo, advierte que su peña se ha cerrado por la emergencia sanitaria pero el resto de los lugares sí funcionan. La política es desigual y las situaciones incontrolables. A medias es como golondrina que quiere hacer verano.

Un integrante de la comunidad de San Isidro me informa que no se han registrado casos de influenza en Iruya pero que hubo dos casos en Humahuaca. En Iruya se suspendió la maravillosa película “Río arriba” (de Ulises de la Orden) porque con ello se evita la aglomeración. Pero en los comedores, hostales, casas albergue, iglesia, caminatas, reuniones sociales, micros, ferias, etc. hay concentración de gente. La llama que llama no hace rebaño.

En estas zonas, como en Tilcara también, la situación es similar. A medias, como en todos lados. Lo único que paga el plato roto es la cultura porque el resto, es absolutamente normal. Entonces me pregunto para qué se ha practicado la fantochada de parar a medias, en todo el país.

Ni un barbijo por el norte, entre quebradas. Sólo la queja irrefrenable de alguna coya que tiene al hijo enfermo en la capital y se traslada en micro alguna vez para verlo.

La necesidad de sobrevivir hace que en estas zonas uno se mueva como si la realidad se hubiese detenido en la estampa de la comunidad autóctona, los cerros y las artesanías. Por momentos la vida pasa por un dejarse estar, de a ratos la vida empieza y termina en un amanecer, en el soplido del viento, en la cara mocosa de un niño de la quebrada.

Los diarios entre las cerrazones anuncian: “Crece el número de muertos por Gripe A”. Y uno piensa que sucede en Marte. Hasta que de cara a la realidad, vemos a diario el padecimiento de mucha gente y de pronto, también la suerte que corren todos golpea las puertas de nuestra casa.

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